Conferencia: los retos de
la sociología en el siglo XXI
Luis Rodolfo Morán Quiroz
Jueves 12 de enero de
2017: 16:00 hrs.
Auditorio Adalberto
Navarro Sánchez, del CUCSH
Italo Calvino (1923 – 1985) redactó Seis memorandos para el nuevo milenio.
En realidad, la redacción la completó sólo para los primeros cinco antes de que
lo sosprendiera la muerte. El sexto está un poco trunco todavía. No quiero
tentar a la muerte y en cambio me limitaré a planteara algunos de los retos
visibles. No creo ser capaz de vislumbrar hasta lo que pasará con la sociología
allá en el 2099. Pero daré algunas ideas de lo que debemos plantear y resolver
los sociólogos y los científicos sociales en las próximas décadas.
Primero hay que reconocer que la sociología es una disciplina
MULTIPARADIGMÁTICA – término para decir que somos de distintos pareceres,
formas de investigar, construir la realidad y de interpretar los hallazgos.
George Ritzer plantea que existen al menos tres paradigmas:
1) de los hechos sociales (Emile Durkheim – la realidad
está ahí afuera);
2) de la definición social (Max Weber y el análisis
de la acción social; y
3) del comportamiento social (B.F. Skinner y otros
conductistas).
Quiero enfatizar que tenemos que resolver
continuamente un problema de interpretación en la base de nuestra disciplina,
que plantea la pregunta: ¿qué significa esto? Y de ella derivan las
posibilidades micro, meso y macro: ¿qué significan determinadas acciones y
medidas para las
Acciones
Decisiones
Proyectos
Aspiraciones
Contextos
En los ámbitos INDIVIDUAL, FAMILIAR, GRUPAL,
INSTITUCIONAL, NACIONAL, REGIONAL, GLOBAL?
Umberto Eco (1932 – 2016) señala el problema de la
SOBREINTERPRETACIÓN, que es en el que solemos caer los sociólogos, pero a veces
caemos en el otro que Edgar Morin ( 1921 - ) llama REDUCCIONISMO. Así, a veces
hacemos lecturas “jaladas de los pelos” o exageradas, paranoicas de la realidad
y delos textos que se insertan en ella, pero otras veces nos damos por bien
servidos como explicaciones simplistas que asumen que la realidad es mucho
menos complejo de lo que parece.
Lo que me lleva a las dos tareas de la sociología:
1)
Hacer complejo lo simple; y
2)
Hacer simple lo complejo.
La primera tarea remite a encontrar qué hay más
allá; la segunda a generar maneras de comprender la realidad social sin
necesidad de que la gente lea bibliotecas enteras para comenzar a entender qué
pasa a su alrededor y, más directamente, tener elementos para tomar decisiones
en la vida cotidiana, política, social, incluso sexual.
Hay una tendencia a hacernos creer que la gente es
racional. Y a pesar de aquel meme que circula en la red mundial en el sentido
de que los científicos sociales somos de la misma opinión de aquel especialista
al que le preguntan: “¿qué opina de las motivaciones de la gente?” y que
contesta: “la gente es pendeja”, habría que complementar con que no es que sea
directamente estúpida, sino que, para tomar decisiones no sólo razona, sino que
también SIENTE, recuerda, tiene rencores, proyectos, aspiraciones, que no se
pueden ajustar simplemente a una toma de decisiones RACIONAL. Ya lo decía Max
Weber (1864-1920), pero también lo sabemos por Georg Simmel (1858-1918): la
gente no hace decisiones racionales únicamente y el factor EMOCIONAL juega un
papel importante en las acciones humanas.
Ergo: ¿qué retos se le plantean a la sociología en
el siglo XXI? O, dicho de otro modo: ¿qué retos deberán plantearse los
sociólogos, con el ánimo de resolverlos en los próximos años? Intentaré una
respuesta muy general, que va más allá de la necesidad de una formación y
perspectiva de los sociólogos que implique reconocer la necesidad de que
conozcamos mucho más de las sociedades pasadas y actuales. Así:
· Por una
parte, el constante reto de ENTENDER por qué las personas, los grupos, las
instituciones actúan como lo hacen. Ya lo señaló Weber: puede ser a partir de
una planeación racional, pero también porque algún líder (religioso, político,
popular o impopular como Donald Trump) llegue y diga cuál es el camino a
seguir, o quizá tan sólo porque la tradición así lo dice y es mejor seguir lo
que se ha hecho en el pasado que andar inventando caminos, ya se racional o
carismáticamente diseñados.
·
Otro de los retos es el de ser capaces
de comprender las relaciones entre los datos cuantitativos y los cualitativos y
cómo una gran cantidad de personas que opinan algo en una encuesta a lo mejor
sólo reflejan una débil opinión, frente a algunos cuantos que opinan
enérgicamente, como para pasar a la acción. Así, los sociólogos habremos de
entender y predecir a partir de instrumentos más finos que nos permitan evitar
las “sorpresas” (como la elección de Trump al que nadie quiere pero muchos
votan por él aunque sean pocos los que en el pueblo hayan votado por él)
¿Entenderemos eso algún día?
·
La sociología debe evitar plantearse
pseudo-problemas, aunque estos son difíciles de distinguir de los “problemas
reales” y tendremos que dedicar tiempo, dinero, formación, cursos y escuelas
para ayudarnos a plantar qué debemos entender primero para luego decidir otras
cosas. Vale un ejemplo derivado de una novela de Umberto Eco (El péndulo de
Foucault). Citado por Peter Bondanella (1997: 293-94) como un caso de humor en
torno a nuestro contexto intelectual, Eco escenifica a algunos de sus
personajes que plantean educativa que genere una ESCUELA DE IRRELEVANCIA
COMPARATIVA, en donde se estudiaría desde distintos departamentos, entre ellos
el departamento de TETRAPILOCTOMÍA (del arte de partir un cabello en cuatro) y
en donde se impartirían cursos para que los estudiantes comprendan la
IRRELEVANCIA (ver página 294) de diversos fenómenos, entre ellos, la democracia
oligárquica, la planeación urbana para gitanos, la traición en la revolución,
la fonética del filme mudo, psicología de masas en el Sahara…
· Un reto
importante es el de cuestionar el conocimiento recibido. Solemos pensar que lo
ya explicado o ya convertido en discurso ha de ser verdad. Pero tenemos el
doble reto de hacer lecturas “más allá de lo que se dice” y a la vez de
plantear lecturas que nos retornen de los puntos más allá de los relatos de
conspiración como los que suelen hacer algunos grupos religiosos
fundamentalistas (“acabemos con los infieles, que valen menos que los humanos”,
por ejemplo).
· Acabo
por un reto que nos tiene aquí reunidos: el de FORMAR SOCIÓLOGOS capaces de
aprender lo que se ha hecho en ámbitos como el desarrollo, los movimientos
sociales, las identidades, las religiones, las instituciones, los espacios
privados y públicos, la ciudad, la migración, y generar la posibilidad de que
creen nuevas formas de analizarlos en detalle, se anticiparlos, de resolverlos,
incluso de promover los cambios y las interrelaciones en los análisis de estas
áreas temáticas. Formar profesionales de la sociología implica la posibilidad
de heredar a los estudiantes de las primeras décadas del siglo XXI la inquietud
de investigación y de resolución de problemas prácticos vinculados con los
significados y los sentidos de las acciones sociales, pero también la
posibilidad de que esos estudiantes generen rupturas y saltos cualitativos en
la formulación de problemas que muchos aún no logramos imaginar. Pero que las
nuevas generaciones lograrán visualizar y plantear con claridad.
Después
de estos retos, quiero añadir una coda, relativa a lo que podemos (¿o debemos?)
hacer los sociólogos frente a ellos:
Imagino a Dios que clama a Weber: Ich rufe dich an! (yo te llamo) y con eso Max se convierte en el
llamado a construir y ayudar a fundar la sociología, a seguir su Beruf y a describir este llamado en “La
ciencia como vocación”, aunque en términos más amplios que los de una simple
disciplina. De tal modo, en las tradiciones que Ritzer agrupa en los tres
paradigmas con los que nos ilustra la historia de la sociología, la tradición
de la definición social parece marcarnos un deber de interpretar, más allá de
los diálogos en los que todos tienen la misma posibilidad de convencer, según
Jürgen Habermas (1929 - ; quien es mi héroe, pero que a veces se olvida del
problema del poder y de que hay gente que echa mentiras a los demás) y a la vez
sospechar de que existen actores que tienen alguna falsa conciencia o que son
capaces de conspirar para engañarnos.
Los sociólogos debemos ser claros, como dice Alexandra
Heminsley en Running like a Girl
(2013) de que correr UN marathón no nos hace corredores. Ser corredores es cosa
de todos los días, en una vida en la que correr es parte de nuestra propia
identidad. De la misma manera, ser sociólogo no se agota en leer un libro de
sociología. Ni siquiera en obtener el título de licenciado en esa disciplina.
Implica mucho más: una visión de la sociedad desde una mirada entrenada y
constante. Ya lo he dicho antes en el context de una graduación de sociólogos
en Julio de 2016: la gran ventaja que tenemos los sociólogos es que siempre
tenemos trabajo…aunque no siempre haya quién lo pague, pues si conservamos
nuestra imaginación sociológica (dice Wright Mills en el libro con ese título, La imaginación sociológica) seremos
profesionales de la sociología. Y no por momentos solamente.
Ser profesionales de la sociología implica no sólo
interrpetar números, encuestas, las preguntas y las respuestas que nos hacemos
y que no devuelven, sino tamién soepechar de nuestras propias construciones, de
las declaraciones de sentido de los demás.
En un sentido amplio, emular a los “maestros de la sospecha”
de los que habla Paul Ricoeur. (1913 – 2005) “Seglogos
debemos ser claros, como dice Alexandra Heminsley en Running like a Girl (2013:
e son capaces de conspirar para engañarnosún Ricoeur”, señala Francesc
Torralba en Los maestros de la sospecha.
Marx, Nietzsche, Freud, 2013: 13 y 15), estos “cuestionan los fundamentos
de la tradición occidental y, en particular, de la Modernidad filosófica
representada clásicamente por el cogito
cartesiano (…) No tan sólo quiebran las convicciones de la Edad Media, sino que
ponen en duda las pocas convicciones de la Modernidad (…) nos exigen
reinterpretar al hombre, su relación con el mundo, el sentido de su existencia
(…) la hermenéutica cuyo objetivo central es pensar el destino del sujeto a
partir de la sospecha tendrá que revisar la cuestión en tres esferas: la
historia, la moral y el sentido último”.