¿Qué
pasa en una ciudad cuando sus habitantes se estorban tanto el paso unos a otros
que casi todos llegan agotados a sus actividades después del esfuerzo que les
toma llegar a ellas? ¿Qué condiciones han estorbado que las personas puedan
moverse de una parte de la ciudad otra sin necesidad de arriesgar su vida, de
inhalar humos y polvos, de maldecirse unas a otras? En otras palabras: ¿qué
acciones, políticas, omisiones e intereses han favorecido que nuestras ciudades
se hayan convertido en lugares que generan temor, en las que da flojera
moverse, en las que es carísimo cada traslado en términos de los riesgos, las
consecuencias, los costos económicos del equipo utilizado y de las pérdidas de
tiempo que conllevan?
Muchas
de las acciones que han llevado a que los habitantes de las ciudades se
estorben contidianamente unos a otros se deben, en buena parte, a la falta de
acuerdos para actuar. Así, cuando alguien decide salir de su casa sin lograr
acuerdos al menos con quienes viven en el mismo edificio, genera la posibilidad
de estorbar al salir por la banqueta, ya sea con un vehículo, con las bolsas de
basura o con su paso frente al paso de los demás. Y la falta de acuerdos, que
en buena medida pueden considerarse omisiones, deriva en que las acciones de los
miembros de la familia, de los vecinos de un barrio, de los empleados en una
misma empresa u organización privada u pública, se conviertan en obstáculos
para los demás. Hay quienes viajan en vehículos cuando bien podrían caminar a
sus destinos; y esos estorban a quienes no tienen posibilidades de caminar por las
personas que deben llevar a algún destino, como niños, enfermos, ancianos. Hay
quienes estacionan sus vehículos en zonas que complican el tránsito de otros
vehículos, reduciendo, en muchas ocasiones, tres carriles a uno solo. Lo que
retrasa más el flujo de los vehículos por esas calles en las que incluso los
vehículos que no están en movimiento atrofian la circulación de los demás.
Las
políticas que han contribuido a que unos habitantes estorben a otros se
relacionan con la promoción de vialidades pero no de banquetas, de comercio y
producción de vehículos pero no de transporte colectivo seguro, cómodo y
eficiente. O con el diseño de espacios para la circulación a pie, en silla de
ruedas o con apoyos menos voluminosos y menos contaminantes. Las políticas en
esas ciudades de estorbosos suelen privilegiar que la gente compre vehículos
porque, se dice y justifica, ello estimula la economía. Pero no se toma en
cuenta que el supuesto estímulo redunda en falta e ánimos para trabajar después
de tarsladarse durante horas a los lugares de trabajo y estudio. Lo que
significa que hay muchísimas horas y esfuerzos perdidos de quienes pueden y
deben trabajar.
Buena
parte de las omisiones se refieren a la ausencia de acciones y políticas que
incentiven que la gente camine, que se construyan banquetas amplias, seguras,
bien iluminadas, que faciliten la convivencia en vez del temor y el acoso. Si
no se piensan las políticas públicas o de las organizaciones para promover que
la gente se mueva en vez de convertirse en obstáculos para los demás con los
muchos metros cuadrados y cúbicos que suelen ocupar sus vehículos que,
paradójicamente, es frecuente que dejen desocupados del 60 al 80% de su
capacidad, entonces no se pueden poner en práctica soluciones que no incluyan
el gasto del sueldo de los trabajadores en su propio tarslado, en vez de
destinarlo al espercimiento, la educación, la cultura y la convivencia. Con
omisiones que derivan en que las personas viajen solas, se multiplica la
cantidad de vehículos, de partículas contaminantes, de accidentes mortales o
incapacitantes.
Y
todas esas acciones, políticas y omisiones que afectan las vidas y la
integridad de los estorbosos a su pesar están vinculadas con intereses
económicos: los desarrolladores inmobiliarios que sitúan los lugares
especializados en vivienda y esparcimiento lejos e los lugares de trabajo, los
fabricantes de automóviles, los vendedores de accesorios, refacciones y demás
aditamentos que se añaden a los automóviles (seguros, garantías, enchulamientos
varios). Hay intereses económicos que se vinculan con el ejercicio del poder:
si alguien estaciona su vehículo habr á alguien que le saque provecho
por “cuidarlo” de los ladrones o de quienes llegarán a infraccionar si éste se
encuentra fuera de tiempo en determinado lugar. Hay quienes se benefician de
infraccionar y quienes se benefician de amenazar y luego retirar la amenaza,
previo pago. Hay quienes se benefician de la construcción, reparación y
ampliación de calles y avenidas. Auynque muchas veces los perjudicados son los
árboles, las áreas verdes, los peatones, los habitantes locales y de la
vecindad por la que pasan las viejas y nuevas avenidas. Hay quienes obtienen
ganancias de los choques (los hospitales, las farmacias, las aseguradoras, los
lamineros), las muertes (las agencias funerarias, las iglesias que venden
nichos, los sepulterureros) aunque los ocupantes de los vehículos y los peatones
sean los más perjudicados y nunca recuperen la capacidad de beneficiarse de
nada más que no sea la gloria eterna.
Y
cuando la gente llega a su trabajo se siente tan cansada por el calor que
despiden las islas de calor urbanas, por la obligación de levantarse cada día
más temprano para vencer el tráfico y llegar a tiempo a su empleo, que su
productividad, su entusiasmo, su amor por lo que hace ya no son lo que fueron.
Muchos llegan aburridos y cansados y, a menos que el trabajo a desempeñar sea
especialmente estimulante, gratificante o transformador, su desencanto con el
traslado a las actividades cotidianas irá en aumento, al igual que disminuirán
sus energías y sus propuestas de acciones y políticas para mejorar lo que sea
que hagan en esa ciudad tan llena de gente estorbosa, apática, malhumorada, malhablada y tensa.
Ya habrá quién nos saque de estas ciudades atestadas, embotelladas, contaminadas, con la promesa de llevarnos a paraisos de playa o de montaña, a los que llegaremos en vehículos de motor, para recuperar el entusiasmo perdido por un trabajo que se encuentra en una ciudad.