miércoles, 23 de junio de 2010

Transporte privado frente a transporte público (Los lectores toman la palabra)

El día de hoy está usted en posibilidades de comprar un vehículo nuevo que le cuesta 150 mil pesos. La tenencia y otros trámites otros diez mil pesos. Súmele el seguro para su auto nuevo. Si usted es inteligente, comprará un auto que no se encuentra en la lista de los más robados en México (algunos Nissan y VW encabezan la lista) y con ello reducirá la prima del seguro. El total hasta el momento: 165 mil pesos.

Su nuevo vehículo funciona muy bien con gasolina Magna, a ocho pesos el litro. Si usted paga por los servicios de mantenimiento dos mil pesos al año, costo que podemos sumar a los ocho mil pesos que gastará en los mil litros que le servirán para recorrer los primeros diez mil kilómetros. A precios actuales, eso equivale a un costo de diez mil pesos anuales en gasolina y servicios, además de los pagos en tenencias, refrendos de placas, verificaciones, una que otra multa por infracciones al reglamento de tránsito, que sumarán otros diez mil anuales. Digamos que su carro sobrevive seis años en buenas condiciones y que logra recorrer cien mil kilómetros. Son ya 120 mil pesos entre multas, servicios y combustible, los que sumados a los 165 mil pesos iniciales dan un total de 285 mil pesos para los primeros cien mil kilómetros, equivalentes a 47,500 pesos anuales.

Usted no paga estacionamiento mientras está en su trabajo, no tiene accidentes que impliquen pagar el monto del deducible del seguro, y tampoco le pondrá aditamentos y chucherías a su vehículo. Si llegara a hacerlo, incurriría en gastos adicionales. ¿A cuánto salió el kilómetro recorrido? Casi tres pesos el kilómetro. ¿Cuántos de esos cien mil kilómetros recorrería usted en carretera entre una ciudad y otra? Los traslados en avenidas anchas y relativamente rápidas (de 40 kilómetros por hora promedio) no equivalen a viajes en carretera.

¿Qué pasa si comparamos los costos del transporte en un vehículo particular con los costos de los traslados a pie, bicicleta, transporte público? ¿Son sus zapatos tan caros que cada kilómetro que recorra con ellos le cueste tres pesos o más? ¿Cuántos kilómetros puede recorrer con las llantas y el equipo normal de una bicicleta de seis mil pesos? ¿Cree usted que la bicicleta se acabaría antes de dos mil kilómetros (suponiendo que le da el mantenimiento adecuado)? ¿Cuántos viajes hace un usuario común del transporte público con esos 285 mil pesos que costaron sus hipotéticos traslados durante seis años? Al precio del transporte público en Guadalajara son 47,500 viajes. Aun si quien se transporta en transporte público tuviera que abordar cuatro distintos autobuses diarios, ello significaría el equivalente a trasladarse 11,875 días. Incluyendo sábados y domingos, poco más 32 años.

¿Vale la pena “invertir” en un vehículo para carretera que se usará principalmente en la ciudad? ¿No sería más sensato invertir en transporte colectivo? Planteado de otra forma: ¿por qué, quienes nos movemos en las ciudades, optamos por gastar nuestro dinero en comprar un vehículo particular en vez de presionar para mejorar el transporte colectivo? ¿Cuántos usuarios de vehículos particulares, a lo largo de los años, hemos malgastado –a través de los políticos que nos representan al gastar los impuestos– nuestro dinero en vehículos particulares, los recursos de los ayuntamientos y de los contribuyentes, nuestro tiempo y el aire que respiramos, presionando para que haya calles más amplias en las que quepan más y más veloces vehículos, en los que haya cada vez menos árboles y en los que se dan tantas fatalidades por los choques entre esos vehículos y entre ellos y los peatones que osan acercarse a las vías rápidas y no tanto?

¿Por qué seguimos favoreciendo el enfrentamiento entre lámina contra epidermis y no promovemos el uso de métodos alternativos para distancias medias en los traslados urbanos? Por otra parte, ¿qué pasa con nuestros sistemas de transporte regional que, en vez de contar con trenes entre ciudades relativamente cercanas (por ejemplo de Guadalajara a Tepatitlán, o de Aguascalientes a León) recurrimos todavía al costoso sistema de carreteras “de cuota” en las que todos cooperamos para embotellarnos, accidentarnos y pagar por usar una superficie con nuestros propios vehículos por los que ya pagamos muchos otros costos?

¿De qué manera las superficies que ocupan las calles, cada vez más amplias, y las carreteras, cada vez más letales, nos consumen espacios de convivencia, de áreas verdes, de esparcimiento e incluso de trabajo? ¿Cuál es la lógica de cambiar de vehículo cada determinado número de años o de kilómetros para volver a pagar, desde el principio, múltiples costos por el afán de conservar la garantía del fabricante y contribuir con impuestos adicionales a los costos elementales de mantener un vehículo en funcionamiento? ¿Qué evita, aparte de las políticas oficiales de promoción de la compra/venta de automóviles nuevos que en su totalidad son de marcas extranjeras, que los usuarios de las ciudades seamos usuarios del transporte público y complementemos con traslados en bicicleta y a pie? ¿Nos lo evita nuestra creencia en que el vehículo más potente, más brilloso, más equipado, hará también más potentes a nuestros egos y más atractivas nuestras cualidades personales? ¿No usamos el transporte público y los medios alternativos porque odiamos sudar y preferimos gastar nuestro tiempo y nuestro dinero en reparar los daños que causamos generando más calentamiento global y más calor en nuestro entorno?

¿Apuesta a esa lógica el gobernador, al proponer construir una vialidad exclusiva para vehículos particulares a los que se les cobrará por recorrerla? ¿Está usted dispuesto a añadir a los costos de trasladarse de un lugar a otro, el de un peaje por atravesar la ciudad de sur a norte y viceversa?

(Carta publicada en la sección "Los lectores toman la palabra" de Públlico-Milenio, el 22 de junio de 2010)

lunes, 7 de junio de 2010

370,000 kms

Son apenas el equivalente a 9.35 vueltas a la tierra por el Ecuador. Seguramente cualquier ejecutivo/viajero inscrito a los programas de acumulación de millas ya ha obtenido y cobrado esa cantidad de kilómetros (transformada en millas: 229,956) más de una vez. Suponiendo que cada kilómetro recorrido consuma una décima de litro de gasolina, son apenas 37,000 litros de gasolina. Si tomamos en cuenta que el tanque de gasolina de un V.W. Sedán contiene exactamente 10 galones (37.85 litros), equivalen a 977.54 tanques llenos. Es decir, suponiendo el mismo rendimiento promedio de kilómetros por litro, esos 370 miles de kilómetros no son ni siquiera mil tanques llenos, pues esa cantidad de litros debería alcanzar para 378500 kms.

Para recorrer la cantidad de 3 millones 700 mil cientos de metros, a mi carrito VW Sedan modelo 1977 y a mí, nos ha tomado apenas 32 años, 8 meses y 23 días. Al costo actual de $8 pesos mexicanos por litro de gasolina, eso significa que, tan sólo en consumo de combustible, ello ha significado una erogación de $296,000 pesos, bajo la suposición de los 10 kms recorridos por cada litro de gasolina consumido.

Supongamos que siempre he sido puntual y que le he cambiado los 3 litros de aceite que corresponde cambiar al motor cada 3mil kilómetros. Ello equivaldría, muy fácil en la matemática de los ingenieros alemanes que siguieron los pasos de don Ferdinand Porsche y su diseño original en los años treinta, a un litro por cada mil kilómetros recorridos. Es decir, 370 litros de aceite consumidos en poco menos de 33 años. Cambiemos, para celebrar tan cerrada cifra (que se parece al número de teléfono de alguna compañía realmente existente en mi pueblo tapatío), otros 3 litros de aceite y al cumplir los 33 años, reminiscentes de los sabores del helado de una nevería laguense de mi infancia, pero también de los grados de la masonería, habremos consumido 373 litros de aceite, al precio actual de $14 pesos por litro. Es decir: $5,222 pesos mexicanos.

Tras considerar ese gasto en los fluidos básicos para un V.W. sedán cabe sumar a la cantidad acumulada de $301, 522 pesos, la cantidad en pesos que costó el vehículo en 1977 ($83,700), más algunos otros “detalles” como los dos vidrios rotos de su historia ($30 y $60 pesos en sus épocas – ignoro el precio actual que tendrán una aleta y una ventana delantera), además de hules diversos, salpicaderas, tapas de la cajuela y del motor, baterías, faros, estribos, sucesivos estéreos y bocinas, un juego de asientos y 4 juegos de llantas (con el cambio de 4 llantas cada 80,000 kilómetros), un repintado en gris perla y un pintado completo en plateado, además de los múltiples servicios de afinación, balanceo, alineación, ajustes de frenos. A los $385,222 sumemos una cantidad estimada en $114,778 pesos en múltiples servicios y chucherías. Son “apenas” medio millón de pesos. Añadamos los 10 años del impuesto a por el uso y tenencia de automóviles ($300 pesos cada año, mismos que pagué entre 1977 y 1986) y los demás impuestos por refrendo de placas y aquellos pesos con los que contribuí al fisco al pasarme un alto del semáforo, dar una vuelta prohibida, exceder los límites de velocidad o estacionarme en donde me dio la gana: digamos, ¿otros $100,000 pesos?

¿Puedo afirmar que –casi 33 años después - tengo un vehículo equivalente a los $600,000 pesos que me ha costado transportarme de aquí para allá por mi pueblito tapatío y entre San Francisco, California, la Ciudad de México y Xalapa, Veracruz (los puntos más lejanos de la geografía que ha logrado recorrer el producto poblano adquirido en los años setenta)? Si un carrito que inicialmente costó poco más de 80 mil pesos acaba por costar tanto ($600 mil) en unos cuantos kilómetros, mismos que no llegan siquiera a las diez vueltas al planeta, ¿vale la pena adquirir uno de ese mismo precio en pesos actuales?

Aparte de las evidentes diferencias de un VW sedán (un modelo que tanto se usó en carretera en los setenta y ochenta y parte de los noventa) frente a los vehículos equipados y adecuados para los viajes por caminos carreteros en los que no circulan ya carretas y muy escasos VW sedán, ¿cuáles son las ventajas en seguridad y servicios en el transporte urbano? ¿Vale la pena “invertir” en un vehículo para carretera que se usará principalmente en la ciudad? ¿No sería más sensato “invertir” en transporte colectivo? ¿Cuántos viajes se pueden hacer con esos $600 mil pesos en mi pueblito tapatío? Suponiendo los precios actuales de $6 pesos por viaje, la cosa es fácil de calcular (es incluso más fácil que la matemática de los ingenieros alemanes que metieron un tanque de gasolina de 10 galones n el sedán). 600,000/6 = 100,000 viajes…

Planteado de otra forma: ¿por qué, quienes nos movemos en nuestras ciudades, optamos por gastar nuestro dinero en comprar un vehículo particular en vez de presionar para mejorar el transporte colectivo? ¿Cuántos usuarios de vehículos particulares, a lo largo de 10, de 20, de 30 o de 35 años, hemos malgastado – a través de los políticos que nos representan al gastar los impuestos – nuestro dinero, los recursos de los ayuntamientos y de los contribuyentes, nuestro tiempo y el aire que respiramos, presionando para que haya calles más amplias en las que quepan más y más veloces vehículos, en los que haya cada vez menos árboles y en los que se dan tantas fatalidades por los choques entre esos vehículos y entre ellos y los peatones que osan acercarse a las vías rápidas y no tanto?

¿Por qué seguimos favoreciendo el enfrentamiento entre lámina contra epidermis y no promovemos suficientemente el uso de métodos alternativos para distancias medias en el transporte urbano? ¿Qué pasa con nuestros sistemas de transporte regional que, en vez de contar con trenes entre ciudades relativamente cercanas (por ejemplo de Guadalajara a Tepatitlán, de ahí a San Juan de los Lagos y a Aguascalientes, de Aguascalientes a León, de ahí a Querétaro y a la capital del país) recurrimos todavía al costoso sistema de carreteras “de cuota” en las que todos cooperamos para embotellarnos, accidentarnos y pagar por usar una superficie con nuestros propios vehículos por los que ya pagamos muchos otros costos?

¿De qué manera las superficies que ocupan las calles (cada vez más amplias, como el periférico Gómez Morín o las vías relativamente rápidad de Lázaro Cárdenas y López Mateos en Guadalajara) y las carreteras, cada vez más letales, nos están consumiendo espacios de convivencia, de áreas verdes, de esparcimiento e incluso de trabajo? ¿Cuál es la lógica de cambiar de vehículo cada determinado número de años o de kilómetros para volver a pagar, desde el principio, múltiples costos por el afán de conservar la garantía del fabricante y contribuir con impuestos adicionales a los costos elementales de mantener un vehículo en funcionamiento? ¿Qué evita, aparte de las políticas oficiales de promoción de la compra/venta de automóviles nuevos que en su totalidad son de marcas extranjeras, que los usuarios de las ciudades seamos además usuarios del transporte público y complementemos con traslados en bicicleta y a pie? ¿Nos lo evita nuestra creencia en que el vehículo más potente, más brilloso, más equipado, hará también más potentes a nuestros egos y más atractivas nuestras cualidades personales? ¿No usamos el transporte público y los medios alternativos porque odiamos sudar y preferimos gastar nuestro tiempo y nuestro dinero en reparar los daños que causamos generando más calentamiento global y más calor en nuestro pueblito? Visto ya que a los habitantes de nuestro país poco les importa ya convertirse en obesos, en buena parte por no realizar una actividad tan sencilla como caminar, habría que encontrar la manera de resolver el misterio de cómo vencer los afanes del glamour y encontrar soluciones que sean atractivas (y que incluso suenen “sexis”) para quemar menos cómbustibles fósiles y pedalear y caminar más…

EL TERCER EJÉRCITO: envío de mi compañero y amigo Francisco Murra

Me escribe Paco, con este escueto mensaje de presentación al texto que le sigue: "Algunos no estan enterados, Pero Mauricio Murra asesinado en la balacera de Mayo en Torreón fué hijo de Luis mi hermano, y comparto esta reflexión de un cercano amigo de Mauri, Desde cada lugar hemos de poder hacer algo por un cambio valoral. Lic. Francisco Murra Castillo"


EL TERCER EJÉRCITO


Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente” –Ghandi.-

Durante los últimos meses no había cosa más importante en mi ser que prepararme para ganar en esta convención, practicaba y estudiaba con gran ahincó para hoy dar mi mejor y resultar galardonado en esta competencia; es asombroso, e incluso impactante, como la vida en un instante te hace partícipe de duros y terribles acontecimientos que te transforman y marcan por siempre. La vida a través de ese sutil y trágico andar, hace que una mañana común despiertes con un reflejo diferente, un reflejo lacerado que tristemente jamás será igual.

Y todo ello debido a los horrendos acontecimientos suscitados en mi bella, pero hoy secuestrada y atemorizada, ciudad de Torreón, Coahuila el fin de semana pasado. En donde un grupo de bandoleros desalmados dispararon sin piedad sus balas en un bar robándoles instantáneamente la vida a dos amigos del alma con los cuales había convivido por más de 15 años, y a otros seis jóvenes más. Mis hermanos y los demás jóvenes cometieron un pecado terrible que los condenó a perder sus vidas, el pecado de buscar un lugar en donde compartir una copa con un amigo.

Este dolor que hoy ahoga todas las fibras de mi ser, no se compara con el sufrimiento que los hoy inconsolables padres de mis amigos sintieron a la hora de recibir una llamada en la madrugada, que espero de corazón amigos de toda la república, jamás reciban: la llamada de un frio asistente de hospital que solicita ir a reconocer el cuerpo de su hijo asesinado en una masacre. ¿Qué no suponía la ley de la vida que los hijos enteraran a sus padres y no viceversa? ¿Qué no suponía que estos jóvenes debían disfrutar las bellezas y experiencias que tiene la vida por el pasar de los años? Antes de su último aliento ¿mis hermanos se habrían dado cuenta que jamás se titularían, que jamás se casarían y tendrían familia, que jamás sabrían lo que es regresar a casa y recibir el cálido abrazo de una madre amorosa que los espera y que vive por y para ellos? ¿Habrían pensado que sus vidas se convertirían en un número y una estadística más?

Uno de mis hermanos asesinados se llamaba Mauricio Murra, un joven brillante quien, sin lugar a dudas, auguraba un futuro más que exitoso. Dedicaba su vida entera al estudio, el trabajo y la familia; recuerdo con nostalgia que siempre llevaba consigo una pulsera en su diestra que tenia las letras WWJD, que representan la abreviatura al español “¿Qué haría Jesús?”, y siempre que se encontraba en momentos difíciles consultaba su pulsera y se encomendaba a Jesucristo; el día de hoy esa pulsera continúa iluminando senderos, pero no de él, sino de una madre inconsolable que busca la pronta y ardua resignación.

Y como Mauricio muchos más, esta guerra está acabando no sólo con policías y criminales, sino con inocentes, particularmente jóvenes, y con ello no sólo se arrebata la tranquilidad y vida de sus padres, si no la esperanza de un país que finca su futuro en ellos, es decir, no sólo acaban con sus vidas sino con propuestas, ideas, arte, anhelos que hoy más que nunca este México del siglo XXI necesita.



Amigos, seamos consientes de que ni el gobierno ni los cárteles tienen la culpa. La responsabilidad principal es de nosotros: la sociedad. Una sociedad adormecida, pasiva y temerosa, secuestrada no por la violencia, sino por el miedo; que nos mantiene cabizbajos y tolerantes a las calamidades que suceden día con día en nuestras calles. ¿Cuántas muertes más se requieren para que tomemos la responsabilidad y actuemos? ¿Necesitamos que nuestros hijos sean desangrados para levantarnos?

Yo creo que no. Yo no creo que sea necesario que la tragedia toque todos y cada uno de nuestros hogares para levantarnos. Y sí, necesitamos levantarnos en armas, hacer una revolución en la cual nuestro fusil sea el raciocinio y nuestras balas la palabra; en donde reclutemos a soldados de paz y agentes de cambio que busquen más que violencia, soluciones. Formemos un tercer ejército en donde la trinchera sea el cambio y el servicio social; que busque sanar el resquebrajado tejido social ya que de éste deriva el conflicto; un ejército que entienda que la crisis de inseguridad no es económica o política, sino social; entendamos que está en nosotros y no en un político ni en un policía el rescate de este país.

Pero ¿cómo? Cómo formar un tercer ejercito, el social, el de paz y combatir desde esa trinchera. Parar ello quisiera compartirles nuestra propuesta surgida en Torreón para no quedarnos cruzados de brazos ante la injusta muerte de nuestros amigos: 10 jóvenes nos reuniremos para crear una asociación civil que tenga un objetivo claro: crear oportunidades de desarrollo a aquellas personas abandonadas por la sociedad; llámese pobres, desadaptados, jóvenes banda etc. Estas oportunidades las crearemos organizando torneos deportivos, manifestaciones culturales y capacitaciones académicas y laborales mediante convenios de colaboración con universidades. Imaginen ustedes el impacto positivo que tendría, por ejemplo, el ofrecer un diplomado en carpintería exclusivo para lavacoches y limpiaparabrisas, que mediante esa educación se les inculque lo que es la cultura del esfuerzo y tengan una alternativa real a unirse a las filas del narcotráfico.

Tal vez piensen que estas labores para “mantener la mente ocupada” de los jóvenes las realiza ya el gobierno, y están en lo correcto. Sin embargo creo que estas acciones carecen de continuidad debido a que son planes sexenales o trianuales y dependen del color rojo, azul, amarillo o verde. Nosotros sociedad no dependemos de una fecha de caducidad ni de un color, nosotros somos los únicos que podemos ofrecer un programa de carácter permanente desde y para la sociedad.

Amigos de la república, despertemos de esta pesadilla. Tomemos la acción y combatamos al crimen como sociedad, como un todo, como un pueblo unido que busca rescatarse a sí mismo.

¡Unámonos! Que las fronteras de la sociedad sean arrasadas y demostremos que somos un pueblo con memoria histórica y alto compromiso social.

¿Amas a tu país? ¡Demuéstraselo con acciones! Y no le cierres la puerta a alguien que el día de mañana pueda ser el secuestrador de tu hijo. Te invito a que te unas a esta revolución del pensamiento y a este ejército de paz promoviendo en tu ciudad oportunidades para quienes no las tienen.

Déjenme decirles, como diría Ernesto Guevara, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.