‘Ora sí que estamos pero réquete bien apuradísimos
Pero rete harto muy apresurados. Cuánta presión por lograr
un montón de cosas que prometimos cumplir al principio del año. La vida de
nuestra ciudad, de nuestras instituciones, de nuestras familias, las vidas
prsonales mismas, la profesión. Hasta el armario nos requieren.
Es una apuración y un apuramiento
y una prisa y una urgencia totales. Ahora sí que deberemos movernos más rápido
que en chinguiza. “Yo mejor me voy a mi pueblo”, decía aquella señora cuando se
hizo el cambio de los miles de pesos a un peso por cada mil. Como que en la
ciudad no entendía las implicaciones de esas transformaciones. Demasiados ceros
eliminados de un solo jalón.
Es tanta nuestra angustia por las
apuraciones de que tenemos que terminar todo rápido, que uno de mis amigos, en
vez de responder a los requerimientos de sus profesores de que ya terminara la
tsis, estando en su pueblo, mejor optó por irse al extranjero. A lo mejor allá,
después de atravesar dos fronteras internacionales, entiende menos, pero lo
presionan en un idioma del que puede alegar que no supo ni qué le dijeron.
En mi ciudad prometieron que hace
tres años estarían listos un montón de obras públicas. Hubo algunas que sí
terminaron antes de que renovaran al alcalde y todo el ayuntamiento. Fue tanta
la apuración por terminar las obras a tiempo, que hasta dejaron mal hechos los
fundamentos de un mercado que ahora no sabemos cuándo podrá comenzar a
funcionar, ya entregado a la administración y poco antes de que se entregara a
los comerciantes. Ahora tendrán que apurarse a reparar las calles del entorno
del mercado, que dejaron todas cuatrapeadas, y además sacar agua y reforzar las
estructuras desde abajo. No vaya a ser que el mercado se convierta en émulo de
la torres gemelas y apachurre a sus propios ocupantes, siempre tan ocupados y
apurados.
Por esas prisas que nos acicatean
en toda la región, las autordades locales están construyendo, con pausas y sin
prisas, una línea de tren por donde debió construirse hace cincuenta años. Les
ha apurado tanto los últimos veinte años que al fin ya consiguieron los dineros
para que los trabajadores se ocupen del asunto ocho horas diarias (y no 24 por
siete días) que coinciden con las horas de trabajo y de traslado de casi toda
la población del pueblo.
Y la apuración destructora ha
sido tal que ahora ya no encontrarán empresarios que quieran instalarse en la
zona a recibir a los escasos pasajeros que llegarán al centro de la ciudad y a
sus dos extremos, para trabajar o para llegar a sus hogares. Es decir, los hogares
y negocios que que queden en pie después de que se conviertan en un desierto el
centro de la metrópoli, gracias a tan apresuradas obras que han tenido el
efecto de reducir la movilidad en aras de tener un tren rapidísimo.
En la escuela en la que trabajo,
ya hasta nos dijo nuestro jefe que si no hacemos pronto lo que nos encargó, y
que realmente no nos interesa hacer, hay otro equipo que está dispuestísimo a
realizar esas tareas. Nuestra respuesta en el sentido de que la ayuda sería
bienvenida como que no le gustó tanto y ni siquiera ha invitado a ese equipo que
está super dispuesto a hacer, rápido y bien y con todas las exactitudes y requerimientos
del caso, algo a lo que los del equipo en el que estoy metido no nos acaba de
atraer como proyecto a realizar además de las otras cosas por las que estamos
bregando. Pues a ver ahora que comience a darnos un poco de comezón cerca del
ombligo, a ver si convencemos a los interesados y que le encuentran sentido a
esos deberes de la apuración, de que era necesaria su presencia, sugerida unos
cuantos meses (o años) atrás.
De los diez kilos que, al igual
que muchos otros en enero de este año, me propuse bajar de mi propias carnes y
hueso, ahora tengo la apuración de que el año ya casi se acaba y ya son sólo
unos quince los que debo bajar en los setenta días que le quedan al 2015. Bueno,
pero quizá para el fin del sexenio, que también está por terminar, pueda
cumplir con ése y otros asuntos personales y de salud que son tan urgentes que
ni tiempo he tenido para resolver.
Como ya tenemos todas las
presiones encima, y los asuntos pendientes como si fueran espada de Damocles,
estamos rete angustiados y no sabemos qué hacer para resolver, rápido y con
exactitud, el problema de los embotellamientos de autom óviles.
Para que más nos guste, ahora las autoridades de movilidade mi pueblito
zapopano-tapatío están deteniendo a los vehículos en las avenidas para ver si
traen comrpobante de que no contaminan. Con las lecciones de la tecnología de
la Volkswagen y sus motores diesel, que fueron un escándalo mundial, esperamos
que los mecánicos locales encuentren formas de sacar pronto de la circulación a
nuestror vehículos contaminantes…para volver a meterlos a la lenta circulación
de nuestra ciudad con un reluciente engomado que certifique que humo no echa.
Ha de ser puro vapor de agua lo que sale de los escapes de los dos millones de
automóviles de la metrópoli.
Estamos rete apuradísimos por
resolver ese asunto ahora que en mi pueblo no dejan que los automóviles
estorben y contaminen a sus anchas mientras se estacionan o circulan (que es
casi lo mismo que estacionar) por las avenidas de nuestra ciudad. Nos van a
multar si no nos apuramos a certificar que nuestros vehículos son veloces,
aunque no se pueda ver y que no echan humo, aunque ése parece que sí se ve.
Los estudiantes de mi escuela
están rete apurados por entregar sus trabajos para los próximos coloquios y
para el próximo fin de semestre: tiene que ser pronto para que los apurados
lectores o directores de las tesis o los profesores de las asignaturas nos
apresuremos a calificar, a vuelo de pájaro de jet supersónico, los galimatías,
los errores y los aciertos de tan impuntuales aprendices.
Como también la gente (docentes,
profesores-investigadores, intelectuales y autores en general) está apurada por
entregar sus originales para que se publiquen antes de la Feria Intrnacional
del Libro (que es una feria de pueblo que carece de librerías y de contacto con
el mundo) o por preparar sus peroratas que expondrán (o expondremos) durante la
mencionada feria de pueblo, pero sin juegos mecánicos ni exposición ganadera,
pues tampoco estamos para recibir con buen humor los textos y requerimientos de
los angustiados estudiantes que tienen que hacer todo más rápido que el conejo
blanco de Carroll.
Lo bueno es que, en un par de
días más, será ya el cambio al horario de invierno. Lo que nos dará al menos
una hora diaria más para dormir o para mortificarnos por las prisas. Más o
menos como de aquí a abril del año próximo.
Es notable que casi todos esos
que dicen que nos apuremos andan en carro y llegan siempre tarde por culpa del
tráfico (o falta de circulación de éste). Ha de ser que no se apuran lo
suficiente en sus preparativos para salir o en la programación de sus citas o
en el desahogo de sus asuntos públicos y privados.
Es tanta la apuración que lo que
deberemos hacer es, quizá, esperar sentados mientras tomamos un café, a que
llegue la ayuda de “los interesados”.
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