jueves, 24 de septiembre de 2015

Pecar es humano: plagios, niñeras y autos alemanes

Pecar es humano: plagios, niñeras y autos alemanes

Este 2015 nos hemos topado con tres noticias que nos hablan del mismo tema y que han cristalizado en escándalos en tres distintos ámbitos: el de la academia, la alcoba y la bolsa de valores. Al menos dos de ellos tienen importantes repercusiones internacionales y salen del ámbito en que se produjeron.
El primero de ellos es el caso de una denuncia de plagio desde una universidad estadounidense en contra de un acaémico chileno que decía trabajar y escribir en una universidad mexicana. La demanda hacía del conocimiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en México que ese hombre que trabajaba como académico en la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo había publicado como suyos textos que habían sido escritos por investigadores reales que habían hurgado en archivos y generado sus propios análisis. Semanas más tarde se descubrieron otros dos casos muy similares, en el Colegio de San Luis y en el Colegio de la Frontera Norte.
¿Académicos que se roban textos de otros y los publican con su nombre? Eso no puede ser, si partimos del supuesto de que ningún científico que se respete puede faltar a la verdad. Pero al menos en esos tres casos en el ámbito académico mexicano nos hablan de que el supuesto del apego a la verdad no está tan bien fundamentado como pensábamos.
El segundo caso es el de una universitaria que estudiaba pedagogía y se dedicaba a cuidar a niños de celebridades. Al menos así creían las mamás de esos niños, pues resulta que además daba ciertos cuidados a los papás de esos niños. Cuando se descubrió una excesiva familiaridad de la niñera con uno de los papás, salieron a flote otras noticias y nos enteramos del caso como parte de una serie de relaciones de la niñera con otros padres célebres. El caso no ha tenido, al menos hasta ahora, mucha repercusión intrernacional y se ha concentrado sobre todo en sucesos en California, el ámbito doméstico y, suponemos en el de las actividades realizadas en el lecho y con escasa ropa. ¿Niñeras que se acuestan con los maridos ajenos? Tampoco podría suceder, si ella sólo cuida a los niños, no se encarga de colsolar a los papás. ¿Sería posible?
            El tercer caso es de los once millones de motores dísel que daban indicaciones de emisión de gases que eran hasta cuarenta veces inferiores a las reales. El descubrimiento lo hizo un par de jóvenes interesados en medir esas emisiones, al comparar sus datos con los datos oficiales de automóviles de la fábrica de VW. El hecho de que arrojaran mediciones de cuarenta veces más contaminantes que los instrumentos habituales para “certificar” esa emisiones desató un escándalo no sólo en los mercados de automóviles, sino en la bolsa de valores en donde la VW perdió, en dos días, el 30% del precio de sus acciones. ¿Fabricantes de automóviles que inventen maneras de que los indicadores de contaminación resulten más bajos ante los sistemas habituales de medir los gases? ¿Habría alguno que lo hiciera?

Cogí lo que no era mío
Eso de que a los humanos los agarren sin calzones a veces no les deja más opción que hablar “a calzón quitado” (pues de una vez, ya que estamos así). Así que de los tres ámbitos nos han llegado algunas declaraciones de los involucrados. No todos los involucrados, claro, pues algunos académicos o funcionarios que fueron parte del ocultamiento de los casos de plagio no han dicho “esta boca es mía”, mientras que las parejas legales y legítimas de los que tuvieron affaires con la niñera han preferido guardarse sus maldiciones para ámbitos más privados y no proferirlas ante los representantes de los medios de comunicación. En especial porque los periodistas suelen tener fama de chismosos y luego van y cuentan de lo que se enteran. La más sincera de las declaraciones vino de uno de los altos ejecutivos de la Volkswagen (compañía que, por cierto, abarca también a marcas como Audi y Porsche): “la cagamos”, admitió.
En los tres casos, asociados con el tema de la honestidad, encontramos que no hay tanto una preocupación por lo que se hizo, sino que la vergüenza es sobre todo por haber sido pillados figuradamente “sin calzones”. Lo que les duele no es haber hecho lo que hicieron. Lo que sienten es que los atraparan.
Tanto los plagiarios de textos que cobraban como si las publicaciones estuvieran asociadas con un hecho de indagación y escritura de parte de ellos, como la niñera y los padres de los niños que ésta debía cuidar, así como los ejecutivos del conglomerado automotriz no tuvieron más remedio que decir: “oops (I did it again)” o simplemente exclamar “Scheisse!” Los agarraron con las manos en el texto ajeno, o en los atributos de persona con la que no existía un contrato matrimonial, o en un segmento del mercado automotriz que no hubieran conseguido de haber eclarado qué tan contaminantes eran sus motores dísel.

Pecar es humano y se siente divino
Ya sabemos que no es la primera vez que sucede. Los humanos han heco cosas que se les prohíbe desde la primera vez que se les prohibió algo. Recordemos a nuestros supuestoa ancestros con la jugosa, suculenta, brillante manzana. Y es que el diablo suele disfrazarse de tantas cosas y ofrecernos tantas tentaciones apetitosas para apropiarse de nuestras almas mortales. Ya lo vimos en la película aquella en que el diablo se pone el cuerpo, las curvas, la sensualidad y la sonrisa de Elizabeth Hurley para tratar de robarse el alma de un jovencito atolondrado y enamorado.
La misma Volkswagen está asociado con otro caso mucho más antiguo. Quienes han escuchado de la Volkswagenwerkstiftung probablemente sepan que no se trata de una fundación con dineros que esa fábrica aporte a la investigación en este momento, sino de una compensación por los salarios que no se pagaron a los Zwangsarbeiter (trabajadores forzados) de la época del nazismo. Como esa marca, fundada por Adolfo Hitler se benefició del trabajo no pagado, después de la guerra, cuando la fábrica de Wolsburg quedó en manos del ejército inglés, se constituyó un fondo para promover la investigación ya que no se les podía pagar ya a los trabajadores ni a sus poco probables descendientes.
Del plagio de textos a veces nos enteramos, quienes somos profesores en alguna institución académica, en los pasillos, entre cuchicheos: “fulano se robó mi escrito” o “yo conseguí esa información y escribí el reporte, pero tal profesor con más o menos prestigio o más o menos edad lo publicó sin darme el crédito”. El plagio se ha dado a veces hasta a sabiendas de quien es plagiado. No todos denuncian. Ni todos los casos salen a la luz pública.
Trucar los motores para que arrojen mediciones distintas de las reales tampoco es una novedad. Se hace para venderlos más o para que corran mno es que no tenga culpas, sino que dras sin dañar a la adxinar sobre sus propias culpas y pecados. Sin embargo, segs mtras almaás rápido, o para que compiatne ne segmentos que son superiores o inferiores a sus verdaderas características.
La verdad es que la verdad no es tan neta como pensábamos. A veces se le añade algún peso bruto, con la esperanza de que no haga más que peso muerto y no haga daño. Pero el caso es que a veces sí lo hace. Y añade pesadumbres a los que pecan, pero todavía más para aquellos contra los que se cometió el pecado.
Que todos los humanos pecan lo señala aquel pasaje que no siempre cuenta la anécdota que lo remata. Cuenta un texto, difundido en varios idiomas, que la adúltera se salvó de ser dilapidada porque Jesús increpó a quienes tenían intención de apedrearla: “el que esté libre de culpa, que lnce la primera piedra”. Según ese texto, ya nadie se atrevió a lanzarle alguna roca, ni siquiera un guijarro, al reflexinar sobre sus propias culpas y pecados. Sin embargo, según cuenta la anécdota popular, después de que casi todos soltaron sus piedras sin dañar a la adútera, ésta recibió una pedrada. Volteó Jesús y preguntó, sorprendido e indignado: “¿acaso tú nunca has pecado?, ¿Por qué la apedreas?”. A lo que contestó el que lanzó la piedra: “no es que no tenga culpas, sino que es mi esposa y la verdad es que sí siento gacho”.
Mientras que unos sienten que el placer deivado del pecado es divino, hay otros que sienten que el sufrimiento derivado del pecado ajeno los lleva a las profundidades del infierno. Y ya que hablábamos del averno y de la personificación de Elizabeth Hurley como Satanás, habrá quien recuerde que a esta bella actriz con la que más de alguno pecaría si se le presentara la ocasión (vaya o no a cuidar niños a su casa) hubo de sufrir otra cornamenta de parte de Hugh Grant. Literalmente, al pobre Hugh lo pillaron al menos con los calzones abajo y en boca de una mujer que no tenía la belleza de su pareja pero que llevaba el nombre de Divine. En plena actividad de sexo oral, no nos queda duda de que Hugh no sabía si quejarse por la interrupción o lamentarse por haber sido señalado.
¿Quién es perjudicado por el plagio de un texto, o por aprovecharse de los regalos divinos de un cuerpo que después se comerán los gusanos, o por vender automóviles que contaminan “un poquito” más de lo que señalan los medidores de gases emitidos? ¿Qué tanto es tantito? ¿Por qué tanta indignación? ¿Acaso porque eres quiien escribió el texto y te da coraje que otro reciba las becas, apoyos académicos y dinero para asistir a los congresos en vez de que seas tú? ¿Acaso porque en vez de disfrutar de sexo oral (o telefónico o como sea) con la pareja legítima hay quien acude a su corazón de mesón y da hospedaje a algún otro inquilino urgido de acogida? ¿Acaso es doloroso porque eres un ecologista que se decía consciente de la necesidad de no ensuciar tanto el medio ambient y descubres que lo ensucias tanto más?

Echarle la culpa al otro
En muchas ocasiones, el meollo del asunto no está en descubrir quién la hizo, sino quién la pague. Habrá quien alegue, en descarga de la negritud de su alma, tinta, intenciones o del aire urbano, que en realidad no quería hacerlo. Sino que se vio obligado por las circunstancias. Así:
- Es que me exigen que publique mucho, pero no me dan tiempo para investigar porque me obligan a demasiadas horas de docencia y traslado;
- Es que no me atiendes, por más que te pido que sea de un modo, siempre lo hacemos a tu manera;
- Es que las agencias de protección del ambiente exigen que cumpla con ciertos criterios de calidad de gases, pero el mercado me exige que tenga listo el producto.

Los implicados en estos tres ámbitos, bien podrían declarar: Es war nicht unsere Schuld (no fue nuestra culpa). Si cogí lo ajeno fue por necesidad ante las exigencias de otros. Norbert Elias las denomina Fremdzwänge, es decir, las obligaciones que vienen de otras personas y señala que cualquier persona que tenga una relación con otra o que dependa de otros se enfrenta a estas obligaciones. Por eso pagamos “impuestos” (como su nombre lo indica), que representan contribuciones para la provisión de bienes y servicios que nos benefician a todos. Eso aunque sepamos que a unos los benefician más que a nosotros.

La pregunta que cabría plantear es si, por el hecho de estar obligados “desde fuera” a hacer algo que nos resulta tan difícil, pesado, desagradable, desgastante y que además nos evita determinados placeres como la altura de la gloria en los congresos académicos, las profundidades de la relación sexual o afectiva, la posición privilegiada entre los fabricantes de determinados productos, ¿estamos justificados a adulterar nuestros productos (sean textos o autos) o nuestras relaciones (con nuestra pareja o nuestros amigos o colegas)? ¿Qué tan racional en el largo plazo es la búsqueda del placer a corto plazo? No siempre podemos anticipar las consecuencias, ni si nos van a atrapar en la mentira, pero lo que nos enseñan estas noticias es que hay quien sí anticipa las ventajas que le ve a hacer una trampa, grande o pequeña, de millones de autos, o de algunos miles de páginas o de unos cuantos minutos de placer carnal. ¿Hay garantías para evitar las chapucerías propias o ajenas?
A veces confiamos más en los otros que en nosotros mismos, precisamente porque no sabemos si ellos serían capaces de sentir con tanta enjundia nuestras pasiones, nuestros deseos desatados, nuestras atracciones, nuestros proyectos. Lo que sí sabemos es que en algunos casos sí pecaríamos. Lo bueno es que el arca abierta (o las piernas, o los tubos de escape, o las computadoras) no siempre se nos presenta a los más justos. Porque, puestos en la situación de pecar, habrá quien se pregunte no si puede hacer o no determinado ilícito, sino cuál es la probabilidad de que lo pillen y señalen como perpetrador de ese acto. Una vez pillados, entre las consecuencias se encuentran que se pierda el amor/afecto/favores/recursos de los demás. Pero también se encuentra la posibilidad de que los otros pierdan la confianza en nosotros y en nuestras acciones. Lo que nos pone también en la duda: ¿y si los demás son tan tramposos, pecadores, adúlteros, mentidos como yo? ¿Se ajustan ellos a las promesas verbales, a las leyes, a las amenazas de castigo, a las probabilidades de ser descubirtos?


La próxima vez que el académico plagiario saque a pasear a la niñera (sin niños, claro) en su auto alemán comprado con el dinero de sus bonos por productividad, antes de llamarse a robado por una jovencita que lo esquilma (cuando es él quien saca sex-appeal de la cartera) y por un fabricante de motores dísel que son menos eficientes y limpios de lo que dicen ser, quizá deba recordar la frase de “pensar azul” y hacer una revisión de conciencia: mientras él se robaba los textos ajenos pensando en los billetes verdes, ella quizá simplemente pensaba en cómo concretar el mandato de “la que quiera azul celeste que se acueste”.  

sábado, 19 de septiembre de 2015

Entre la chamba y el suburbio


 
Creías que era una buena idea. Invertir unos cuantos cientos de miles de pesos en la adquisición de una casita para tener cierta seguridad patrimonial. Al fin ser propietario de un pedacito de planeta. Un pedacito de planeta de un tamaño que no podrías adquirir en el centro de la ciudad. Ni siquiera en los barrios y colonias cercanas al centro de la ciudad. Tampoco en los fraccionamientos más modernos que colindan con los barrios y colonias de los que se dice que están bien ubicados.

Rentar una casita, un departamento o aunque sea vivir en una casa de asistencia cercana al centro de la ciudad te costaría lo mismo mensualmente que lo que pagarás de mensualidad por el préstamo hipotecario. Y eso que incluye una buena parte de intereses. Sientes que con todo e intereses podrás pagar esas mensualidades, con la ventaja añadida de que, quizá, en algún momento, podrás vender esa casita para comprar una más grande. Ya ves que diez, quince, veinte años se van rapidísimo.

Total, ya podrás impresionar a tu pareja en potencia cuando, así casualmente, como sin darte cuenta, te lances a ganar méritos como excelente al decirle que eres propietario, o casi, de una residencia nueva en un lugar idílico, con áreas verdes y hasta terraza para fiestas.

Lo malo es que ahora no puedes dejar ese trabajo que tienes en el centro de la ciudad, porque es el que te da los ingresos para pagar la casita. El problema es que, como en ese nuevo fraccionamiento, con sus cotos que te decían que eran exclusivos y te ofrecían privacidad, no sólo ves a tus vecinos con demasiada frecuencia, sino que no hay tiendita de la esquina, y el mercado del pueblo más cercano está en realidad muy lejano y a la hora en que se pone el tianguis más cercano, al otro lado de la avenida de ocho carriles, tú tienes que estar en el trabajo.

El chiste es que para llegar a las tienditas, supermercados, mercados, tianguis y hasta al trabajo mismo, desde tu casa, necesitas un carrito. Tener tu casita y tu carrito. ¿Quién diría que el haber iniciado a pagar tu sueño de tener una casita te impulsaría a lograr el otro sueño de tener además un carrito? Claro que no es el carrito que más te gustaba de entre los que se anuncian en las revistas y en los periódicos y en los espectaculares que ves en las avenidas atestadas de vehículos en tu camino al trabajo. Pero, al fin, es un carrito. Con eso de que este carrito es un poco viejo, hay que meterle algo de dinerito para arreglarle algunos detalles. Las llantas todavía aguantan, pero mientras podrás usar el dinero en ponerle gasolina. No importa que la pintura esté un poco desgastada y que haya unos cuantos rincones por los que se empieza a oxidar el metal del carro o que algunas de las partes de plástico estén un poco rotas y hayas tenido que repararlas con cinta canela.

Ser propietario de una casita que está lejos del centro y de tu trabajo, y de un carrito que está lejos de ser nuevo y eficiente, representa que te levantes más temprano, no para trabajar o producir más, sino para alcanzar a llegar a tiempo al trabajo. Dos horas y a veces tres horas, en especial si es la noche del viernes de quincena te representa la suma de los viajes de viaje de ida y vuelta entre tu casita y tu trabajo, con tu carrito.

Y pensar que una buena parte del camino es estar detenido entre muchos otros que viajan en la madrugada hacia el centro y de regreso en la noche. Ya hasta comienzas a anticipar a algunos de los personajes, pobrecitos, que estarán en la parada del camión de éste y del lado contrario de la avenida. Te reconocen ya los limpiavidrios y los malabaristas de varios de los cruceros por los que pasas. A algunos los ves tempranito, cuando vas al centro. A otros al regreso. Pobrecitos: ellos no tienen una casita en un coto dentro de un fraccionamiento, así que los apoyas cada vez que puedes, aunque el parabrisas todavía aguante unos días con esa mugre que se le acumula a tu carrito que tanto quieres porque te lleva a tu trabajo y de regreso. Eso de los embotellamientos te desespera en primer lugar porque quieres llegar pronto a tu trabajo. No quieres que te corran porque, entonces, ¿cómo pagarás las mensualidades de la casita y la gasolina para tu carrito? Pero también te desespera que haya embotellamientos porque sabes que eso implica que gastas más gasolina tan sólo en estar en el proceso de avanzar-frenar. Y con lo bajas que están las balatas. Cada vez rechinan más.

¿Qué vas a hacer cuando te choque algún tipo cuyo carro no tenga buenos frenos? Huy. Eso de quedarse sin carro te hace angustiarte y enojarte de tan sólo pensarlo. Sientes que serías capaz de golpear al tipo en su carota de carne y hueso, si llegara a golpear tu carrito con su armatoste viejo, mugroso y oxidado. ¿Qué vas a hacer si llegaras a golpear el auto de enfrente? Sobre todo te preocupas por esa posibilidad cuando tienes que mandar algún recado por el celular para que tus amigos te hagan un favor porque vas tarde y no alcanzarás a comprar el café a la pasada.

Que no choque, que no choque, te dices, mientras aumenta tu angustia porque se te hace tarde, no has tomado tu café, ni siquiera alcanzaste a desayunar porque ayer llegaste tan tarde a tu casa que ya ni te acordaste de llegar a comprar algo para la cena y para el desayuno. Y como no hay tiendita en el barrio, tienes que parar en el camino para comprarte “un algo”, aunque sea unas papitas o un gansito o unas galletas. O a lo mejor algo más sano, como un yogurito o una manzana. Lástima que estén tan caros en la tienda ésa, diseñada para la “conveniencia” de los franquicitarios, más que de los clientes.

Tan llena que está siempre esa tiendilla. Con un estacionamiento tan chiquito y tantos peatones que se atraviesan que hacen que sea más lento entrar o salir de uno de sus lugares estrechos. ¿Y si los estacionamientos esos estuvieran más grandes? Y de una vez, que pusieran las tiendas ésas en avenidas más anchas, o que hagan más anchas las calles, para que quepan más carros y todos puedan llegar más pronto a sus trabajos en el centro. O al menos que no estorben tanto. Muchos carriles para que todos tarden menos en llegar al centro y de regreso. Con enormes estacionamientos en las tiendas. Con muchos centros comerciales en el camino, para compensar por la falta d tienditas en el coto del fraccionamiento que ofrece privacidad y en donde tú y tus vecinos se encuentran más de lo que quisieras.

Y pensar que todavía te faltan casi todas las mensualidades para pagar ese préstamo hipotecario que te tiene desvelado, a no ser que caes como costal de piedras del cansancio de manejar y del trabajo que ya no disfrutas tanto como antes porque ya no te queda tanto dinero para algo que no sea pagar la gasolina, pagar la casa, pagar las cuentas de celular y de electricidad de tu casita nueva. El tiempo va tan despacio y el dinero tan rápido. ¿Cuándo será quincena? Pero si es quincena significa que estará más cerca la fecha del cobro de la hipoteca.

Qué angustia sientes. Tienes miedo ahora no sólo de chocar, de perder tu empleo, de no tener tiempo suficiente para dormir, ya no digamos para organizar una reunión con tus amigos a los que podrías presumir que eres dueño de una casita con derecho a una terraza que siempre está sola. Qué vecinos tan tontos tengo, que nunca aprovechan la terraza. Mejor para mí, cuando al fin pueda invitar a mis amigos. A los que tendrás que recoger en la parada del camión del centro comercial pues casi todos son pobres y andan a pata o en camión y no han tenido para comprar casita ni carrito. No ves por qué ninguno se ve preocupado por llegar a tiempo a su trabajo. Y cómo desperdician tiempo y dinero en ir al cine y en tomar cerveza y reunirse unos con otros en fiestas de las que tienes que regresar temprano porque luego no alcanzas a dormir suficiente para ir a trabajar al día siguiente.

Y piensas que ojalá pudieras rentar una casita, un departamentito o quizá, aunque sea, pudieras vivir en una casa de asistencia en el centro, cerca de tu trabajo. Para poder irte a pie sin que sea tan temprano y poder regresar sin problemas con la posible ubicación del alcoholímetro aunque sea tan tarde. Pero pagar la hipoteca de tu casita te deja siempre tan orgulloso. Y manejar tu carrito, al que quizá algún día, cuando sea más rápido llegar desde tu coto en un fraccionamiento con terraza, puedas añadirle un estéreo con ocho bocinas para escuchar música y noticias. Sería bueno escuchar por radio cuáles avenidas están saturadas en vez de tener que enterarte a través del celular que todas, todos los días, están hechas un asco de embotellamientos.

En unos veinte años quizá puedas al fin comprar la bicicleta que tanto te gusta. Porque eso de vivir tan lejos y pasar tanto tiempo en el carro en los embotellamientos, y tener poco tiempo para comer bien o para hacer ejercicio te está poniendo un poco repuestito. Una repuesta como de diez kilos desde que saliste de la escuela y comenzaste a trabajar. Pero eso de comprar la bici será después de que termines de pagar tu casita y de que cambies tu carrito por uno que sí sea el de tus sueños.

 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Separar todo de todo lo demás: los centros periféricos


Separar todo de todo lo demás: los centros periféricos

La idea original era separar los procesos industriales contaminantes de las áreas de vivienda. La separación y delimitación de áreas urbanas especializadas generó, por una parte y en el corto plazo, el saneamiento de ciudades que estaban tan contaminadas que se convirtieron en importantes puntos de referencia, como Londrs y Barcelona. Por otra, en el largo plazo llevó a  la dispersión de las ciudades.
Las manchas urbanas han seguido este proceso de expansión a pesar de que muchos d elos procesos industriales ya no arrojan tantos desechos ni humos ni partículas como en la época en que surgió la idea de separar la producción industrial de las funciones de reproducción biológica simple y ampliada de la fuerza de trabajo (es decir, descansar, comer y tener hijitos). Las ciudades estadounidenses conservaron esa inercia de separación por muchas más décadas que las ciudades europeas, en buena parte por la disponibilidad de espacios hacia donde expandirse. Las ciudades latinoamericanas, y en especial las mexicanas, copiaron ese modelo del vecino del norte y, de paso, compraron la idea de que para trasladarse entre un espacio especializado y otro (entre la vivienda y el trabajo, entre las escuelas y los lugares de consumo) podría hacerse con relativa eficiencia con automóviles dotados de motores de combustión interna. Y las economías locales, regionales y nacionales se volcaron a atender las necesidades de los conductores: carreteras, centros comerciales, amplios estacionamientos, amplias avenidas rectas, escuelas dotadas de áreas de estacionamiento. La especialización derivó, a lo largo de los años, en el abandono de los centros de las ciudades.
En las ciudades tradicionales, esos centros constituían los espacios de intercambio, de encuentro, de cultura, de espacios compartidos y poco especializados. Lo más probable es que existieran actividades económicas al lado de las religiosas, actividades culturales y educativas al lado de los espacios de vivienda. Muchas de las ciudades europeas han logrado conservar, a pesar de la idea de especializar espacios, centros y ciudades en donde se entreveran funciones y actividades, y en donde no es necesario utilizar el automóvil para llegar de un lugar a otro. La “plaza del mercado” se encuentra adyacente a templos y edificios de gobierno, a pocos metros de los lugares de vivienda de quienes son a la vez clientes, parroquianos y ciudadanos-contribuyentes.
En las ciudades estadounidenses y en algunas de las mexicanas, los centros se desintegraron, se demolieron (como sucedió en buena parte del centro histórico de Guadalajara) o se abandonaron ante las nuevas ofertas de espacios m aislados de losvivienda quedaron as de Guadalajarasuye a las otras funciones barriales (vivienda, comercio, alimentacis urbanasás amplios y baratos, aunque lejanos y accesibles únicamente con vehículos de motor. Los sistemas de tranvía fueron sustituidos por transportes motorizados. La industria automotriz estadounidense se convirtió en fuerza de presión para hacer esa sustitución de vehículos de tracción animal por vehículos que no dejaran residuos de sus procesos digestivos, como los caballos. Y también presionó, junto con los fabricantes de neumáticos, para que se construyeran más y mejores carreteras que comunicaran entre sí los distintos espacios especializados. Las autoridades mexicanas se encandilaron ante los trazos modernos de las ciudades del norte y copiaron el modelo. Al fin que en México también hay petróleo y mucho espacio por conquistar.
Así que las ciudades redujeron su densidad, se multiplicaron los accidentes en avenidas y carreteras, han sido cientos de miles los peatones que han muerto a causa de esta rauda población de vehículos motorizados que ahora domina nuestras ciudades.
Las universidades no han quedado fuera de ese afán de instalarse en espacios especiales ni del afán de que sus comunidades se conviertan en poseedores de símbolos de status como han sido los automóviles, así sean de los más económicos o de los más inseguros o de los más contaminantes y añosos. Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México es un ejemplo de esa tendencia, aun cuando ahora ya no se nota su afán de distanciarse de la ciudad de México, cuando la metrópoli se ha instalado a sus puertas. De algún modo refleja esa ciudad universitaria el deseo de muchos de no vivir cerca de sus trabajos, sino de que sus trabajos y escuelas estén cerca de donde viven.
En otras ciudades y universidades se ha imitado el modelo de las ciudades universitarias aisladas de las otras funciones urbanas. Ejemplos de esta tendencia se aprecian en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en la Universidad Autónoma de Zacatecas, en la Autónoma de Chihuahua, en la Autónoma de Nuevo León, por mencionar algunas. Las instituciones privadas de educación superior no han estado exentas de este afán de concentrar sus actividades en espacios que excluyen a las otras funciones barriales y urbanas (vivienda, comercio, alimentación, producción industrial o agrícola). Así, el Tec de Monterrey lo ha hecho con diversos centros en varias ciudades, mientras que el ITESO siguió el ejemplo en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Los suburbios dedicados a la vivienda quedaron así aislados de los barrios centrales en los que se cumplía una variedad de funciones. Y, al igual que las zonas industriales,  las universidades se convirtieron en otros suburbios, muy pocas veces accesibles a pie desde los espacios comerciales o de vivienda. Los espacios comerciales se convirtieron tambian contentos: el conductor y sus escasos pasajeros, el vendedor de autos, el .
La disponibilidad de calles, carreteras, avenidasén en espacios amplios y aislados de la ciudad. El caso de Plaza del Sol en las fronteras entre Zapopan y Guadalajara fue de los primeros ejemplos en la ciudad de Guadalajara.
El problema perenne fue el de la manera de llegar a estos suburbios: para pasar de uno a otro siempre se tuvieron en cuenta los intereses de las compañías fabricantes de automóviles y muy poco las necesidades de traslado de los usuarios de estos espacios. Así, ante la falta de oferta de transporte colectivo, de parte del estado o de los empresarios o de las universidades, la solución que se ofrecía a los clientes de las plaza comerciales, a los profesores, trabajadores y estudiantes en las universidades, a los que requerían volver a sus viviendas, fue la compra de vehículos de motor. Con ello se cubría la ilusión de un transporte oportuno, pues el vehículo suele estar a unos cuantos pasos del lugar en el que se duerme y come, a la vez que de un transporte eficaz y veloz, según las especificaciones de potencia y rendimiento que anuncian los fabricantes. La disponibilidad de calles, carreteras, avenidas y estacionamientos parecían augurar que todo iría “sobre ruedas”, de no ser porque muchos miles y millones de habitantes recurrirían a la misma solución, con lo que se multiplicarían los tiempos de traslado, los accidentes, los costos para los ocupantes de los vehículos y para quienes se siguieran trasladando por otros medios no motorizados.
La aspiración de muchos univrsitarios de tener vehículo propio se incorporó en la estrategia de generar ciudades universitarias en la periferia de las ciudades. Así: parecía que todos estarían contentos: el conductor y sus escasos pasajeros, el vendedor de autos, el empresario de la gasolinera, la empresa paraestatal dedicada a extraer petróleo y procesarlo, el constructor de calles, el constructor de estacionamientos, el proveedor de neumáticos y otros aditamentos para los vehículos de motor.
Así que la lógica de crear centros especializados en las periferias de las ciudades acabó en un resultado perverso: pérdida de tiempo en los traslados, más accidentes mortales o incapacitantes, saturación de las calles y de los estacionamientos y de las avenidas de llegada a los centros especializados, poca actividad física, poco tiempo para otras actividades, pues el traslado consumiría buena parte del tiempo y del dinero de los que se trasladan en vehículo de motor.
La propuesta de ciudades universitarias responde también a la lógica de más terreno por menos dinero, pero la creación de estos centros en las periferias no ha tomado en cuenta, más que en algunos, contados, casos, la necesidad de traslado y de cubrir otras funciones para los usuarios de esas ciudades universitarias. En vez de bibliotecas barriales, se concentran ahora los libros y revistas en enormes bibliotecas alejadas de los lugares de vivienda. Los estudiantes que necesitan consultar un material impreso deben trasladarse varios kilómetros y durante largos lapsos de tiempo para poder acceder a materiales antes accesibles en diversos puntos de los centros de las ciudades.
En el caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara, a pesar de que han transcurrido varias décadas de la implantación de estos modelos de especialización, y de que los nuevos planeadores urbanos han caído en la cuenta del valor de los barrios y de la necesidad de generar espacios menos excluyentes, que den cabida a otras funciones urbanas (alimentación, vivienda, comercio, cultura), los centros de las universidades apenas comienzan a integrarse a las vidas urbanas más ricas. Algunos casos, como el Tec de Monterrey (en Zapopan), han apoyado la creación de ciclovías y de formas alternativas de llegada a sus instalaciones, así como el ITESO. La Universidad de Guadalajara ha promovido, al ritmo que le es característico (pausado y voluble) y ha establecido centros fuera de la ciudad pero sin generar la infraestructura que los haga accesibles a pie, en bicicleta, en transporte colectivo y parece apostar a que los universitarios sigan contaminando el ambiente, lleguen en vehículos particulares y ocupen grandes extensiones de terreno en estacionar esos vehículos. Uno de los graves problemas que se le presenta a la principal institución pública de educación superior en el estado de Jalisco es el de cómo harán los estudiantes y profesores, además de los trabajadores administrativos y de servicios para llegar a esos centros que siguen desconectados de la ciudad y, una vez ahí, cómo asegurar que haya servicios de comida, traslado, servicios médicos, entre otros, para que la universidad no se convierta en un espacio de aislamiento.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Las contradicciones universitarias en la movilidad tapatía

Las contradicciones universitarias en la movilidad tapatía

En la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) existen cuando menos diez instituciones de educación superior. Algunas más prestigiosas que otras, otras más desprestigiadas que las demás, algunas con una trayectoria de la que esperamos poco y otras con una historia que las respalda a pesar de sus altibajos. Buena parte de los estudiantes y de los académicos que conviven en ellas cada día discuten asuntos de importancia global y más allá de las coyunturas: el calentamiento global, las maneras de hacer que la práctica profesional tenga impactos positivos en la sociedad, la mejor manera de educar para las necesidades sociales actuales y futuras, la conservación de los recursos naturales, las tecnologías, el diseño de nuestro hábitat, las normas y leyes para asegurar una mejor convivencia, el presente y el futuro de nuestras poblaciones, la niñez, la juventud y la ancianidad y la salud de nuestras poblaciones en las décadas por venir, por citar algunos de esos temas.
Algunas de las instituciones de educación superior, como la Universidad de Guadalajara, tienen un importante peso cuando se pronuncian públicamente acerca de algunos de los temas de trascendencia social, y ofrecen licenciaturas y posgrados orientados a la conservación o manejo del ambiente y los recursos naturales, desde distintas disciplinas. Otras, como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), o El Colegio de Jalisco (Col-Jal), tienen además programas para el manejo del medio ambiente o de la región. La Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) promueve en su publicidad la responsabilidad social de sus egresados.








A pesar de todo lo mencionado hasta aquí, es escasa la información acerca de lo que hacen, promueven, presionan u organizan las instituciones de educación superior en la ZMG o en el estado de Jalisco en torno a la conservación de medio ambiente. En el contexto de contaminación atmosférica en una metrópoli que incluye a varios gobiernos municipales y una infinidad de dependencias de gobierno, las universidades de la metrópoli se han pronunciado muy poco y han realizado todavía menos acciones para que la población a la que atienden y sus propios trabajadores disminuyen su huella de carbono.
En contraste con  otras ciudades universitarias, la ZMG contiene muchas más actividades económicas y por ello las poblaciones universitairas no son los principales clientes de los servicios públicos ni los principales consumidores de lo que se ofrece en la ciudad. Su peso relativo es mínimo en términos poblacionales, pero cabría pensar que el peso de sus actuales estudiantes y de sus egresados es mucho más importante de lo que parece.
Y sin embargo, ni los funcionarios de estas universidades (públicas y privadas) ni los trabajadores, ni los estudiantes, ni las familias de estos estudiantes han recibido adecuada atención para que se atiendan sus necesidades de movilidad. Podríamos decir que los universitarios y sus instituciones no han sido capaces de generar una masa crítica que tenga peso en las decisiones metropolitanas. Aun cuando es altamente probable que quienes gobiernan la ZMG sean egresados de sus universidades, principalmente en los niveles de licenciatura, pero también en buena parte de sus posgrados, los gobiernos locales parecen tener escasa relación con los problemas de contaminación ambiental y de movilidad que se discuten, critican, planean y sufren en las aulas de todas esas instituciones de educación superior.
Quienes han podido ver los anuncios de promoción del ITESO en años recientes habrán notado la tendencia a incluir bicicletas en sus folletos. Y otras universidades privadas como la sede del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) en Zapopan, además de la Universidad Panamericana, han generado programas para resltar la necesidad de transportes no motorizados.
Mientras que en el análisis y en el discurso estas universidades expresan una “preocupación” por el medio ambiente, por la movilidad y por la conservación de árboles y áreas verdes, además de otros recursos como el agua y la necesidad de tratar las aguas residuales y pluviales, son escasas las acciones concertadas y oficiales entre las instituciones de educación superior para atacar estos problemas.
Es sintomático que recientemente el ITESM haya inaugurado un estacionamiento en su campus; mientras que en la Universidad de Guadalajara haya algunos profesores que se han opuesto a la propuesta de que los estacionamientos de algunos de sus centros universitarios cobren por la hora de estacionamiento de vehículos privados en sus terrenos (e incluso se sabe que algunos profesores de esta universidad privada promovieron, sin éxito, el señalamiento de lugares exclusivos para profesores como respuesta a la escasez de espacios públicos accesibles para el estacionamiento). Finalmente, en la Universidd Panamericana presumen la construcción de un estacionamiento de diez pisos en casi 50mil metros cuadrados, con capacidad para 1,500 autos. En descargo de esta última universidad, es de las pocas que promueve un programa de autos compartidos (car-share) para llegar a sus instalaciones y que señala la importancia de trasladarse, desde el estacionamiento a las aulas, en bicicleta o caminando.
Flagrante contradicción el estudiar el medio ambiente y el calentamiento global como enormes problemas de nuestra época, la gran cantidad de accidentes y de contaminación que producen los automóviles de combustión interna, los problemas de salud derivados del sedentarismo (trasladarse en automóvil es una clara muestra) y de la obesidad, para luego olvidarse de generar condiciones y programas que aseguren que las poblaciones a las que atienden estas instituciones no caigan en estos problemas. En vez de que estas universidades, conformadas por personas que podríamos pensar sensatas, contribuyan a solucionar la contaminación ambiental, los problemas del transporte y de movilidad urbana, y de salud, contradicen sus cavilaciones y muchos de sus discursos con acciones que agravan los problemas que los universitarios tanto criticamos.
En descargo de algunos de los universitarios, cabe mencionar que en varias de las universidades locales los estudiantes y los profesores, a veces con el apoyo, más moral que material, de sus funcionarios, han logrado organizar incipientes redes de apoyo a la movilidad no motorizada (peatones y ciclistas) o a para promover el uso de transporte colectivo desde y hacia las universidades. Entre los esfuerzos de los que tengo noticia están "Al-CUCSH en Bici", "UNIVA-VA en bici", "Bici-Tec", los paseos organizado del ITESO y su promoción de transporte a la universidad en bici, la Red Universitaria de Movilidad. Me han señalado que existe un programa para compartir automóviles (a partir de una aplicación en celulares-internet) impulsado por miembros del ITESO.
La pregunta que queda es: ¿cuánto más podría hacerse si estas instituciones de educación superior en vez de gastar dineros, recursos, publicidad y esfuerzos en estacionamientos, promovieran más ciclopuertos, banquetas seguras para llegar a sus instalaciones, programas de préstamos o renta de bicicletas, valoración de infraestructuras y de accesibilidad en sus instalaciones y en los barrios en los que se ubican? Quizá habría en esta metr´poli unas veinte zonas o más, dependiendo de la cantidad de edificios y centros que cada una de esas instituciones administra en la ZMG, que podrce nuestro moedlo actual de movilidad y crecimiento urbano da una de esas instituciones administra en la ZMGistas) o a la organzían beneficiarse del conocimiento con el que cuentan los sensatos agentes de estas instituciones acerca de las consecuencias de nuestro modelo actual de movilidad y crecimiento urbano. Promover estacionamientos para vehículos privados no parece ser la mejor aplicación de la información, recursos y conocimientos con los que cuentan sus estudiantes y personal académico.

(Fotografías tomadas desde el Parque Metropolitano, de las mantas de promoción de la Universidad Panamericana, septiembre de 2015)