Puede ser que le
permitamos a alguno de nuestros amigos que nos lo diga en broma, aunque hacemos
lo posible porque crea que no es verdad. Podemos dejar que nos lo digan
respecto a actividades o labores específicas. La verdad es que en las ciudades
solemos ser holgazanes para trasladarnos de un lugar a otro. A quien nos califique o siquiera insinúe que
somos haraganes, flojos, perezosos, o que tendemos a la comodidad y al menor
esfuerzo, lo miramos con desprecio y lo calificamos de injusto, odioso,
mentiroso y hasta sospechamos que aspira a ser nuestro eterno enemigo.
Pero es la verdad: en las
ciudades sobredimensionamos las distancias porque nos hemos acostumbrado a
movernos poco y a trasladarnos con escaso esfuerzo. Llega a tal grado nuestra
falta de voluntad que ni siquiera invertimos energía en plantearnos qué tan
lejos están nuestros destinos cotidianos. Si vamos a alguna parte, solemos
acudir a algún motor que consume gasolina o algún derivado del petróleo, en vez
de acudir primero al mapa y consultar qué tan lejos están los dos puntos entre
los que nos trasladaremos. Cuando pedimos u ofrecemos orientación para llegar
de un lugar a otro, las instrucciones suelen tomar en cuenta el sentido del
tránsito en vehículos de motor y no las condiciones de las aceras o de los
lugares por los que pasaríamos en caso de trasladarnos a pie.
En una ciudad como Guadalajara
nos hemos olvidado de realizar actividad física como parte de nuestros viajes
cotidianos. Es frecuente que los habitantes de esta metrópoli tengamos un
vehículo disponible a unos cuantos metros de la puerta de nuestra casa. Y por
esa disponibilidad pagamos varios miles de pesos, no sólo para adquirirlo, sino
también para asegurarlo, conservarlo en buen estado mecánico, para estacionarlo
y para adquirir el combustible que impulsará su motor. La verdad es que, por
una parte, utilizamos en exceso los vehículos con los que contamos en esta
metrópoli y, por la otra, también subutilizamos esos mismos vehículos. Nos
excedemos cuando, estando disponibles esos vehículos a unos cuantos pasos,
vamos en ellos a la tienda, a visitar a nuestros parientes o amigos cercanos,
al trabajo o a la escuela, cuando en realidad podríamos caminar un rato a esos
destinos y ahorrar dinero y a la vez la molestia de estacionar el vehículo al
llegar a nuestro destino. Nos quedamos cortos cuando en cada vehículo se
traslada una sola persona y desperdicia el 80% de la capacidad restante en
vehículos que por lo general podrían dar cabida a cinco personas.
De ese modo, es común ver a
personas manejando vehículos por la ciudad cuando esa misma distancia que
recorren podrían andarla sin necesidad de contaminar ni de saturar las calles.
Si pensamos que muchas de esas personas viajan solas en vez de aprovechar los
viajes que, pocos minutos más tarde o más temprano, harán sus amigos, vecinos o
parientes hacia esos mismos destinos o hacia rumbos cercanos, vemos lo absurdo
que es planear individualmente los viajes en vez de hacerlo tomando en cuenta
los traslados de algunos de nuestros conocidos.
Ocupar unos minutos en un
pequeño cálculo bien podrían ahorrarnos el tener que trabajar muchas horas,
días, meses o años para pagar por nuestra falta de previsión. Propongo un
ejemplo. Tomando en cuenta el costo de los vehículos nuevos, supongamos que
adquirir un vehículo representa un desembolso de 200 mil pesos, incluyendo
placas, trámites, seguros y tanque lleno. ¿Cuántos días tiene que trabajar un
tapatío común para poder pagar ese desembolso? El salario mínimo general por
día es de $67.29. Para pagar el costo de un vehículo de 200 mil pesos
significaría trabajar casi tres mil días de salario mínimo (2972 días, para ser
más exactos). ¿Cuántos días de salario mínimo se requieren para mantener ese
vehículo andando esa misma cantidad de días? Dependerá, en buena parte, de los
kilómetros recorridos. Suponiendo que ese vehículo deba recorrer tan sólo 30
kilómetros diarios, ello representa un costo adicional, suponiendo que rinda 10
kilómetros por litro de gasolina, de 40 pesos diarios. Si el vehículo recorre un
promedio de 30 kilómetros diarios a lo largo de tres mil días, el orgulloso
propietario deberá añadir 120 mil pesos a los costos de esos años de servicio
de su vehículo. Lo que equivale a otros 1783 días de salario mínimo. Sin
considerar el costo del mantenimiento, estacionamiento, lavado, posibles daños,
un vehículo de 200 mil pesos representa en realidad un trabajo de casi CINCO
MIL días de salario mínimo para mantenerlo trabajando tres mil días.
Pero la gente que utiliza vehículos de motor realmente no percibe el
salario mínimo, podrán argumentar los lectores. Quizá su percepción diaria se
acerque más $2,000 pesos. Así que para pagar los 200 mil originales tendría que
trabajar cien días, es decir, cerca de tres meses y medio. Y para mantenerlo en
circulación durante 90 mil kilómetros (tres mil veces 30 kilómetros), tendría
que trabajar otros dos meses más. Después de esos ocho años que toma recorrer
esa distancia, lo más probable es que el propietario de vehículo, desee cambiar
por una unidad más reciente. O quizá pretenda cambiarlo cuando lleve apenas la
mitad de esa distancia, para lo cual tendrá que volver a invertir buena parte
de los pesos que devenga con medio año de sudor propio o ajeno.
Una forma alternativa de plantear estas cuentas consiste en reflexionar
antes de comprar un vehículo cuántos viajes es posible realizar por otros
medios con esa cantidad de pesos y de tiempo de trabajo. Una persona que
trabaja cinco meses para adquirir determinado bien requiere al menos 600 horas
de trabajo, considerando semanas de trabajo de 40 horas y jornadas de ocho
horas diarias. ¿Cuántos minutos adicionales le toma trasladarse a trabajar?
Para buena parte de los habitantes de metrópolis como Guadalajara, los
traslados diarios representan cerca de una hora en cada sentido: dos horas
diarias que se añaden a las ocho de trabajo cotidiano. ¿Cuántos de los habitantes
de esta ciudad se plantean distribuir ese tiempo de traslados en distintas
actividades que los acerquen a sus trabajos? La cantidad recomendada por la
Organización Mundial de la Salud para dedicar a la actividad física es de apenas
150 minutos a la semana. Si una persona dedica 15 minutos a CAMINAR en el viaje
de ida al trabajo o escuela y 15 minutos más en el viaje de regreso a su casa,
cumple cabalmente con esa cantidad de minutos de actividad física en tan sólo
cinco días laborales por semana. Desafortunadamente, muchos de los habitantes
de esta ciudad pugnan por trasladarse en vehículo de motor hasta las puertas de
sus destinos. Como no les gusta que los tilden de flojos, llegan en sus coches
hasta el estacionamiento más cercano a su escuela o trabajo, en vez de reducir
sus costos y aumentar su actividad física.
Para mejorar nuestra imagen de personas activas, convendría quizá llegar a
pie o en bicicleta, y para hacer más efectiva la inversión que hacemos en
transporte motorizado, podemos reducir la cantidad de kilómetros y de horas que
pasamos en el coche o el autobús y aumentar ligeramente la distancia y el
tiempo que realizamos actividad física. Visto de otro modo, mientras viajemos
en un vehículo dotado de varias decenas de caballos de fuerza quizá estemos
trabajando horas, días y años de más para pagar por nuestra flojera…
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