domingo, 18 de febrero de 2007

Las banquetas tapatías






En Guadalajara, desde hace varias décadas que las banquetas de la zona centro de la ciudad no llaman la atención de las autoridades. Tras una breve moda en los años setenta de abrir zonas peatonales en las que a la vuelta de unos pocos años se renovaron los pisos, poco se ha hecho por ampliar las posibilidades de trasladarse a pie por la contaminada urbe.


En los mismos años setenta y ochenta se inició una especie de terrorismo dedicado a derruir casas y abrir plazas y otras obras que supuestamente renovarían la imagen urbana. No obstante, ni la Plaza Tapatía, ni la Avenida Federalismo, ni la rehabilitación de la Calzada Independencia alcanzaron a convertirse en focos de atracción de rutas de transporte colectivo (aparte de la todavía escasa población que utiliza el "tren ligero"), ni de suficiente actividad comercial como para atraer peatones y desanimar el uso de vehículos particulares para pasar y llegar a trabajar a la zona más antigua de la ciudad.


Algunos espacios han sido remodelados en administraciones recientes: una cuadra de menos de 100 mts en la calle Coronilla, algunas cuadras en la zona de las "nueve esquinas", una decena de cuadras en la calle Pedro Loza, para continuar la zona peatonal de la calle Colón, una especie de mini-maqueta de propuesta de "rambla" en la calle Escorza, junto al edificio de rectoría de la Universidad de Guadalajara. Pero hasta el momento no se han tomado en serio la reflexión y las acciones de mejoría de los pisos de nuestra ciudad.


Ni las superficies por las que transitan los vehículos particulares, ni las zonas de paradas de autobuses, ni las estaciones del tren ligero y mucho menos las banquetas, han sido objeto de una planeación y ejecucicón integrales en las que se combinen espacios peatonales con zonas comerciales y la posibilidad de llegar, desde puntos distantes de la ciudad a zonas con estacionamientos suficientes para los autos particulares ni con transporte eficiente desde el centro hacia la periferia.


Ni peatones ni discapacitados ni ciclistas pueden transitar por la ciudad sin riesgo de sus vidas o al menos de su integridad física. Durante años se ha señalado al "pulpo camionero" como culpable de muchos de los accidentes mortales de la ciudad, pero no se ha podido llegar a acuerdos (más allá de las componendas de la corrupción) entre las autoridades de la ciudad y el estado frente a los concesionarios del transporte colectivo. En Guadalajara circulan todavía unas unidades de transporte colectivo ruidosas, contaminantes, incómodas, ineficientes. Pero las condiciones de los autobuses y las atrabiliarias formas de manejarlos no son las únicas culpables de que no se generen políticas claras de transporte colectivo en la ciudad.

A tono con la falta de planeación del transporte y del crecimiento urbano, el centro de la ciudad es un verdadero campo minado para los peatones. Los choferes de autobuses y automóviles no respetan las zonas peatonales y ello se complica con la escasez de espacios verdes y la estrechez de unas banquetas a las que rara vez se les da mantenimiento. Las imágenes que acompañan este texto dan una idea de lo urgente que reulta dedicar recursos y atención a las banquetas como una forma de promover que la gente camine en vez de transitar en vehículos de motor y a la vez de la poca importancia que sucesivas administraciones de la ciudad y del estado han dado a estos espacios.


No sólo es vergonzoso llegar a Guadalajara por los tristes espectáculos que ofrecen las carreteras de Jalisco, sus estaciones de autobuses foráneos y su aeropuerto, sino también porque ya en la ciudad es casi imposible moverse a pie en ella. Y ello no porque se trate de largas distancias las que hay que recorrer, sino por la escasa protección de sombras de los árboles, por lo desaliñado de sus pisos y por la estrechez de las aceras incluso en zonas tan comerciales como el llamado "primer cuadro".


Zonas históricas que deberían ser parte del orgullo local, como el Hospital Civil y su antiguo jardín botánico y el panteón de Belén están en el abandono y, aunque todavía visitadas por los turistas, su estado es realmente patético y totalmente inaccesible para personas de edad y en sillas de ruedas. Ni siquiera las aceras cercanas a las escuelas y las áreas verdes y comerciales ofrecen superficies dignas para el traslado. Aparte de su desgaste de décadas, las banquetas acumulan desechos de varias semanas. Ni autoridades ni habitantes de la ciudad parecen darse cuenta del entorno de sus actividades cotidianas.

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