Como a los ricos
de espíritu eventualmente nos afectan (aunque en menor medida) las crisis
económicas, he cavilado últimamente en cómo podríamos remontar la escasez en
que se ve inmersa la materialidad en que se sostiene nuestra alma inmortal.
Para comenzar, he considerado que eso de trabajar es muy desgastante, y
como la austeridad se propone reducir el gasto, lo primero que haré es generar
medidas que reduzcan la magnitud de mi propio desgaste laboral. Habré de
trabajar menos por unidad monetaria percibida. Así, la primera estrategia a
aplicar consistirá en una drástica reducción en la cantidad de viajes
realizados de mi casa a mi lugar de trabajo y, con ello, también una reducción
en la cantidad de kilómetros recorridos y el tiempo invertido en ello. Eso
además en el contexto del anuncio de que la institución en la que trabajo
cambiará su sede. En vez de los quince kilómetros de ida y otros tantos de
regreso, ahora el traslado aumentará a 25 kilómetros en cada sentido.
Multiplicando, pues la intención es restar la cantidad de kilómetros: (15 x
2) x 5 = 150 kms semanales, según mis traslados actuales. En los meses por
venir, al reducir en un 80% la cantidad de viajes, iré una vez a la semana en
vez de cinco. Ya era una exageración trabajar tantos días, así que también
sería dilapidar tiempo, dinero, combustible, tensiones, en trasladarse al lugar
de trabajo igual cantidad de días. Así: 25 x 2 = 50 kms. Una reducción del 80%
en la cantidad de traslados dará como resultado una reducción de 66% en la
cantidad de kilómetros recorridos.
Y ya pensando en estrategias, estoy planteando una reducción aun más drástica
en la cantidad de kilómetros recorridos con mi propio vehículo. Digamos un 90%.
De tal modo, en vez de utilizar mi propio carrito, puedo plantearles a mis
compañeros de trabajo que pasen por mí a la hora que yo les diga y que luego
sean ellos mismos (u otros compañeros) los que me devuelvan a mi casa. Una medida
alternativa, para que no sientan que soy un conchudo y me aprovecho de ellos,
es averiguar si sus casas están a una distancia caminable y yo mismo caminar
hasta la casa del compañero o compañera a la que le tocará la suerte de
llevarme al trabajo.
Mejor todavía si, dada la distancia caminable, me traslado a pie antes de
la hora de la comida y llego a tiempo para departir con mi compañero o
compañera de trabajo y con toda su simpática familia. El detalle a observar es
que deberé llevar mi cepillo de dientes conmigo, aunque aprovecharé para
aplicar otra medida de austeridad que reducirá aun más mis gastos pecuniarios:
utilizar su agua y su pasta de dientes después de comer de su comida, cocinada
con su estufa y con los demás materiales consumibles (gas, carne, verduras,
bebida y lo que demande el caso).
Ya en mi espacio de trabajo, que nunca ha sido muy amplio, quizá porque en
mi institución se me adelantaron con eso de la austeridad y jamás he dispuesto
de cubículo, plaquita, letrero, puerta, ventana o ventanilla, ya no se diga una
silla, escritorio, computadora o teléfono para hablarles a mis cuates y ordenar
la pizza vespertina, podré ahorrar un poco más si aplico otras estrategias
acordes con el ascetismo de una institución que aprovecha sus recursos en
mantener un importante equipo de futbol en vez de malgastar el dinero en
pagarles a sus demás empleados o en atender a sus usuarios.
Digamos que, para más ahorrar y menos desembolsar, utilizo los espacios en
blanco de los periódicos que desechan los altos ejecutivos (en mi institución
suelen llamarles “funcionarios”, con un toque de humor, pues a mí me parecen
más bien disfuncionales), para garabatear mis piensos y plantear mis ideas y
otros planes de trabajo. Total, durante años mis propuestas, solicitudes de
citas o de recursos para determinadas actividades que me demanda mi
institución, han caído (casi todas) en el bote de reciclaje de papel. Así que
de una vez podemos evitar algunos problemas, de paso reducir la cantidad de
fotocopias y el espacio para archivar los oficios acerca de asuntos sin trascendencia
y nos ahorramos otro montón de traslados de personas y de papales dentro de la
institución. Menos desgaste de calzado y del piso de las nuevas instalaciones.
Para gastar menos electricidad, me he propuesto aplicar la estrategia de
estar menos horas de la noche en mi casa, como no sean las requeridas para
dormir, y así no tendré que pagar más a la Comisión de Electricidad. Para más ahorrar
electricidad, también puedo evitar asistir a juntas nocturnas y, de una vez,
hacer lo posible por evitar también las juntas diurnas.
Convendría no asistir a juntas en las que la gente gasta saliva, tiempo,
entusiasmo, ideas y hasta horas que podría dedicar al esparcimiento. Estoy
considerando no sólo reducir la cantidad de horas y de juntas en las que esté
yo presente, sino incluso reducir la cantidad de juntas a las que convoco. De
todos modos, si se consultan las actas, son pocos los acuerdos vinculantes para
quienes participan que acaben por cumplirse en algún momento. Según recuerdo,
hay pocos registros de los acuerdos que se hayan cumplido en esa institución.
Creo que caben en una carpeta en la que se podrían enumerar, en una cuartilla,
la cantidad de acuerdos cumplidos a cabalidad.
Si hacemos menos juntas, también requeriremos menos papel y menos espacio y
mobiliario para archivar las actas de loa acuerdos que luego todos olvidamos.
Considero que quizá me limite incluso en eso de tomarme la libertad de yo mismo
citar a juntas, reuniones, asambleas, sesiones a mis compañeros de trabajo.
Como que esa libertad que me tomo a veces aumenta la cantidad de restricciones
laborales que nosotros mismos nos imponemos, lo que acaba siendo, una vez más,
un desgaste y un generador de tensiones y de estrés.
Para más reducir el desgaste, estoy considerando pedirle su bicicleta a mi
vecino. Quizá tomar baños más breves o más multitudinarios, para que al gua se
distribuya mejor y gastemos menos jabón. Habré de pensar mejor cómo reducir el
uso de calcetines, de pantalones (quizá cambiar a tines y a pantalones cortos)
además de puras camisas de manga corta. Todavía no he diseñado en detalle cómo
reducir la cantidad de cargas de la lavadora en un 50%, para lavar, en vez de
una vez a la semana, una vez cada tres semanas.
Lo que falta es que mis jefes autoricen la parte de mis planes que afecta a
mi institución. Ya ven que, a veces, a los jefes inmediatos, mediatos,
superiores o inferiores, pasados, presentes o futuros, les da por cambiar
nuestros planes. Ya ven cómo son los jefes.
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