“¡Huy qué miedo!”, suelen declarar los que no comprenden
lo que implica el cambio de adscripción religiosa. Muchos de quienes se “convierten”
de una fe a otra declaran que al fin han encontrado una congregación o una
orientación en la que “explican mejor” la relación con lo divino. La conversión
religiosa hacia el islam es descrita con el término de “regresión” pues significa
volver a una naturaleza musulmana con la que nace todo ser vivo.
En
contraste, el término de regresión según se utiliza en el psicoanálisis,
constituye un mecanismo de defensa psíquico consistente en la vuelta a un nivel
anterior del desarrollo.
Los dos
usos del término podrían estar más emparentados de lo que pensábamos si
consideramos que podemos definir la regresión como la acción de volver hacia
atrás.
Para avanzar
quizá valga la pena “volver hacia atrás”, al estilo de lo que decía Marx:
retroceder para mejor saltar y hacer una regresión en nuestros modos de
movilidad: en vez de treparnos a un vehículo de motor, bien podríamos regresar
al modo por excelencia de trasladarnos: caminar, quizá pedalear, tan parecido
en cadencia pero a la vez más eficiente que el andar erguido sin ayuda de
palancas más allá de las fisiológicas.
“¡Huy qué miedo!”, declararán
quienes temen caminar por las banquetas de nuestras deterioradas ciudades, lo
mismo que aquellos que se enteran de que hay personas que van de un lugar a
otro de la ciudad en bicicleta. Es irónico que, al igual que los conversos a
una nueva fe que se sienten mucho mejor y más espirituales, los nuevos
conversos a esta “regresión” al uso de la bicicleta y de sus pies para andar,
se encuentren con una resistencia similar de parte de sus parientes y amigos. Los
no conversos suelen sentir angustia por la incertidumbre de no saber ni conocer
lo que los conversos nuevos ya han conocido y ahora saben mejor. Aunque algunos
crean que es “ir para atrás”. Y nosotros sabemos que es necesario realizar
algunas regresiones para “ir mejor hacia adelante”.
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