Por qué la linea TRES del tren ligero tapatío no reducirá los
embotellamientos en la zona metropolitana de Guadalajara. Una predicción y sus
argumentos.
Los habitantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara han
sufrido, desde mediados del 2014, las obras de la línea tres del tren ligero.
Estas obras servirán para aumentar la cobertura de transporte colectivo en una
ciudad que se tardó al menos dos décadas (según lo admiten los mismos
promotores de la obra) en generar una medida que probablemente tome en cuenta
las demandas de la época actual. Habría que ver si también cubrirá las demandas
de la época en que al fin se culminen las obras. La promesa es que estas obras
estarán terminadas en 2018. Aunque ya sabemos que, como dicen los que lo han
vivido, “en palabras de constructor no has de creer”, pues siempre hay que
multiplicar por tres la cantidad de tiempo que te prometen que necesitarán para
acabar de construir y la cantidad de dinero que te dicen que te costará. Así,
los costos estimados de la nueva línea han crecido desde que se anunció, hasta
que se comenzó, a lo largo del proceso y seguramente serán al menos tres veces
más caras del precio original. Así, se anunció que comenzaría la construcción
en 2011 y que ésta se terminaría en 2012. En realidad comenzó en agosto de 2014
y se promete que funcionará en 2018. Lo único bueno de estos anuncios es que
quizá los tapatíos estrenen vagones de tren modelo 2022, si efectivamente estos
se compran cuando esté terminado el trazo, y no antes. Pero el riesgo es que
estrenemos vagones viejos, por la prisa de comprar y almacenar y dejar que se
oxiden mientras acaban de hacerse los tuneles y los pasos elevados, además de
las estaciones y demás reparaciones que serán necesarias para que al fin
arranque el tren que irá por la nueva línea. Aun cuando el actual presidente de
la república venga a Guadalajara a inaugurar, es probable que su comitiva no
pueda realizar el viaje por toda la ruta.
La ruta se planteaba originalmente de 16.5 kilómetros y en
estos meses de 2015 prometen ya que serán 22 kilómetros. Los costos, cuando se
prometía que la obra estaría lista en diciembre de 2016, eran de poco más de
17mil 500 millones de pesos (http://www.informador.com.mx/jalisco/2013/495665/6/la-linea-3-del-tren-ligero-estara-terminada-en-diciembre-de-2016.htm).
Habrá que ver cómo van las cifras para cuando se entregue la obra. Por lo
pronto, algunos funcionarios del gobierno del estado de Jalisco han señalado
que la cotización del peso frente al dólar podría afectar el precio final de
compra de lo vagones. Yo añadiría que esa misma cotiozación podría afectar la
compra de maquianria, equipo y materiales, pues en buena parte estos provienen
del extranjero.
La predicción de porqué esta nueva línea no servirá para
reducir los embotellamientos en la metrópoli tapatía se basa en una serie de
consideraciones de orden psicológico, de infraestructura, cultural y social.
Pocas veces en la vida he querido con más enjundia que fallen mis
predicciones. Sin embargo, cuando comparamos la actual coyuntura de esta línea
del tren ligero con situaciones y obras
anteriores, no me queda más que recurrir al principio de que “la
historia pasada es el mejor predictor”. Por una parte, quienes recuerdan la
inauguración del Macrobús, que recorre la Calzada Independencia, evocarán la
imagen de Felipe Calderón Hinojosa, quien fungía entonces como presidente, y la
anécdota de que en el recorrido inaugural el macrobús chocó en su nueva ruta.
El llamado “matabús” se dio a conocer muy pronto por ser protagonista de
múltiples choques y atropellamientos. Y aclaro que no echo la culpa de ellos al
matabús ni a sus operarios, sino que parecería que los habitantes de esta
ciudad no podían evitar seguir sus “querencias” y seguir utilizando carriles
que se volvieron exclusivos para circular, a paso tapatío, en camionetas,
bicicletas, triciclos, a pie o en automóviles. El ejemplo de los embotellamientos
por la Calzada Independencia nos ayuda a entender que no por haber generado un
nuevo transporte “eficiente”, la gente de las calles aledañas iba a dejar de
utilizar la zona para caminar o para trasladarse en sus vehículos. Un problema
con el macrobús es que no sólo no conecta con otros medios de transporte que
pudieran darle continuidad, sino que no utiliza un sistema de prepago que sea
compatible, por ejemplo, con las rutas de autobuses, ni con las líneas 1 y 2
del tren ligero. Si has de cambiar de vehículo, del macrobús a cualquier otro,
el costo es adicional.
La línea tres del tren ligero no reducirá los
embotellamientos simplemente porque transitará por una zona en la que estos
eran escasos. Las avenidas Ávila Camacho y Alcalde, que llevan desde el centro
de Zapopan hasta el centro de Guadalajara (y de regreso) y la avenida
Revolución, que va del centro de Guadalajara al de Tlaquepaque (y viceversa),
sufren de congestionamientos en las horas pico, por ser las rutas por las que
pasan muchas de las empresas de autobuses, por las marchas de protesta o de
apoyo y por no haber alternativas de comunicación ni con transporte colectivo
ni con transporte particular.
Así, con las actuales obras del tren ligero, todas las rutas
de autobuses que pasaban por las mencionadas avenidas se han alterado o pronto
se modificarán, con lo que la población ha tenido que aprender a utilizar
medios alternativos de traslado. Muchos han optado por caminar en vez de
abordar un autobús, otros han dejado su ruta habitual, algunos ha optado por la
bicicleta o por usar taxi en vez de su automóvil. Y eso ha generado más
embotellamientos que los existentes antes de comenzar las obras de la línea 3
del tren ligero. En especial, sl surgimiento del servicio de taxis apoyado en
aplicaciones como las de UBER ha generado más conflictos, más marchas y más
exigencia de trabajo digno y a la vez de precios para la movilidad que sean más
accesibles para los usuarios.
La línea 3 del tren ligero no reducirá los embotellamientos
en la metrópoli, después de haberlos empeorado en el centro de la ciudad, ni
siquiera cuando los embotellamientos “iatrogénicos” hayan cesado, pues las
obras de la línea han generado que muchos de los establecimientos a los que los
posibles usuarios del tren podrían emprender el camino, hayan dejado de
existir. Ya en 2015 son miles los comercios afectados y para cuando se terminen
las obras, éstas habrán generado tal estampida de empresarios y de clientes que
el panorama de zona comercial que fue el centro de Guadalajara, será ya muy
distinto y más escaso.
Los esfuerzos que hizo la administración municipal presidida
por Alfonso Petersen por “redensificar” el centro de la ciudad, complicados por
el proyecto de realizar, “de pasada y de una vez” la villa panamericana en
2011, derivaron no sólo en el derrumbe de casas (por las empresas dedicadas a
ello o gracias al abandono, como se ejemplifica en la reciente caída de una
fachada en la calle Baeza Alzaga)., sino también en la reducción de la densidad
poblacional. La gente hubo de vender sus casas, que fueron demolidas y que se
convirtieron en terrenos baldíos en los que nadie tiene asuntos qué atender. El
proyecto de Ciudad Digital (que a algunos nos parece que es en realidad una
gran metida de pata por querer meter las manotas para sacar ganancias rápidas)
está estancado a pesar de que se anuncian fondos para financiar un pryecto que
más parece barril sin fondo. Por lo que los usuarios de la línea 3 del tren
ligero, en caso de que se terminara hoy mismo, no tendrían razón para ir a la
zona. Habría que ver si para el 2018 ya se pusieron de acuerdo funcionarios,
caciques y habitantes para que en esa zona desértica y carente de servicios y
con muy escasa vida social de los peatones y clientes potenciales, se genere un
avivamiento de la vida social, cultural, diurna y nocturna.
Una de las razones por las que los embotellamientos de la
metrópoli no se reducirán es porque lo que ha pasado, tras décadas de carecer
de transporte colectivo, es que los habitantes de la ciudad han optado por irse
a vivir a los suburbios gracias a la construcción de grandes avenidas que
fueron rápidas como seis meses hasta saturarse: las avenidas López Mateos,
Mariano Otero, Vallarta, Patria. Y lo que han hecho los constructores es
ofrecer más espacio para la venta de automóviles sobre esas avenidas, más
estacionamientos en las zonas aledañas, muchos de ellos gratuitos (fuera de
algún eventual franelero o centro comercial que cobran una bicoca por el
estacionamiento relativamente seguro de nuestras carcachas o de los flamantes
autos de quienes hacen obra pública y se embolsan dineros para sus bolsillos
privados). Además, los constructores y fraccionadores han ofrecido viviendas
con cochera como un atractivo más de trasladarse a los suburbios. Al fin que
los terrenos son más baratos y el chiste será que los nuevos residentes
tendrán, gracias a los préstamos hipotecarios aprobados y hasta pre-aprobados,
para cambiarse de casa, de auto, y de hora de levantarse para alcanzar a llegar
a sus ahora más lejanos trabajos y escuelas.
Las obras de la línea tres del tren ligero han logrado
deprimir lo suficiente el centro de la ciudad y buena parte del trayecto entre
Zapopan y Guadalajara, como para que muchos de sus habitantes opten por salir
de la zona. Ello generará que bajen los precios de las rentas y ventas de
departamentos, casas, terrenos y locales comerciales. Un proceso similar se
dará en la parte de la ruta que va hacia Tlaquepaque. Pero eso no hará que se
reduzcan los embotellamientos, pues la gente seguirá trasladándose en automóvil
particular para llegar a su destinos habituales o a los nuevos destinos que las
obras y sus desv íos les han traído en suerte. Pero, además
se seguirán generando embotellamientos porque las avenidas en las que se
concentran actualmente se descongestionarán relativamente para (siendo
optimostas y poniendo cara de crédulos) el 2018, lo que representará un nuevo
auge para los vendedores de automóviles que diariamente generan estratagemas
mercadotécnicos para convencernos de que nos conviene utilizar autos
particulares en vez de transporte colectivo. Y los choferes de los autobuses y
de los taxis, hacen su contribución con su trato amable y cordial para que la
gente decida mejor ir solo que mal acompañados o mal guiados, mejor solos que
zarandeados o en rutas cuyas unidades tardan mucho en llegar a las estaciones
en donde se las espera y mucho para que sus pasajeros lleguen a sus destinos.
En pocas palabras, los embotellamientos en la metrópoi
tapatía seguirán en apogeo mientras sigan las obras del tren ligero, a falta de
certiodumbre en el transporte colectivo en las zonas de las obras. Y seguirán
después porque se reabrirán las avenidas que en la actualidad no permiten la
circulación de vehículos y eso dejará aparentes espacios para una circulación
más fluida de los vehículos de motor. Para luego volver a saturarse porque
muchos usuarios potenciales del tren ligero tendr án temor
de bajarse en zonas que, una vez deprimidas por las propias obras del tren, se
percibirán como hostiles, temibles y oscuras; así que pocos querrán usar el
tren y bajar o subir en estaciones de cuyos entornos desconfían. Para recurrir
al uso de automóviles particulares.
Lo malo de que se usen automóviles particulares es que cada
quien quiere manejar, o al menos conducir desde el asiento del copiloto. Y son
pocos los choferes que aceptarán que otros les señalen sus destinos, o
desviarse para dejar a algún compañero de escuela o de trabajo. No tenemos
noticia de que hayan funcinado los esquemas de comprtir automóvil entre vecinos
o compañeros de trabajo y estudi, en parte porque son pocos los que están
dispuestos a compartir los costos, las rutas, los compromisos. ¿Conoces a
alguien que pague su parte proporcional en el desgaste del vehículo completa, y
que no pague de menos ni de más? ¿Conoces a alguien que llegue a un punto
acordado de encuentro a la hora acordada? En parte, muchos habitantes de esta
metrópoli son impuntuales porque se transportan en unidades poco confiables,
como los autobuses, así que su colegas que tienen automóvil difícilmente se
comprometerán a esperarlos para ir al trabajo, aunque quizá sí lo harían a la
salida y de regreso a sus domicilios particulares.
Es sintomático que casi todos estaríamos dispuestos a que
los demás utilizaran el transporte público para que no dejen las avenidas
libres para circular con nuestros vehículos (http://www.theonion.com/article/report-98-percent-of-us-commuters-favor-public-tra-1434)
, como señaló una publicación satírica estadounidense, pero son pocos los que
estarían dispuestos a cambiar sus hábitos de traslado. Digamos para usar
transporte colectivo, o caminar o pedalear en una bicicleta, en vez de usar el
muy costoso vehículo particular o familiar.
En buena parte, los embotellamientos se seguirán suscitando
gracias a que nos dan miedo nuestros propios barrios o los barrios en los que
se sitúan algunas otras de nuestras actividades. No caminamos por las banquetas
porque están chuecas, oscuras o invadidas por vendedores relativamente fijos
aunque les llamemos ambulantes. Los puestos de tacos, de tamales, de bisutería
y de películas pirata surten a los usuarios de los transportes colectivos y a
buena parte de los oficinistas de las zonas en las que se ubican. Son
estorbosos y a la vez hay quienes se quejan y los patrocinan. Estorban para
estacionar el auto pero unos segundos después los automovilistas se convierten
en clientes, al igual que lo hacen de los estacionamientos sobre las aceras.
Habrá más embotellamientos porque en los negocios hay
estacionamiento para los clientes, así que muchos que podrían ir caminando
desde sus casa o trabajos, que se ubican en el mismo barrio, deciden llegar “de
pasada” pues cuentan con que habrá espacio para sus vehículos. Y eso genera una
larga filla de automóviles mientras el cliente-vecino se estaciona o sale del
estacionamiento del negocio local. Y habrá embotellamientos porque en esta
metrópoli hay constantes inundaciones debido a la gran cantidad de pavimento
que estorba la absorción del agua de lluvia, a las coladeras de un colector
enorme y que se tapan gracias a la basura que arrojan los usuarios de vehiculos
de motor, de transporte colectivo, los peatones y todos los demás. Mientras
bajan los niveles de agua, los automovilistas reducen la velocidad para no
arruinar sus motores y detener aun más el ya insufrible tráfico.
Habrá que recordar, además, que las líneas 1 y 2 del tren
ligero estuvieron sub-utilizadas una buena cantidad de años, en parte porque
las obras que llevaron a su conclusión dividieron muchos barrios (como la
colonia del Fresno y buena parte del centro de Guadalajara cuando las calles
Moro-Escobedo y las construcciones intermedias se convirtieron primero en escombro,
luego en un tunel y luego en la avenida Federalismo, que se continuó en Colón
(el antiguo Camino Real de Colima). Y la gente tuvo que abandonar muchas de sus
costumbres barriales, como la de caminar para cruzar la avenida Colón, para
usar sus vehículos de motor para pasar al otro lado de la vía del tren.
Ya que nos hemos desacostumbrado a caminar, ni siquiera a la
tienda, a la iglesia, a la escuela, nos hemos tornado desconfiados de quien
camina o anda en bicicleta. Nos da por cree que caminar es peligroso para quien
practica esa actividad y que quien practica esa actividad ha de ser un
potencial asaltante, violador o al menos algún desclasado de la metrópoli. Así
que los automovilistas seguirán desplazándose en sus vehículos, los que luego
renovarán, permitiendo que otros manejen los vehículos viejos; los usuarios del
transporte colectivo seguirán siendo los muchos que no tienen otra alternativa
que levantarse tempranísimo o llegar tarde y seguirán siendo pocos los que
puedan darse “el lujo” de caminar o pedalear a sus anchas y con adecuados
márgenes de tiempo para llegar a una ciudad presionada por la pérdida de tiempo
y el estrés de llegar relativamente puntuales.
Elevado o deprimido, lo cierto es que el tren ligero se ha
vuelto una carga pesada para el flujo vehicular; pero tampoco logrará la
solución de la movilidad urbana cuando las condiciones bajo las que se planeó
se hayan modificado…en buena parte gracias a la alteración que han generado las
obras de esta nueva línea.
Faltaría que estas obras dieran lugar y oportunidad a obras
complementarias como plazas, áreas comerciales, parques, en los que no pudieran
entrar los automóviles, para que las estaciones de la nueva línea resulten
atractivas y no meros lugares de abordaje y descenso de pasajeros con pocas
posibilidades de convertirse en habitantes.