Entre
mis aficiones más notables entre mis amigos y familia se sitúan los libros y
las bicicletas. Ésta bien ganada fama, en realidad está vinculada con la
lectura y con la libertad que da pedalear una bicicleta. Así como hubo una
época en que, al verme leer, algunos pensaban que leía de puro aburrimiento
durante las esperas, en realidad lo que hacía era disfrutar de los tiempos que
quedaban entre una actividad y otra.
Alguna vez, llegar a un banco en bicicleta y encadenarla
afuera y a la vista, al sacar mi libro de la mochila y ponerme a leer sentado
en los sillones de la sala de espera (con un ojo a la bici y el otro a la
lectura), me vali ó para que me atendieran más rápido: “¿qu é puedo hacer por usted?", me interpelaron. Un sujeto
"loco" que llega en bicicleta y que además lleva un arma tan
sospechosa como un libro, ha de ser, si no un asaltabancos o un terrorista
financiero, al menos un sujeto indigno de esta sociedad de consumo, parece
haber sido el reflejo del empleado bancario.
Durante los años de jardín de niños de mis hijos, los llevé
en el asiento para niños que se sujeta en la bici, luego en el asiento más un
remolque. Posteriormente, en un trciiclo que yo conducía mientras ellos miraban
hacia atrás en un asiento especialmente diseñado y construido por unos primos de
manos diestras y habilidades para soldar. Mi esposa recuerda todavía cuánto
tiempo dedicamos los primos, mis hijos y yo, al dise ño,
selección del triciclo, opciones, pintura, ajustes, detalles, del que llamamos
“vehículo nuevo”, que acabó siendo robado de la cochera de nuestra casa. “¡Todo
el tiempo que le hab ías dedicado! ¡Es tan injusto
que se los robaran!", exclamó mi vecino cuando se enteró del robo. “Y el
tiempo que pasaban en el trayecto a la escuela y de regreso”, añadió
Como mis hijos también tienen bicicleta, espero que algún
día puedan lograr el equilibrio y las habilidades viales para que puedan ir a
la escuela en bicicleta pedaleando por ellos mismos. Y confío en estar en
condiciones de acompañarlos en bicicleta algunos años más, en vez de llevarlos
en coche, como ahora que su escuela primaria está más lejos que el jardín de
niños y que no hemos sustituido el triciclo.
Como dejo el coche junto a la escuela para la hora de
recogerlos de ella, algunos de mis amigos me preguntan: “¿y cuánto tiempo te
toma regresar desde allá? ¿Y cómo regresas por ellos?”. Cuando les digo que
caminar, trotar o correr los cinco kilómetros de regreso a casa me da la
oportunidad de pedalear esos cinco kilómetros cuando vaya por los hijos,
parecen sorprenderse de cuánto tiempo “pierdo” en transporte. Y a eso no le
suman, pues no lo saben, el tiempo que dedico a revisar, limpiar, acomodar, las
bicicletas mías y de mis hijos. Sólo a mi esposa le da risa el tiempo que les
dedico a dejarlas en estado presentable: “ahí se ve el tiempo que les dedicas a
tus aficiones, incluidas ahora las bicis de tus hijos”, declaró alguna vez que
me vio afanado en sacarles brillo.
En realidad, pedalear como ciclista urbano entre semana con
rumbo a mi trabajo y otras actividades, me da la satisfacción múltiple de no
contaminar con un vehículo de motor, de no perder tiempo a la espera de un
autobús, además de ganar tiempo y mejores perspectivas mientras me traslado en
un vehñiculo silencioso, que disfruto durante los traslados y que me permite
ahorrar tiempo de traslados, de estacionamiento, de espera en los
embotellamientos. Todo ese tiempo que utilizo en pedalear es tiempo de disfrute
aun cuando soy un ciclista extremadamente precavido y estoy consciente de que
que no puedo ir rápido ni siquiera en las vialidades en las que, si fuera en
coche, los demás rspetarían mi derecho de paso, pero que no respetan cuando ven
que tan sólo viene “una bicicleta”. Así que los traslados en bici los hago
especialmente lentos porque voy más alerta todavía que en carro, y aun así, me
toman menos tiempo que si fuera deteniéndome ante cada obstáculo que representa
el coche de enfrente.
Los ciclistas tenemos escasos obstáculos si consideramos
que los coches estorban, pero estorban menos cuando están en el alto del
semáforo y estorban mucho menos a los ciclistas que a los otros conductores de
vehículos. Así que al pedalear estoy consciente de que disfruto esos minutos u
horas de pedaleo y a la vez no tengo que trabajar muchas más horas para pagar
por ser esclavo de la marca del automóvil que otros sí pagan ni por el
combusitible que han de ponerle a sus reducidos habítaculos caros. Incluso
lavar la bicicleta toma como sesenta veces menos tiempo que lavar un automóvil.
Tiempo ganado en pedalear y lavar una bici, en vez de perderlo en conducir,
esperar, estacionar, llenar el tanque, trabajar para pagar los costos del
vehículo… Lo que siempre dejará más tiempo para leer y otras actividades menos
contaminantes.
Así, mis horas de traslado me dejan más fresco y
descansado, con menos deudas y dejo menor huella de carbono a mi paso. Creo que
incluso el planeta acaba por ganar tiempo gracias a mi bicicleta y a los otros
ciclistas de la ciudad en la que me muevo. El planeta y sus recursos durarán más a las generaciones por venir
gracias a nuestro disfrute ciclista y literario actual…
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