El día de hoy está usted en posibilidades de comprar un vehículo nuevo que le cuesta 150 mil pesos. La tenencia y otros trámites otros diez mil pesos. Súmele el seguro para su auto nuevo. Si usted es inteligente, comprará un auto que no se encuentra en la lista de los más robados en México (algunos Nissan y VW encabezan la lista) y con ello reducirá la prima del seguro. El total hasta el momento: 165 mil pesos.
Su nuevo vehículo funciona muy bien con gasolina Magna, a ocho pesos el litro. Si usted paga por los servicios de mantenimiento dos mil pesos al año, costo que podemos sumar a los ocho mil pesos que gastará en los mil litros que le servirán para recorrer los primeros diez mil kilómetros. A precios actuales, eso equivale a un costo de diez mil pesos anuales en gasolina y servicios, además de los pagos en tenencias, refrendos de placas, verificaciones, una que otra multa por infracciones al reglamento de tránsito, que sumarán otros diez mil anuales. Digamos que su carro sobrevive seis años en buenas condiciones y que logra recorrer cien mil kilómetros. Son ya 120 mil pesos entre multas, servicios y combustible, los que sumados a los 165 mil pesos iniciales dan un total de 285 mil pesos para los primeros cien mil kilómetros, equivalentes a 47,500 pesos anuales.
Usted no paga estacionamiento mientras está en su trabajo, no tiene accidentes que impliquen pagar el monto del deducible del seguro, y tampoco le pondrá aditamentos y chucherías a su vehículo. Si llegara a hacerlo, incurriría en gastos adicionales. ¿A cuánto salió el kilómetro recorrido? Casi tres pesos el kilómetro. ¿Cuántos de esos cien mil kilómetros recorrería usted en carretera entre una ciudad y otra? Los traslados en avenidas anchas y relativamente rápidas (de 40 kilómetros por hora promedio) no equivalen a viajes en carretera.
¿Qué pasa si comparamos los costos del transporte en un vehículo particular con los costos de los traslados a pie, bicicleta, transporte público? ¿Son sus zapatos tan caros que cada kilómetro que recorra con ellos le cueste tres pesos o más? ¿Cuántos kilómetros puede recorrer con las llantas y el equipo normal de una bicicleta de seis mil pesos? ¿Cree usted que la bicicleta se acabaría antes de dos mil kilómetros (suponiendo que le da el mantenimiento adecuado)? ¿Cuántos viajes hace un usuario común del transporte público con esos 285 mil pesos que costaron sus hipotéticos traslados durante seis años? Al precio del transporte público en Guadalajara son 47,500 viajes. Aun si quien se transporta en transporte público tuviera que abordar cuatro distintos autobuses diarios, ello significaría el equivalente a trasladarse 11,875 días. Incluyendo sábados y domingos, poco más 32 años.
¿Vale la pena “invertir” en un vehículo para carretera que se usará principalmente en la ciudad? ¿No sería más sensato invertir en transporte colectivo? Planteado de otra forma: ¿por qué, quienes nos movemos en las ciudades, optamos por gastar nuestro dinero en comprar un vehículo particular en vez de presionar para mejorar el transporte colectivo? ¿Cuántos usuarios de vehículos particulares, a lo largo de los años, hemos malgastado –a través de los políticos que nos representan al gastar los impuestos– nuestro dinero en vehículos particulares, los recursos de los ayuntamientos y de los contribuyentes, nuestro tiempo y el aire que respiramos, presionando para que haya calles más amplias en las que quepan más y más veloces vehículos, en los que haya cada vez menos árboles y en los que se dan tantas fatalidades por los choques entre esos vehículos y entre ellos y los peatones que osan acercarse a las vías rápidas y no tanto?
¿Por qué seguimos favoreciendo el enfrentamiento entre lámina contra epidermis y no promovemos el uso de métodos alternativos para distancias medias en los traslados urbanos? Por otra parte, ¿qué pasa con nuestros sistemas de transporte regional que, en vez de contar con trenes entre ciudades relativamente cercanas (por ejemplo de Guadalajara a Tepatitlán, o de Aguascalientes a León) recurrimos todavía al costoso sistema de carreteras “de cuota” en las que todos cooperamos para embotellarnos, accidentarnos y pagar por usar una superficie con nuestros propios vehículos por los que ya pagamos muchos otros costos?
¿De qué manera las superficies que ocupan las calles, cada vez más amplias, y las carreteras, cada vez más letales, nos consumen espacios de convivencia, de áreas verdes, de esparcimiento e incluso de trabajo? ¿Cuál es la lógica de cambiar de vehículo cada determinado número de años o de kilómetros para volver a pagar, desde el principio, múltiples costos por el afán de conservar la garantía del fabricante y contribuir con impuestos adicionales a los costos elementales de mantener un vehículo en funcionamiento? ¿Qué evita, aparte de las políticas oficiales de promoción de la compra/venta de automóviles nuevos que en su totalidad son de marcas extranjeras, que los usuarios de las ciudades seamos usuarios del transporte público y complementemos con traslados en bicicleta y a pie? ¿Nos lo evita nuestra creencia en que el vehículo más potente, más brilloso, más equipado, hará también más potentes a nuestros egos y más atractivas nuestras cualidades personales? ¿No usamos el transporte público y los medios alternativos porque odiamos sudar y preferimos gastar nuestro tiempo y nuestro dinero en reparar los daños que causamos generando más calentamiento global y más calor en nuestro entorno?
¿Apuesta a esa lógica el gobernador, al proponer construir una vialidad exclusiva para vehículos particulares a los que se les cobrará por recorrerla? ¿Está usted dispuesto a añadir a los costos de trasladarse de un lugar a otro, el de un peaje por atravesar la ciudad de sur a norte y viceversa?
(Carta publicada en la sección "Los lectores toman la palabra" de Públlico-Milenio, el 22 de junio de 2010)
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