martes, 19 de mayo de 2015

¿Hasta cuándo seguirás manejando?

¿Hasta cuándo seguirás manejando?

Una de las estudiantes más brillantes que he tenido en la vida, Maaike Struick, murió atropellada en una avenida en los confines de Guadalajara y Zapopan. Aparte de la tristeza que me causó la noticia, me ha quedado grabado en la memoria lo que señalaba la nota en el periódico: “un septuagenario” conducía el vehículo que la atropelló.
            ¿Son los setenta años una edad en que merman ya los reflejos y las capacidades perceptuales necesarias para manejar un automóvil? ¿Cuál sería el límite de edad más sensato para evitar accidentes? Lo que nos lleva a otra cuestión: ¿cuál sería la edad para inicia a manejar?
            Sabemos que mientras más pronto comencemos a practicar determinadas habilidades, mejores podemos llegar a ser. Pero también sabemos que cuando se es muy joven se asumen más riesgos de los que asume un adulto con más experiencia. Así, comenzar demasiado joven, puede derivar en más accidentes mortales para el conductor, los ocupantes del vehículo y los que viajan en otros vehículos o que simplemente pasan por ahí a pie, en bicicleta o esperan el autobús.
            Para el otro extremo del continuo de edad, la pregunta es pertinente: ¿conviene a ti y a los demás que sigas conduciendo un automóvil después de determinadas edad en que tus reflejos y fuerzas han menguado? ¿Qué tan peligroso se vuelve poner a personas muy jóvenes o muy viejas detrás de un volante? ¿Qué recomendarían los expertos en seguros de vida o de auto? Sabemos, al menos, que las compañías de seguros cobran un deducible más alto si el conductor involucrado en un accidente es menor de 24 años. Lo que no queda muy claro es cuál es la edad en que ese deducible vuelve a subir después de los 24. ¿Convendrá que suba después de los 65, que es la edad de la jubilación en muchas empresas?
            Parte de la respuesta a la pregunta de “¿hasta cuándo seguirás manejando?” quizá pueda derivarse de cuáles son las necesidades de movilidad de cada persona. Hay algunas personas que siguen trabajando después de los 65 años y que no tienen a su disposición a algún familiar que los lleve y traiga o que los acompañe a su lugar de trabajo en el transporte colectivo. Hay otros que ni siquiera tienen a su disposición transporte colectivo y consideran más rentable seguir manejando en vez de pagar a un chofer que los traslade al trabajo, a su casa,  a sus lugares de reunión con amigos o familiares, a lugares de recreación.
            Es claro que no porque una persona se jubile deberá permanecer recluida en su casa o limitarse a los traslados a pie que le sean factibles en su barrio. Para las personas que viven en ambientes urbanos complejos, como los cercanos a las avenidas transitadas, llegar a determinada edad les limita la movilidad no motorizada y algunos ancianos declaran que prefieren manejar para cruzar las avenidas que intentarlo a pie, sea con o sin puentes peatonales, pues les resulta más difícil.
            La pregunta puede extenderse no sólo hacia los más jóvenes: ¿qué tan seguro es conducir un automóvil frente a la alternativa de caminar o pedalear por la ciudad? En buena parte de los accidentes, los más afectados, ya sea en cuanto a morbilidad o mortalidad, son los que no van a bordo de un vehículo, es decir, los peatones o los ciclistas. Estos no cuentan con un caparazón de metal, vidrio, plástico y bolsas de aire que los proteja. Mientras que los que viajan en vehículos suelen salir menos lastimados, a menos, claro está, que no traigan el cinturón de seguridad y acaben por salir del vehículo y herirse o morir con el impacto dentro y fuera del vehículo.
            ¿Qué condiciones tienes que afrontar a tu edad? Como chofer de un vehículo de motor, ¿has practicado lo suficiente y has estudiado las posibles situaciones y cómo evitar accidentes? ¿Realmente es necesario ese viaje que vas a realizar? ¿Pueden confiar en ti, a pesar de tu juventud o de tus muchos años, los pasajeros que ocupen el vehículo mientras tú lo conduces? ¿En qué condiciones de distancia, iluminación, terreno, tamaño del vehículo, dimensiones del camino, velocidad, puedes confiar en que podrás reaccionar adecuadamente?
            ¿Tienes alternativas que te permitan moverte por la ciudad o por tu barrio sin que tengas que conducir tú mismo un automóvil? La pregunta que queda abierta para las políticas públicas, que han preferido concederte licencias hasta que dejes de solictarlas, en vez de establecer una edad límite, es: ¿desde y hasta qué edad es epidemiológicamente sensato dejar que conduzcan las personas?