EL TERCER EJÉRCITO
Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente” –Ghandi.-
Durante los últimos meses no había cosa más importante en mi ser que prepararme para ganar en esta convención, practicaba y estudiaba con gran ahincó para hoy dar mi mejor y resultar galardonado en esta competencia; es asombroso, e incluso impactante, como la vida en un instante te hace partícipe de duros y terribles acontecimientos que te transforman y marcan por siempre. La vida a través de ese sutil y trágico andar, hace que una mañana común despiertes con un reflejo diferente, un reflejo lacerado que tristemente jamás será igual.
Y todo ello debido a los horrendos acontecimientos suscitados en mi bella, pero hoy secuestrada y atemorizada, ciudad de Torreón, Coahuila el fin de semana pasado. En donde un grupo de bandoleros desalmados dispararon sin piedad sus balas en un bar robándoles instantáneamente la vida a dos amigos del alma con los cuales había convivido por más de 15 años, y a otros seis jóvenes más. Mis hermanos y los demás jóvenes cometieron un pecado terrible que los condenó a perder sus vidas, el pecado de buscar un lugar en donde compartir una copa con un amigo.
Este dolor que hoy ahoga todas las fibras de mi ser, no se compara con el sufrimiento que los hoy inconsolables padres de mis amigos sintieron a la hora de recibir una llamada en la madrugada, que espero de corazón amigos de toda la república, jamás reciban: la llamada de un frio asistente de hospital que solicita ir a reconocer el cuerpo de su hijo asesinado en una masacre. ¿Qué no suponía la ley de la vida que los hijos enteraran a sus padres y no viceversa? ¿Qué no suponía que estos jóvenes debían disfrutar las bellezas y experiencias que tiene la vida por el pasar de los años? Antes de su último aliento ¿mis hermanos se habrían dado cuenta que jamás se titularían, que jamás se casarían y tendrían familia, que jamás sabrían lo que es regresar a casa y recibir el cálido abrazo de una madre amorosa que los espera y que vive por y para ellos? ¿Habrían pensado que sus vidas se convertirían en un número y una estadística más?
Uno de mis hermanos asesinados se llamaba Mauricio Murra, un joven brillante quien, sin lugar a dudas, auguraba un futuro más que exitoso. Dedicaba su vida entera al estudio, el trabajo y la familia; recuerdo con nostalgia que siempre llevaba consigo una pulsera en su diestra que tenia las letras WWJD, que representan la abreviatura al español “¿Qué haría Jesús?”, y siempre que se encontraba en momentos difíciles consultaba su pulsera y se encomendaba a Jesucristo; el día de hoy esa pulsera continúa iluminando senderos, pero no de él, sino de una madre inconsolable que busca la pronta y ardua resignación.
Y como Mauricio muchos más, esta guerra está acabando no sólo con policías y criminales, sino con inocentes, particularmente jóvenes, y con ello no sólo se arrebata la tranquilidad y vida de sus padres, si no la esperanza de un país que finca su futuro en ellos, es decir, no sólo acaban con sus vidas sino con propuestas, ideas, arte, anhelos que hoy más que nunca este México del siglo XXI necesita.
Amigos, seamos consientes de que ni el gobierno ni los cárteles tienen la culpa. La responsabilidad principal es de nosotros: la sociedad. Una sociedad adormecida, pasiva y temerosa, secuestrada no por la violencia, sino por el miedo; que nos mantiene cabizbajos y tolerantes a las calamidades que suceden día con día en nuestras calles. ¿Cuántas muertes más se requieren para que tomemos la responsabilidad y actuemos? ¿Necesitamos que nuestros hijos sean desangrados para levantarnos?
Yo creo que no. Yo no creo que sea necesario que la tragedia toque todos y cada uno de nuestros hogares para levantarnos. Y sí, necesitamos levantarnos en armas, hacer una revolución en la cual nuestro fusil sea el raciocinio y nuestras balas la palabra; en donde reclutemos a soldados de paz y agentes de cambio que busquen más que violencia, soluciones. Formemos un tercer ejército en donde la trinchera sea el cambio y el servicio social; que busque sanar el resquebrajado tejido social ya que de éste deriva el conflicto; un ejército que entienda que la crisis de inseguridad no es económica o política, sino social; entendamos que está en nosotros y no en un político ni en un policía el rescate de este país.
Pero ¿cómo? Cómo formar un tercer ejercito, el social, el de paz y combatir desde esa trinchera. Parar ello quisiera compartirles nuestra propuesta surgida en Torreón para no quedarnos cruzados de brazos ante la injusta muerte de nuestros amigos: 10 jóvenes nos reuniremos para crear una asociación civil que tenga un objetivo claro: crear oportunidades de desarrollo a aquellas personas abandonadas por la sociedad; llámese pobres, desadaptados, jóvenes banda etc. Estas oportunidades las crearemos organizando torneos deportivos, manifestaciones culturales y capacitaciones académicas y laborales mediante convenios de colaboración con universidades. Imaginen ustedes el impacto positivo que tendría, por ejemplo, el ofrecer un diplomado en carpintería exclusivo para lavacoches y limpiaparabrisas, que mediante esa educación se les inculque lo que es la cultura del esfuerzo y tengan una alternativa real a unirse a las filas del narcotráfico.
Tal vez piensen que estas labores para “mantener la mente ocupada” de los jóvenes las realiza ya el gobierno, y están en lo correcto. Sin embargo creo que estas acciones carecen de continuidad debido a que son planes sexenales o trianuales y dependen del color rojo, azul, amarillo o verde. Nosotros sociedad no dependemos de una fecha de caducidad ni de un color, nosotros somos los únicos que podemos ofrecer un programa de carácter permanente desde y para la sociedad.
Amigos de la república, despertemos de esta pesadilla. Tomemos la acción y combatamos al crimen como sociedad, como un todo, como un pueblo unido que busca rescatarse a sí mismo.
¡Unámonos! Que las fronteras de la sociedad sean arrasadas y demostremos que somos un pueblo con memoria histórica y alto compromiso social.
¿Amas a tu país? ¡Demuéstraselo con acciones! Y no le cierres la puerta a alguien que el día de mañana pueda ser el secuestrador de tu hijo. Te invito a que te unas a esta revolución del pensamiento y a este ejército de paz promoviendo en tu ciudad oportunidades para quienes no las tienen.
Déjenme decirles, como diría Ernesto Guevara, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.
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