Hay quienes privilegian el calzado para lucir en situaciones
sociales, otros privilegian el que sea cómodo para caminar, otros el que les
permita airear o cobijar los pies. Aun cuando hay muchas personas que no tienen
calzado o que cuentan apenas con un par de zapatos, lo más común es que los
habitantes de las ciudades tengamos más de un par y de más de un estilo.
Los corredores lo saben desde hace mucho: conviene alternar
el calzado para que la humedad, las temperaturas del ambiente y de los pies,
las condiciones del terreno y de cada viaje no los deterioren tanto. Alternar
entre dos pares de zapatos redunda en que cada par dure más del doble, pues el
“descanso” en su uso permite que se sequen mejor, que se aireen y que recuperen
su forma. Y eso significa, en especial para los corredores, trotadores o
quienes practican la caminata urbana o en montaña, que ese calzado sirva para
recorrer más kilómetros sin problemas de roturas en el calzado y sin
lastimaduras en los pies, rodillas, piernas y caderas.
Hay quienes no se preocupan gran cosa por la cantidad de
kilómetros a recorrer con un determinado
par de calzado. Quienes usan pantuflas en su hogar lo saben bien: no recorrerán
grandes distancias pero no se atreverían a salir muy lejos de su casa y a la
vista de sus vecinos y colegas del trabajo con ellas puestas. Especialmente si
son pantuflas con rostros de animalitos o de personajes de películas, por más
populares que sean.
Existen otras personas que se preocupan porque el calzado
complemente la elegancia del resto de su vestimenta. Algunos usan calcetines o
medias que resalten o combinen con el color y la forma del zapato y que además
den continuidad estética a sus ajuares. Quienes usan zapatos del tipo “formal”
suelen caminar poco, como no sea en la oficina o en el antro. Y por eso no se
preocupan gran cosa por el kilometraje que pudieran ofrecerles en una sola
sesión en sucesivas sesiones de traslados. Es claro que mientras más formales o
estéticos sean los zapatos, menos rendimiento por kilómetro podemos esperar de
ellos. Así que hay quienes utilizan un determinado tipo de calzado para sus
traslados de su casa al trabajo, la escuela o el antro, para cambiarlos por el
calzado formal pero menos cómodo de su preferencia.
Algunos de nosotros estamos mucho más preocupados por el
kilometraje y la duración de los viajes. Y por eso procuramos utilizar calzado
que amortigue nuestros pasos y resista nuestros pesos. En especial cuando
viajamos a otra ciudad en donde no conocemos muy bien las formas de trasladarse
de un lugar a otro y consideramos que será necesario caminar bastante para
llegar a la parada del tren, del autobús, del taxi o entre distintos puntos en
esa ciudad.
El meollo del asunto es: ¿en qué condiciones están los
caminos de la ciudad por los que tre trasladas? Si se trata de uan ciudad con
banquetas irregulares, incompletas, interrumpidas como en la Zona Metropolitana
de Guadalajara (ZMG), hay quienes prefieren cargar en un bolso o en una mochila
el par de zapatos “formales” y trasladarse con unos más mullidos aunque
feíllos.
Algunas personas prefieren que sus zapatos sean tan formales
que no llamen la atención y que no contrasten con el resto de su atavío. Y algunos
preferimos que los zapatos que usamos, en especial si vamos a lugares en donde necesitamos
que nos vean para que no nos atropellen, como en las avenidas de la ZMG, sean
especial llamativos y luminosos. Los buscamos con reflejantes, de colores
chillantes, mullidos, resistentes a largas distancias y que además combinen con
otras ropas reflejantes y vistosas.
Desafortunadamente, hay reglas sociales que se han
convertido en convenciones que generan mucho dinero a quienes viven de los
productos de la estética deivados de ellas. Así, las mujeres en nuestras
sociedades occidentales, más vulnerables, se sienten constreñidas a verstirse
de manera formal y de acuerdo a la moda (del antro, de la oficina, de la casa),
a usar maquillaje en la cara y tacones en los pies. Las ganancias para los
fabricantes de cosméticos, de vestidos, de calzado, son mucho mayores cuando
orientan sus productos al sector femenino del mercado.
Con que un producto esté enfocado a las mujeres, aunque sea
igual en sus componentes y usos y sólo varíe en sus colores o empaques, será
mucho más caro que los enfocados a ser usados por los hombres. Y en muchas
ocasiones serán también más incómodos. Como los zapatos. Mientras los hombres
tienen cierto margen de libertad para usar ropa y calzado más cómodos, las
mujeres suelen ser blanco de mayor publicidad y de una cantidad mayor de reglas
de vestir y de calzar. Usar tacones altos es casi una obligación para las
mujeres, en especial en el trabajo y en los antros, mientras que los hombres
serán objeto de críticas mucho menos mordaces y tenaces que aquellas dirigidas
a las mujeres en caso de ropmer algún cánon de la moda.
Esto tiene como consecuencia que el simple hecho de
trasladarse en la ciudad sea mucho menos engorroso para los hombres. No sólo es
más fácil caminar para los hombres, incluso si escogen mal el calzado y tienen
que caminar más de lo que es relativamente cómodo con un par de zapatos formales;
las mujeres suelen usar calzado más constreñido por la moda y por las reglas de
vestir en sus lugares de trabajo, estudio y hasta de esparcimiento. Trasladarse
en las banquetas de una ciudad es una acción casi prohibitiva no sólo por lo
incómodo del calzado sino también porque la moda que les exige a las mujeres
maquillarse, vestirse y calzarse según las reglas de la moda, las convierte, en
especial en nuestras sociedades tan poco igualitarias y tan mucho patriarcales,
en blanco de críticas si no se arreglan y en blanco de acosos si lo hacen.
Por otra parte, aunque el calzado abierto puede ser usado
por hombres y por mujeres, es mucho más frecuente que los zapatos para mujer
sean diseñados para que éstas muestren el pie desnudo, ya sea que se vean los
dedos, los tobillos o ambos. Los zapatos terminados en picos pronunciados
suelen ser parte de las restricciones de las que son objeto los dedos
femeninos, y mucho menos los dedos masculinos.
“Las enfermedades entran por los pies”, advierten algunas
señoras de mayor edad, liberadas relativamente de las restricciones y reglas
del uso del calzado femenino, pero no por eso los zapatos femeninos se vuelven
más abrigados en algunas épocas. A las mujeres se les adjudica la función de
arreglarse las uñas de los pies y de las manos y de exponerlas a la vista de
hombres y de mujeres.
A los cansados pies femeninos, que se les exige verse
frescos, limpios y sanos, se les imponen más reglas y más restricciones. Al
caminar en la ciudad, en el campo, en las calles o al abordar medios de
transporte como autobuses, trenes, automóviles o bicicletas, se les ofrece
menor protección que a los pies masculinos. De cualquier modo, ¿en qué medida
tienes en cuenta factores como la comodiad, el kilómetraje, la protección, al
adquirir o escoger tu calzado para el uso cotidiano en el trabajo o la escuela?
¿En qué medida consideras esos factores para el calzado ocasiones especiales
como viajes, fiestas, reuniones, traslados dentro del lugar de trabajo?
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