Tienes que moverte por la ciudad de un punto a otro. Quizá
estés muy frustrado porque no pasa el autobús en el que llegarás a tu escuela. Llegaste a la fila de la parada del autobús y ya había unos cuantos
jóvenes más, equipados con sus mochilas y listos
para sus actividades cotidianas. Porque en realidad todavía no comienzas a
moverte a la velocidad a la que quisieras. Sólo has logrado llegar caminando
desde tu casa a esa parada y, por más que te apresuraste en la mañana para
vestirte, peinarte, arreglar tus pertenencias y dejar relativamente arreglada
la recámara en la que duermes, sientes que no has hecho algo de provecho
todavía. No has terminado las lecturas que debías al menos ojear y hojear para
la primera clase. Y eso no podrás hacerlo mientras estés en la parada del
autobús, porque si éste llega mientras sacas el libro de la mochila, no podrás
ponerla en orden antes de abordar y luego tendrías que volver a sacar el libro
ya que estés a bordo.
Decides
esperar a que llegue el autobús y luego comenzar la lectura. Pero sientes que
pasan los minutos y no puedes avanzar en la lectura ni en el espacio de esta complicada
y ruidosa ciudad. Pasan algunos otros jóvenes caminando o en bicicletas, rumbo
a tu escuela. Tú no quieres caminar hasta all á porque
temes que llegarás tarde, con la ropa sudada y además estarás todavía un rato con
mucho calor…y sin haber podido leer aunque sea unas páginas antes de la clase.
Al fin llega el autobús. Lo abordas junto a varios otros jóvenes que van a tu escuela
y otros que van a escuelas distintas. Todos con mochila, así que subir se
complica por el bulto que cada quien carga en la espalda.
Al fin estás
en el trayecto y podrás leer si alcanzas un asiento, o tendrás que hacerlo de
pie con mayor riesgo de perder el renglón, el hilo de la lectura o el libro. Te
concentras en la lectura y cuando los estudiantes que van a tu escuela
comienzan a bajar caes en la cuenta de que tú también has llegado a tu destino.
No pudiste leer mucho, pero al fin estás en la escuela y podrás preguntar a
alguno de tus compañeros de qué trata el resto de la lectura.
Los
compañeros que pasaron minutos antes, a pie o en bicicleta, están ya en su
salón. Qué bueno que no tomaron el mismo autobús, porque entonces la espera se
habría hecho más larga y el autobús habría estado más atestado.
A lo largo
de la mañana, cada uno de los maestros que llegan se queja de que las
intervenciones de los ingenieros para mejorar y agilizar las vialidades llevan
años haciendo más lenta la circulación. Comentan que cada vez que los
trabajadores terminan de ampliar una avenida, sigue el turno de otra. Y luego
es el momento de repararla, con lo que se generan desviaciones por calles menos
anchas en las que deben caber todos los automóviles que aprovechaban las
avenidas para llegar de un punto a otro de manera relativamente fluida. Algunos
de esos maestros llegan en su automóvil y añaden que cada día es más difícil
encontrar lugar para estacionarlo y que en los estacionamientos de paga es cada
vez más caro meter un auto. Para algunos, es además una lata que los choferes
de los autobuses se detengan en las esquinas para tomar más pasaje.
Algunos de
los trabajaores de tu escuela llegan también en autobús. Pero llegan un par de
horas más temprano que los estudiantes y que muchos de los docentes. Algunos
vienen de barrios mucho más retirados que el tuyo. Algunos llegan en automóvil
particular y procuaran organizarse para que quienes viven en los mismos rumbos
lleguen en el mismo auto. Así que ocupan más asientos de cada automóvil que los
docentes que viajan solos y llegan más tarde.
No te has
dado cuenta, pero quienes viajan y llegan más temprano, aunque su hora de
entrada sea la misma, contribuyen a que el autobús que tú abordarás esté menos
lleno. Y el autobús en el que viajas ocupa menos espacio que el que ocuparía
los automóviles que transportarían a esos mismos pasajeros de uno en uno. Y la
contaminación es menor por cada pasajero. Los que han comenzado a caminar o que
pedalean en sus bicicletas desde temprano han contribuido a dejar espacio libre
en las calles y no han contribuido a que los vehículos emitan gases, produzcan
ruidos y choquen unos con otros.
Piensas que
moverte por tu ciudad es terrible. No siempre te das cuenta de que gracias a
aquellos que deciden utilizar el transporte colectivo, viajar más temprano,
compartir el vehículo, usar la bicicleta o caminar al menos una porción
considerable de sus viajes cotidianos, disminuyen la contaminación, los
embotellamientos, los accidentes, el ruido, en comparación con lo que se
produciría si todos los habitantes de tu ciudad se movieran en automóviles
particulares con uno o dos ocupantes. En otras palabras, para hacerlo más
ligero, muchos de quienes se sienten frustrados por la lentitud del tráfico, el
ruido en las calles, el humo y los polvos en el aire, podrían contribuir a que
moverse en la ciudad fuera más ligero si, en vez de gastar su dinero, que en
realidad fue producto de muchas horas de trabajo, en la adquisición, el mantenimiento y el combustible de sus automóviles
particulares, invirtieran algo de tiempo en compartir vehículos, utilizar el
transporte colectivo, pedalear o caminar. Incluso podrían ser más puntuales en
sus llegadas, sin el retraso que les implican las lentas velocidades de
desplazamiento de los vehiculos particulares, la necesidad de estacionarlos en
lugares cada vez más escasos o más caros. Sin dejar de lado la escasa
posibilidad de realizar actividades físicas a la que se ven obligados por la
necesidad de trabajar más horas para poder ganar más dinero para pagar un
automóvil en el que deberán viajar sentados y transportarse a un lugar en el
que muy probablemente su trabajo implique actividades sedentarias.
Ni cuenta te
has dado pero hay gente que hace más ligero tu día. Y quizá sería tiempo de que
tú también comenzaras a hacer más llevaderos tus traslados por la ciudad…
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