martes, 6 de diciembre de 2011

Una sencilla solicitud

Hace unos años “resucitamos”, en el departamento de la Universidad de Guadalajara en el que trabajo, la revista Estudios Sociales, Nueva Época (http://estudiossocialesudeguadalajara.blogspot.com/)
Entre quienes hemos participado en ella hasta el momento, ha estado la idea de promover la publicación de textos académicos de diversas ciencias sociales con una perspectiva que supere la hiper-especialización y pueda servir de base para el diálogo y el debate entre profesionales de diversas disciplinas. Durante los últimos seis meses, en especial a raíz de la renuncia del jefe de departamento, he insistido en hacer una muy sencilla solicitud al rector de nuestro centro universitario, el Maestro Pablo Arredondo Ramírez, y al secretario académico del mismo centro, el Dr. José María Nava: que se canalicen los recursos para el pago de la impresión de los dos números correspondientes al año 2011. Para llegar a ese momento, he solicitado también que se pague a la editora por su trabajo.

Mi trabajo como director de la revista incluye elaborar esa solicitud, que antes hacía directamente el jefe del departamento (el Departamento de Estudios de la Cultura Regional no tiene jefe desde el 27 de junio del 2011; escribo esto el día 6 de diciembre del mismo año). La solicitud va acompañada del material para que pase por el escritorio del Dr. José María Nava, a unos dos kilómetros de donde trabajamos en la revista, antes de que el material sea enviado a la coordinación de publicaciones, unos 30 escalones debajo de la oficina de la revista, para su diagramación.

Durante seis meses he insistido en esa sencilla solicitud, y no he obtenido respuesta. Ni positiva, ni negativa. Ni siquiera necesitaría respuesta si la revista estuviera ya impresa, pues muy probablemente me toparía con ella en la librería de la U. de G. sin necesidad de insistir en que se imprimiera. Pero, como no se ha impreso la revista, he seguido insistiendo y lo seguiré haciendo hasta que 1) se imprima o hasta que 2) las autoridades me digan por escrito que la revista desaparece y por qué razones. En el primer caso, mi tarea como director de la revista será avisar a los autores que sus textos están ya impresos (y en la red mundial de internet) y promover que se envíen ejemplares, con dinero de la universidad (o enviar yo mismo, con los costos pagados por mí) a los autores de fuera de la universidad o de la ciudad, y a los miembros del consejo de redacción y del comité editorial, además de las instituciones con cuyas revistas tenemos intercambio. En el segundo caso, mi tarea consistirá en transmitir a los autores el mensaje escrito de las autoridades y decir que esas autoridades han decidido que la revista no podrá cimplir con sus compromisos. Como conozco personalmente a algunas decenas de autores, incluso podría proponerles alternativas para su publicación en otras revistas que dirigen algunos de mis colegas y amigos.

Sin embargo, las autoridades de mi centro universitario no sólo no han respondido a mi sencilla solicitud (asegurar que se imprima la revista en papel y que además se ponga en internet), sino que ahora han decidido olvidarse de la relativa amistad que nos daba el haber colaborado en otros contextos institucionales en el pasado. Para ellos, mi insistencia me ha convertido en su “némesis” y, ya entrados en sus vértigos argumentales (véase, por ejemplo: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/140/14003117.pdf), hacen explícitas solicitudes para que yo no esté presente en las reuniones con algunos otros de mis compañeros de trabajo en esta universidad… ¿Temerán que vuelva a solicitarles lo que tengo la obligación, como parte de mi trabajo, de solicitarles? ¿Temerán reconocer que ellos, como funcionarios, no saben cómo cumplir su tarea y que tampoco se atreven a preguntar a alguien que sepa? ¿O será que se les olvidó presupuestar el gasto de la revista para el 2011 y ahora no quieren reconocer que no hay dinero pero tampoco quieren que se sepa que no hay dinero para imprimir? ¿O alguien se habrá robado el dinero bajo sus narices y no quieren decir que el dinero desapareció sin que ellos se dieran cuenta, a tiempo para decirnos que dejáramos de hacer un trabajo que luego tendría un costo que no podrían cubrir?

Ante esta sencilla y reiterada solicitud, rememoro a un amigo que, cuando jugábamos dominó, tomaba diez a quince minutos para “decidir” qué ficha poner. Después de varias amonestaciones de los otros tres jugadores para que se apurara y de mucho sobarse la barbilla, de revolver sus fichas y reacomodarlas, acababa declarando: “¡paso!”. Si las autoridades no tienen el dinero o la capacidad para conservar la revista, bien podrían haberlo dicho desde el principio del año, en vez de hacernos esperar, a los autores, dictaminadores, y a quienes elaboramos la revista, que sí habrá los recursos neuronales y financieros para hacerlo. Si no hay ni habrá recursos: ¿qué esperan para redactar una sencilla respuesta a una sencilla solicitud a la que no pueden responder afirmativamente? No era necesario convertirme a mí y a otros muchos académicos que solicitamos los recursos necesarios para realizar nuestras tareas en la universidad, en sus enemigos.

El caso de la revista, dicho sea de paso, me ha dado pie para enterarme de que hay otras tareas con las que se ha comprometido la Universidad de Guadalajara y a las que no ha dado seguimiento, tanto dentro como fuera del CUCSH. Entre ellas, algunas que ni siquiera requieren de recursos, sino simplemente declaraciones. Extender una carta para aceptar a una profesora visitante que pagará su estancia en nuestro país y en nuestra universidad, bajo la condición única de que nuestra universidad le asegure que hay interés en su trabao y que entre los académicos locales encontrarpa interlocutores. Los académicos están listos y entusiasmados, mientras que los funcionarios siguen ocultando, bajo un velo de soberbia (“no la hago porque no quiero”) lo que es en realidad impotencia o ineptitud (para alguien con la auto-estima bien puesta resulta tan fácil declarar: “no la hago porque no puedo o porque no sé”).

Así que ante ésta y muchas otras solicitudes sencillas, los funcionarios se hacen los dignos, como si fuera un atrevimiento de nuestra parte cumplir con nuestros trabajos y solicitarles que ellos cumplan con su parte como administradores de los recursos. Recursos que no siempre son financieros. A veces es simple cuestión de usar un sello que, dado su nombramiento como funcionarios, tienen la autoridad de utilizar. Y si se tardan en cumplir con sus obligaciones, es problema nuestro que “nos urja” porque a ellos no parece que les urja hacer su trabajo ni cumplir con una protesta explícita en el momento de asumir sus puestos.
Desafortundamente, a pesar de la tan famosa frase del señor Martí, el hecho de que “no puedan” (o no sepan, y pongan cara de que es porque no se les da la gana), no deriva en que tengan la vergüenza suficiente para renunciar o para apresurarse a cumplir sus obligaciones. Simplemente optan por señalar como enemigos a quienes insistimos en que, dentro de la división del trabajo en la universidad, hay algunas porciones que a ellos les corresponde cumplir. El rector del CUCSH, no sólo ha decidido declararme a mí (y a otros varios académicos más) su enemigo personal, en vez de cumplir con sus obligaciones, sino que insiste en que el hecho de no cumplir con lo prometido el día en que tomó protesta como funcionario es “porque no quiere”, cuando en realidad es porque no puede, porque no quiere poder y porque no quiere admitir su impotencia.  Quienes hemos optado por “hacer y hacer cumplir” tendremos que seguir insistiendo a contra-corriente, en vez de que simplemente se nos considerara “colaboradores” en un trabajo más amplio.  Más fácil les ha resultado para cubrir la ineptitud ante una sencilla solicitud, quedarse con la creencia de que “de esos jabones hay muchos, no importa que se pierda uno más…”

Luis Rodolfo Morán Quiroz
Departamento de Estudios de la Cultura Regional
División de Estudios de la Cultura
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad de Guadalajara