domingo, 6 de septiembre de 2015

Las contradicciones universitarias en la movilidad tapatía

Las contradicciones universitarias en la movilidad tapatía

En la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) existen cuando menos diez instituciones de educación superior. Algunas más prestigiosas que otras, otras más desprestigiadas que las demás, algunas con una trayectoria de la que esperamos poco y otras con una historia que las respalda a pesar de sus altibajos. Buena parte de los estudiantes y de los académicos que conviven en ellas cada día discuten asuntos de importancia global y más allá de las coyunturas: el calentamiento global, las maneras de hacer que la práctica profesional tenga impactos positivos en la sociedad, la mejor manera de educar para las necesidades sociales actuales y futuras, la conservación de los recursos naturales, las tecnologías, el diseño de nuestro hábitat, las normas y leyes para asegurar una mejor convivencia, el presente y el futuro de nuestras poblaciones, la niñez, la juventud y la ancianidad y la salud de nuestras poblaciones en las décadas por venir, por citar algunos de esos temas.
Algunas de las instituciones de educación superior, como la Universidad de Guadalajara, tienen un importante peso cuando se pronuncian públicamente acerca de algunos de los temas de trascendencia social, y ofrecen licenciaturas y posgrados orientados a la conservación o manejo del ambiente y los recursos naturales, desde distintas disciplinas. Otras, como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), o El Colegio de Jalisco (Col-Jal), tienen además programas para el manejo del medio ambiente o de la región. La Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) promueve en su publicidad la responsabilidad social de sus egresados.








A pesar de todo lo mencionado hasta aquí, es escasa la información acerca de lo que hacen, promueven, presionan u organizan las instituciones de educación superior en la ZMG o en el estado de Jalisco en torno a la conservación de medio ambiente. En el contexto de contaminación atmosférica en una metrópoli que incluye a varios gobiernos municipales y una infinidad de dependencias de gobierno, las universidades de la metrópoli se han pronunciado muy poco y han realizado todavía menos acciones para que la población a la que atienden y sus propios trabajadores disminuyen su huella de carbono.
En contraste con  otras ciudades universitarias, la ZMG contiene muchas más actividades económicas y por ello las poblaciones universitairas no son los principales clientes de los servicios públicos ni los principales consumidores de lo que se ofrece en la ciudad. Su peso relativo es mínimo en términos poblacionales, pero cabría pensar que el peso de sus actuales estudiantes y de sus egresados es mucho más importante de lo que parece.
Y sin embargo, ni los funcionarios de estas universidades (públicas y privadas) ni los trabajadores, ni los estudiantes, ni las familias de estos estudiantes han recibido adecuada atención para que se atiendan sus necesidades de movilidad. Podríamos decir que los universitarios y sus instituciones no han sido capaces de generar una masa crítica que tenga peso en las decisiones metropolitanas. Aun cuando es altamente probable que quienes gobiernan la ZMG sean egresados de sus universidades, principalmente en los niveles de licenciatura, pero también en buena parte de sus posgrados, los gobiernos locales parecen tener escasa relación con los problemas de contaminación ambiental y de movilidad que se discuten, critican, planean y sufren en las aulas de todas esas instituciones de educación superior.
Quienes han podido ver los anuncios de promoción del ITESO en años recientes habrán notado la tendencia a incluir bicicletas en sus folletos. Y otras universidades privadas como la sede del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) en Zapopan, además de la Universidad Panamericana, han generado programas para resltar la necesidad de transportes no motorizados.
Mientras que en el análisis y en el discurso estas universidades expresan una “preocupación” por el medio ambiente, por la movilidad y por la conservación de árboles y áreas verdes, además de otros recursos como el agua y la necesidad de tratar las aguas residuales y pluviales, son escasas las acciones concertadas y oficiales entre las instituciones de educación superior para atacar estos problemas.
Es sintomático que recientemente el ITESM haya inaugurado un estacionamiento en su campus; mientras que en la Universidad de Guadalajara haya algunos profesores que se han opuesto a la propuesta de que los estacionamientos de algunos de sus centros universitarios cobren por la hora de estacionamiento de vehículos privados en sus terrenos (e incluso se sabe que algunos profesores de esta universidad privada promovieron, sin éxito, el señalamiento de lugares exclusivos para profesores como respuesta a la escasez de espacios públicos accesibles para el estacionamiento). Finalmente, en la Universidd Panamericana presumen la construcción de un estacionamiento de diez pisos en casi 50mil metros cuadrados, con capacidad para 1,500 autos. En descargo de esta última universidad, es de las pocas que promueve un programa de autos compartidos (car-share) para llegar a sus instalaciones y que señala la importancia de trasladarse, desde el estacionamiento a las aulas, en bicicleta o caminando.
Flagrante contradicción el estudiar el medio ambiente y el calentamiento global como enormes problemas de nuestra época, la gran cantidad de accidentes y de contaminación que producen los automóviles de combustión interna, los problemas de salud derivados del sedentarismo (trasladarse en automóvil es una clara muestra) y de la obesidad, para luego olvidarse de generar condiciones y programas que aseguren que las poblaciones a las que atienden estas instituciones no caigan en estos problemas. En vez de que estas universidades, conformadas por personas que podríamos pensar sensatas, contribuyan a solucionar la contaminación ambiental, los problemas del transporte y de movilidad urbana, y de salud, contradicen sus cavilaciones y muchos de sus discursos con acciones que agravan los problemas que los universitarios tanto criticamos.
En descargo de algunos de los universitarios, cabe mencionar que en varias de las universidades locales los estudiantes y los profesores, a veces con el apoyo, más moral que material, de sus funcionarios, han logrado organizar incipientes redes de apoyo a la movilidad no motorizada (peatones y ciclistas) o a para promover el uso de transporte colectivo desde y hacia las universidades. Entre los esfuerzos de los que tengo noticia están "Al-CUCSH en Bici", "UNIVA-VA en bici", "Bici-Tec", los paseos organizado del ITESO y su promoción de transporte a la universidad en bici, la Red Universitaria de Movilidad. Me han señalado que existe un programa para compartir automóviles (a partir de una aplicación en celulares-internet) impulsado por miembros del ITESO.
La pregunta que queda es: ¿cuánto más podría hacerse si estas instituciones de educación superior en vez de gastar dineros, recursos, publicidad y esfuerzos en estacionamientos, promovieran más ciclopuertos, banquetas seguras para llegar a sus instalaciones, programas de préstamos o renta de bicicletas, valoración de infraestructuras y de accesibilidad en sus instalaciones y en los barrios en los que se ubican? Quizá habría en esta metr´poli unas veinte zonas o más, dependiendo de la cantidad de edificios y centros que cada una de esas instituciones administra en la ZMG, que podrce nuestro moedlo actual de movilidad y crecimiento urbano da una de esas instituciones administra en la ZMGistas) o a la organzían beneficiarse del conocimiento con el que cuentan los sensatos agentes de estas instituciones acerca de las consecuencias de nuestro modelo actual de movilidad y crecimiento urbano. Promover estacionamientos para vehículos privados no parece ser la mejor aplicación de la información, recursos y conocimientos con los que cuentan sus estudiantes y personal académico.

(Fotografías tomadas desde el Parque Metropolitano, de las mantas de promoción de la Universidad Panamericana, septiembre de 2015)



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