Estudihambres y pobresores: ¿merecen un tren? Mejor algo que
sea más caro…
Mucho se ha discutido acerca de la necesidad de transporte
colectivo en la Zona Metroplotana de Guadalajara y de que éste se pueda
complementar con adecuados espacios para los traslados peatonales y en
bicicleta. Mucho se ha planeado esta metrópoli, al menos desde los años
ochenta, argumentando que debe evitarse la contaminación del aire y del agua,
la dispersión de la ciudad, la corrupción entre empresas inmobiliarias y
constructoras y funcionarios municipales, estatales y hasta agrarios. Millones
de automóviles y muchos centenares de miles de pesos han pasado por nuestra
ciudad para realizar obras….que poco espacio y recursos han dejado al
transporte colectivo, a las zonas peatonales y los transportes no motorizados.
Cualquiera diría
que los planeadores que hemos tenido en los recientes 35 años de existencia de
esta metrópoli han sido geniales. Lo malo es que los funcionarios y los
encargados de distribuir y aplicar los dineros han sido mucho más necios.
Mientras que unos han sido tercos y tenzaces en insistir en que el automóvil no
es la solución a los problemas viales, sino que de hecho, es la base de éstos,
los otros han pensado a la industria automotriz y los gastos en infraestructura
vial como la salvación de sus bolsillos personales y de su camarilla.
Los lemas
recientes en torno a las rezagadas obras de un tren en Guadalajara resulta
irónicos: “después de veinte años, al fin un tren en Guadalajara”. En realidad,
son quizá unos cincuenta años de retraso, pues desde los años sesenta y
setenta, en que se privilegió al automóvil en la zona metropolitana de
Guadalajara, y tan sólo pequeños
periodos excepcionales en que se construyó la primera y luego la segunda líneas
del tren ligero, el transporte colectivo es visto, tanto por funcionarios como
por usuariosoncesionar y empresarios del transporte en “camión”, como un
servicio para pobres. Y por ello se adquieren unidades de reciclaje, e incluso
al inicio de las obras del trenligiero utilizamos trolebuses que ya habían
cubierto varios cientos de miles de millas en la airosa Chicago.
Quienes no
han salido airosos han sido los tapatíos: trransportarse en el tren ligero o en
el autobús es percibido como una opción para pobres. Si no tienes dinero ni
para automóvil particular ni para taxi, quizá no tengas más remedio que ir a
esperar durante horas a que pase una unidad de la ruta que te puede acercar a
tu destino, amontonarse y restregarse contra otros pasajeros que también forman
parte del infelizaje tapatío (y a
veces algún inocente turista que proviene de alguna ciudad en donde el
transporte colectivo es también para la gente con posibilidades económicas).
Sólo es peor que el transporte colectivo el transportarse en bicicleta o en
triciclo: son los albañiles, los jardineros, los que se dedican a reciclar
cartón, papel periódico y plásticos quienes se ven obligados a recurrir a estos
vehículos de pedal a falta de opciones o de rutas de transporte consideradas
para pobres.
Y mientras
que en otras ciudades de otros países los universitarios, incluidos
trabajadores aministrativos, de servicios, estudiantes y profesores, utilizan
el transporte colectivo, caminan o pedalean a sus planteles, en Guadalajara las
mismas instituciones de educación se dedican a promover la aspiración de
comprar y utilizar diariamente un automóvil personal. No sólo resulta
vergonzoso llegar a pie o apearse en una de las muy mal diseñadas paradas (que
ni a estaciones llegan) de camión en esta metrópoli, sino que nadie quisiera
repetir la experiencia, si no fuera porque hay que ir a la escuela o a trabajar
y luego de regreso a casa.
Ni las
instituciones de educación superior, públicas o privadas, ni la secretaría de
educación en Jalisco, cuentan en sus planteles, de manera sistemática, con
estaciones de autobuses, ciclopuertos, espacios para desembarco de pasajeros
desde el transporte colctivo. En esa lógica, no es de extrañar que las
escuelas, la propia secretaría de educación, las universidades (que son decenas
en la zona metropolitana) no cuenten con estaciones de tren ni de autobús
frente a sus instalaciones, mucho menos dentro de ellas. Y lo que sí se promuve
es que haya “estacionamientos exclusivos” para maestros o directivos cerca o
incluso dentro de los terrenos de las escuelas, de todos los niveles. Miles de
automóviles ocupan miles de metros cuadrados en los terrenos de las escuelas,
desde pre-escolar hasta posgrados, como si en vez de formar estudiantes y
promover el diálogo crítico y el conocimiento, esas instituciones se dedicaran
a formar conductores de automóviles, promover la venta, lavado, reparación y
gastos de dinero y espacio (dentro y en las calles de los alrededores de los
planteles) en el transporte individual.
Dilapidar
el dinero en unidades de transporte motorizadas particulares, combustibles,
obras viales, estacionamientos y además desperdiciar espacios que podrían
servir para construir bibliotecas, áreas verdes, gimnasios, estaciones para
transporte colectivo, es la marca de esta fatigada y dispersa metrópoli
tapatía.
El hecho de
que se solicite, gestione, EXIJA una línea de tren y unas rutas de autobús,
además de protecciones para peatones y ciclistas que se trasladan a las
escuelas se ve como un capricho de quienes son pobres y “no quieren” comprarse
un carro o son flojos para manejar. Se ve como indigno que los actuales y los
futuros profesionistas se trasladen apiñados en un transporte que está dotado
de unidades inseguras, obsoletas, ruidosas, contaminantes… precisamente porque
están pensadas para transportar pobres que no pueden pagar para adquirir mjores
y más dignas formas de transporte, individual o colectivo.
¿Han
exigido los directivos de las universidades que haya transporte colectivo digno
hacia estas instituciones? ¿Qué grupos de estudiantes y de profesores estarían
en posibilidad de hacerse oir y de
exigir que existen estaciones y líneas de tren para uso de los universitarios?
¿Por qué la Universidad de Guadalajara, por medio de sus funcionarios y sus
representantes sindicales y estudiantiles no ha hecho gestiones para que
existan estaciones de tren y de otros transporte colectivos cerca o frente a
sus instalaciones? ¿Qué se ha hecho, por citar un ejemplo entre varios posibles
en esta metrópoli, en torno a los centros universitarios de Los Belenes,
Zapopan, para que se extiendan las líneas 1 y 3 del tren ligero para atender a
sus estudiantes, trabajadores académicos, administrativos y de servicios?
¿Dónde están los líderes sindicals y estudiantiles? ¿Estarán ocupados en los
estacionamientos, dedicados a ser los “viene-viene” de otros? ¿O quizá estarán
en las distribuidoras de automóviles particulares comprando el sueño que al fin
cristaliza sus aspiraciones de ser parte de los conductores atascados en el
contaminante, ruidoso y extenuante tráfico cotidiano de esta ciudad?
¿Qué pasa con la capacidad de
gestión de las universidades y de la secretaría de educación en Jalisco que no
han sido capaces de asegurar que existan líneas y estaciones que sirvan a los
planteles de todos los niveles de educación? Quizá los estudihambres y los
pobresores no merezcan una serie de estaciones y el acceso a diversas líneas de
tren ligero, porque son demasiado baratas en el largo plazo. Y lo que la
industria automotriz, Petróleos Mexicanos y los funcionarios de Jalisco necesitan es que los actuales y los futuros profesionistas gasten su dinero ahora
y aspiren a gastarlo más adelante, durante décadas por venir, en algo que será
más caro para la metrópoli y que representará más ganancias para quien se
dedica a promover los embotellamientos y la contaminación ambiental.
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