martes, 27 de marzo de 2007

El bosque de La Primavera como geosímbolo













El bosque de La Primavera como geosímbolo

Conferencia pronunciada como parte del curso-taller:
"Desarrollo cultural de Jalisco a través de sitios de importancia mundial"
(Cátedra en conservación, desarrollo sustentable y biodiversidad "Enrique Beltrán")

Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, A. C.
Universidad de Guadalajara
Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales

Museo Regional de Guadalajara del INAH
Miércoles 28 de marzo de 2007; 19:00 hrs.

Territorio, cultura y geosímbolos
El concepto de territorio suele estar vinculado con el de cultura en el sentido al que apunta Gilberto Giménez (1996: 2) cuando señala que el territorio no es un espacio virgen, indiferenciado y neutral, sino que se trata de un espacio valorizado. Este espacio valorizado al que llamamos territorio puede encarnar un valor económico, político, cultural, histórico, identitario. Siguiendo a Giménez, esa valorización “adquiere el sentido activo de una intervención sobre el territorio” que puede dar lugar a que se hable de la “fabricación” del territorio, es decir, como un producto.
Un tipo específico de esos productos ha sido bautizado por Luis González (citado en Giménez, 1996: 3) como “matria”, que constituye una microsociedad de sabor localista que no necesariamente coincide con las delimitaciones político-administrativas y que, por supuesto, no alcanza las dimensiones y los múltiples significados del territorio nacional y de la “patria”.

Ambos conceptos, el de matria y el de patria, están relacionados con un territorio dotado de alta densidad simbólica. Es decir, se trata de espacios que a la vez se constituyen en símbolos de la comunidad (nacional, regional o local, según se les asocie con la matria, el terruño o la patria), que son sagrados desde la perspectiva de quienes los ocupan y los asocian con valores determinados.

Sin pretender entrar en detalles, enumero aquí las dimensiones de las que habla Giménez en cuanto a la relación entre el territorio y la cultura (entendida como un conjunto de símbolos, signos, emblemas y señales a los que se asocia un conjunto de conocimientos y una visión del mundo y que da sentido y permite interpretar y manejar el mundo). Para Giménez, el territorio constituye un espacio de inscripción de la cultura, es decir una primera dimensión de la relación entre territorio y cultura, dentro de la cual se ubica el concepto de GEOSÍMOBOLO, entendido como “un lugar, un itinerario, una extensión o un accidente geográfico que por razones políticas, religiosas o culturales revisten a los ojos de ciertos pueblos o grupos sociales una dimensión simbólica que alimenta y conforta su identidad” (Bonnemaison, 1981, cit. en Giménez 1996: 6). En este sentido, los llamados bienes ambientales, como sería el caso del área protegida del Bosque de La Primavera, se convierten en formas objetivadas de la cultura en cuanto “elementos de una naturaleza antropizada”.

La segunda dimensión de la relación entre territorio y cultura es el hecho de que el primero de ellos puede servir de marco o punto de partida para instituciones o prácticas culturales, que suelen ir más allá de sus espacios originales pero ser punto de referencia de determinados rasgos etnográficos.

En su tercera dimensión (siempre siguiendo a Giménez, 1996: 6), el territorio puede ser apropiado como objeto de representación y de apego afectivo y como símbolo de pertenencia socioterritorial. El territorio deja de ser un elemento externo y es parte de la interioridad de los sujetos-miembros de un grupo y como elemento de una cultura, susceptible de ser transportado.

En otro lugar (Morán Quiroz, 2005: 218), he señalado que un geosímbolo es una marca en el terreno, una referencia en el paisaje o un lugar que se construye natural o artificialmente como punto de referencia plástico.

¿Por qué el bosque de La Primavera es un geosímbolo?
En el caso particular del Bosque de La Primavera, es éste un espacio de referencia para muchos jaliscienses en relación con acciones colectivas vinculadas con una identidad grupal, y vinculado con el pasado, el proyecto y las formas de actuar de una comunidad. No es de sorprender que los jaliscienses nos mostremos orgullosos de que este bosque de 30 mil quinientas hectáreas sea, además de un “área natural” (relativamente) protegida, y también de que se le haya declarado reserva de la biósfera por la UNESCO en octubre de 2006.
El bosque de La Primavera cubre parte de los municipios de Zapopan, Tlajomulco y Tala, y está ubicado a escasos kilómetros de la zona urbana y del centro de la ciudad de Guadalajara. Sin embargo, a pesar de la importancia VITAL del bosque para la Zona Metropolitana de Guadalajara como el más importante pulmón de la ciudad, parecería que rara vez se le reconoce la importancia simbólica que tiene (o debería tener) para los habitantes de la región.

Mientras que por una parte es relativamente conocido el valor de La Primavera como elemento de una sociedad que aprovecha pasiva y activamente los recursos naturales del bosque, por otra es poco lo que las autoridades, las organizaciones y los habitantes de la región sabemos o dejamos traslucir acerca del significado del bosque como parte de los elementos “de lucir” de que dispone la Zona Metropolitana. En comparación con los recursos forestales del sur de Jalisco, también bastante mermados en la actualidad, el bosque de la Primavera es relativamente pequeño. No obstante, su valor como espacio de esparcimiento y la necesidad de atender sus recursos hídricos, forestales y en general los relacionados con su flora y su fauna, reciben escasa atención.
¿Cuántos turistas están enterados de la existencia de este bosque cuando visitan nuestro estado y nuestra ciudad? ¿Cuántos de nosotros, los jaliscienses, recordamos su presencia más allá de reconocerlo como un espacio para la ocasional recreación y el paseo dominical? Cada fin de semana son varias decenas de personas las que visitan sus asentamientos y son escasas las personas que tienen el cuidado de promover su reforestación, el cuidado de evitar los desechos y de no maltratar los árboles y la fauna de La Primavera. ¿Cuántos de los jaliscienses en general están enterados del número y tipo de los recursos vegetales de este bosque? ¿Cuántos saben qué tipo de animales y su número vive en el bosque? ¿Sabemos cómo cuidarlos y, al mismo tiempo, tenemos conocimiento de cuáles son animales potencialmente peligrosos y cuáles no? ¿Cómo distinguir a los animales de los que debemos defendernos y de cuáles no, para evitar dañar sus vidas y micro-ecosistemas?

A pesar de los esfuerzos de instituciones como la Universidad de Guadalajara, de los ayuntamientos que gobiernan los municipios en que se ubica y del fideicomiso de La Primavera, es sintomático que la propia página del Bosque de La Primavera especifique que “No existe presupuesto autorizado para gastos de comunicación social. La difusión para el área se realiza a través de entrevistas, reportajes gratuitos por gestión ante los medios de comunicación” (según la actualización del 2006-09-05 17:56). Igualmente, los renglones de capacitación y servicios de difusión e información, según se especifican en los estados financieros del presupuesto asignado (datos de marzo 2006) suman apenas 55 mil y MIL trescientos pesos, respectivamente.

Ello nos habla, al menos por la información publicada y la declaración explícita de que no hay presupuesto para comunicación social, de una escasa labor de comunicación de parte de los organismos involucrados hacia las población en general. De alguna manera, el bosque de La Primavera no constituye todavía, ni oficialmente ni en la imaginación colectiva fuera de las instituciones, un territorio en el sentido de ser parte de una fuerte memoria colectiva y de un importante proyecto colectivo. En todo caso, el valor de geosímbolo de este bosque depende todavía de muy escasos esfuerzos de grupos relativamente aislados que no han logrado establecer acciones que involucren a grandes cantidades de personas en la conservación de este recurso natural.

(Estado financiero del presupuesto asignado a La Primavera.- Fuente: http://www.bosquelaprimavera.com/ldt/index.php?action=artikel&cat=20&id=39&artlang=es )

Pero, ¿qué hay del valor simbólico del Bosque de la Primavera para los habitantes de la región? ¿En qué medida puede decirse que, a pesar de que hay pocos recursos para la promoción de este espacio como un lugar de esparcimiento y para la educación ambiental y dados los escasos esfuerzos por difundir su valor como recurso natural y cultural, los habitantes de la región están concientes por sí mismos del potencial del bosque como “espacio valorizado”?

Más allá de algunos individuos que tienen recuerdos y vivencias de manera aislada acerca del valor de este espacio para la región, ¿qué grupos, agencias o instituciones han difundido información acerca de la necesidad de conservar el bosque como recurso no sólo natural, sino cultural?

Con lo anterior quiero enfatizar que en la Zona Metropolitana y en la región es todavía débil la “valorización” del territorio conocido como bosque de La Primavera. A diferencia de otros geosímbolos como la catedral de Guadalajara, las barrancas de la región, varias decenas de cerros y algunas lagunas, el bosque de La Primavera puede decirse que es todavía una especie de encarnación de un conocido dicho que reza “los árboles no dejan ver el bosque”. En ese refrán se enfatiza que los detalles suelen distraer a la gente de las cosas más amplias que los contienen. En el caso del bosque de La Primavera el refrán parece recordar, como perversa prolongación del hecho de que los habitantes y visitantes de la ciudad están muy lejos de preocuparse por la conservación de los escasos árboles de la zona metropolitana, que hay escasa cultura de la conservación y que por ello al bosque se le ve tan sólo como un espacio de esparcimiento ocasional pero no como una parte de la identidad jalisciense y de su ambiente (relativamente) bien conservado. En escasas ocasiones, como sucediera durante el incendio de abril de 2005, el bosque se convierte en noticia de primera plana y en preocupación por el calor desatado en la ZMG por la conflagración.

Según informa la Dirección Ejecutiva del Área de Protección de Flora y Fauna La Primavera, “la superficie afectada es como sigue: 8,478 hectáreas afectadas de las cuales 7,799 hs. corresponden a pastos nativos e inducidos 423, hs. a arbustos y matorrales y 254 hs. a arbolado adulto y renuevo”. No obstante, ¿qué pasa con el bosque el resto del tiempo en cuanto a las acciones de los habitantes orientadas a conservarlo limpio y como área disponible para la preservación de especies animales y vegetales? A pesar de que el bosque de la Primavera constituye un geosímbolo para un grupo reducido de habitantes de Jalisco, es todavía mucho lo que queda por hacer para convertirlo en un espacio territorialmente valorizado de la región y por ende, para fortalecer su valor de geosímbolo.

Conclusión y propuestas.-
El Bosque de La Primavera es un geosímbolo que vale la pena preservar por su valor ecológico pero al que es necesario reforzar en cuanto a su potencial como elemento natural del paisaje dotado de un valor cultural. Este valor cultural puede (y debe) incrementarse a partir de campañas intensivas y extensivas de difusión de su valor histórico, económico, biológico. Esas campañas deben orientarse a diversos ámbitos como el escolar básico, las agrupaciones cívicas, los organismos privados y públicos, los grupos culturales, a través de un conocimiento inicial de su ubicación, su valor y de las acciones para su manejo y uso. La Primavera constituye una oportunidad inigualable para que los habitantes de la Zona Metropolitana tengan contacto con recursos de la flora y la fauna en un espacio relativamente cercano a la ciudad de Guadalajara.

Además de ser un potencial atractivo turístico, debe reconocerse la necesidad de encontrar formas de promover su conservación y el respeto de parte de fraccionadores, comerciantes y taladores, además de los visitantes ocasionales. Su valor como recurso para la educación ambiental ha sido reconocido, pero todavía no ha sido difundido adecuadamente en cuanto elemento que forma parte de la identidad del jalisciense. En tal sentido, con acciones de difusión y valoración dentro y fuera de la ciudad, el bosque puede convertirse en una oportunidad vital para la revaloración de los recursos forestales (y de cada árbol individual) en la región y como un ámbito para la educación ambiental y para apreciar el valor del microclima al que ayuda a sostener y al que ha contribuido a lo largo de la historia de los asentamientos jaliscienses, a pesar de haberse visto mermado en su extensión original. Según los historiadores de la región, el bosque de La Primavera alguna vez estuvo unido con el ya muy pequeño bosque de Los Colomos, ubicado en una zona de la ciudad que ha sufrido los embates del urbanismo y de una cultura basada en la lógica del transporte individual.

En todo caso, el destino del Bosque de La Primavera no debe ser el mismo que el de los cientos (quizá miles) de árboles que han dado lugar a calles, puentes y otras obras viales y a fraccionamientos para la vivienda. Su carácter como un espacio reconocido como “reserva de la biosfera” puede ser el primer paso para convertirse, además de un orgullo para los jaliscienses y los tapatíos, en una oportunidad de revertir las tendencias desforestadoras en la zona metropolitana y en el estado.
Algunos investigadores como Carlos Félix Barrera, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA-U. de G.), han señalado que “falta mucho por hacer en esta reserva natural, ya que no hay voluntad política decidida para resolver los problemas de la Primavera, pues son complejos y costosos” y añade que “el hecho de que sigan autorizando o construyendo zonas habitacionales o casas de manera individual dentro del bosque, quiere decir que se saltan por las trancas la limitación legal y jurídica” han hecho atenciones reales” (citado en Planeta Azul, 2006).

Habría que añadir que en la zona metropolitana de Guadalajara, en el estado de Jalisco y probablemente en todo el país, hay poca cultura de respeto a los recursos naturales. Esta escasa “cultura ecológica”, cuyas síntomas se evidencian incluso en el ámbito urbano, en donde es claro que hay pocas personas con energías, interés y tiempo para asegurarse de que se conserven limpios sus espacios inmediatos y todavía menos para dirigirlos a la conservación de un bosque no tan cercano como la banqueta de su propia casa, parece multiplicar sus defectos en el área del bosque. Mientras que son miles de visitantes los que recibe el bosque cada fin de semana y en especial en los días de asueto primaverales como el pasado fin de semana que se extendió del 17 al 19 de marzo, la muy cercana vacación de las semanas santa y de pascua, son relativamente pocos los que se preocupan por conservar los recursos del bosque, de recoger sus desechos y de darles un manejo adecuado. El reciente incendio del bosque, hace apenas dos años, en que se vieron dañadas cerca de once mil hectáreas (es decir, una tercera parte del área total del bosque), representa una más de las agresiones que sufre esta área que para muchos jaliscienses tiene un palpable valor como generador de oxígeno, como filtro de los contaminantes de la zona urbana, además de su valor como área de conservación hidrológica, recreativa y, en últimas fechas, incluso “ritual” para la conservación o re-creación de elementos de culturas supuestamente ancestrales.

Un breve comentario acerca de los programas de conservación y cómo vincularlos con educación ambiental de los jaliscienses. La manera de conservar y ampliar este patrimonio, al que se le reconoce un status “protegido” por la UNESCO debe pasar por la construcción y difusión de una cultura de la conservación y mejoramiento del ambiente, que incluya a las zonas naturales, pero también a los ámbitos de actuación humana en donde se generan encuentros más frecuentes y más intensivos (la ciudad, las carreteras, los espacios de ocio). La Primavera constituye un pulmón para los habitantes de la región y debe ser además objeto de una atención más esmerada.

Entre los pasos para construir una cultura de la conservación y mejoramiento del ambiente, se encuentran no sólo la creación de LEYES, sino también la vigilancia y sanción de quienes no las cumplan, desde los funcionarios hasta los usuarios del bosque, pasando por los empleados que son los responsables de su cuidado. Un programa de educación ambiental que trascienda los límites del bosque tendrá efectos que se revertirán en el propio bosque a través de medidas que aseguren, siguiendo a N.J. Smith-Sebasto (1997), la existencia de esfuerzos planificados para comunicar información y/o suministrar instrucción, que refuercen “el sentimiento público” de valorización de este recurso natural, con acciones dirigidas a apoyar el desarrollo de actitudes, opiniones y creencias y a la adopción sostenida de conductas que minimicen la degradación del paisaje o las características geológicas de una región.

Es decir, para aumentar el valor del bosque de La Primavera como un geosímbolo que actúe tanto en el exterior como en el interior de la gente, se requiere de una educación ambiental acorde con un proyecto a largo plazo para la conservación de la vida humana sin que se agoten los recursos naturales y culturales que la sostienen; es decir, para que la educación ambiental funcione, es importante vincularla en lo posible con geosímbolos que la gente considere como parte de su propia identidad, hacia los que sienta une especial afecto por las experiencias positivas, de aprendizaje y vivenciales experimentadas en su cercanía. Es por ello que fortalecer el vínculo afectivo de los jaliscienses con el bosque de La Primavera y convertirlo en una encarnación de algo “sagrado” y digno de respeto, contribuirá a prolongar la vida no sólo de la flora y la fauna de esa área protegida, sino la de los propios tapatíos y jaliscienses.

Referencias
Bosque La Primavera. Disponible en: http://www.bosquelaprimavera.com/mainframe.htm Consultado el 24 de marzo de 2007.

Giménez Montiel, Gilberto. 1996. Territorio y cultura. Conferencia magistral pronunciada el 8 de junio de 1996 en la ceremonia de entrega del reconocimiento como Maestro Universitario Distinguido. Universidad de Colima.

Morán Quiroz, Luis Rodolfo. 2005. “Geosímbolos en Jalisco”. En: Luis Antonio González Rubio (comp.), Encuentros sociales y diversión. Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco. Guadalajara.

Planeta Azul. Periodismo ambiental. 2006. “Significativo, que la UNESCO declare reserva de la biosfera a la primavera”. 13 de noviembre de 2006. Consultado en: http://www.planetaazul.com.mx/www/2006/11/14/significativo-que-la-unesco-declare-reserva-de-la-biosfera-a-la-primavera/ 24 de marzo de 2007.

Smith-Sebasto, N. J. 1997. “¿Qué es educación ambiental?” en: http://www.jmarcano.com/educa/njsmith.html consultado el 24 de marzo de 2007.

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