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lunes, 16 de enero de 2017

Pensantes y gorditos: ¿por qué no hay ciclopuertos en las instituciones académicas? ¿Por qué los académicos no llegan en bicicleta o caminando?

¿Tienen los académicos la obligación de engordar y de consumir gasolina? ¿por qué no hay ciclopuertos en las instituciones académicas?

El trabajo académico suele estar asociado con la postura sedente. A pesar de que para algunas disciplinas, como la antropología buena parte de los hallazgos se realizan caminando o, al menos viajando a los lugares en los que se harán observaciones, entrevistas, recorridos, la vida académica requiere muchas horas de trabajo de lectura y de escritura. Muchas de las entrevistas, de los escritos, de las observaciones que realizamos los que aspiramos a la vida académica las realizamos sentados. Y es frecuente que se note que los académicos realizan esas actividades en sus abultados vientres.



            Para algunos el problema se agrava cuando se toma en cuenta cómo llegan a sus centros de trabajo: sentados en algún medio de transporte que implica el gasto de combustibles fósiles. En muchos casos se trata de un automóvil particular, que sirve para dejar a los niños en la escuela y luego acercarse lo más posible a la mesa, al escritorio frente al cual se ubica la silla en que estaremos una buena parte del día dedicados a la lectura, la escritura, la expresión oral, la redacción, el intercambio con otros. Pero muy sentaditos.

            En estos primeros días del 2017 he tenido la portunidad de asistir a reuniones de trabajo, de discusión y de docencia en instituciones académicas de la ciudad de Guadalajara. Como aficionado a la libertad y el silencio que da el trasladarse en bicicleta, he llegado a los edificios de esas instituciones en bicicleta. No deja de extrañar que, aunque algunos de los profesores e investigadores y algunos de los estudiantes de sus programas docentes se trasladen en bicicleta a esas instituciones, no haya ciclopuertos en las instalaciones.


            ¿Cuántos escritorios existen en esas instituciones académicas? ¿Cuánto han invertidoe en sillas, sillones y bancas? Parecería que parte del gasto en terreno para las actividades académicas se ha “desviado” para fines que no son académicos: el uso de metros cuadrados de terreno para estacionar automóviles. ¿Cunatos metros cuadrado se han destinado, en cambio, para que los estudiantes, profesores, directivos, investigadores, coloquen sus bicicletas? ¿Cuánto en t´rminos proporcionales, en comparación con los terrenos dedicados a estacionar vehículos de motor, contaminantes?


            Instalar ciclopuertos en las instituciones académicas no sólo facilitaría que quienes llegarámos en bicicleta pudiéramos estacionar las bicicletas, sino que podría detonar en algunos estudiantes y académicos y trabajadores de servicios la idea de que es posible llegar en bicicleta en vez de usar un vehíulo de motor. A algunas instituciones, ubicadas en la cercanía de estaciones de bicicletas públicas, es posible llegar caminando un par de cuadras desde esas estaciones. Pero en algunas instituciones, el dejar espacios accesibles para las bicicletas que son propiedad de los académicos y los estudiantes y trabajadores de las propias instituciones, sería posible promover la posibilidad de traslados menos contaminantes, más baratos y a la vez más relajantes y estimulantes de la circulación sanguínea.


            En las fotos, ilustro los ejemplos de El Colegio de Jalisco en Zapopan y del Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social en Guadalajara (CIESAS-Occidente). Seguramente, la ganancia en salud compensa con creces lo que se invertiría en ciclopuertos en estas instituciones.

jueves, 27 de octubre de 2016

Estudihambres y pobresores: ¿merecen un tren? Mejor algo que sea más caro…

Estudihambres y pobresores: ¿merecen un tren? Mejor algo que sea más caro…

Mucho se ha discutido acerca de la necesidad de transporte colectivo en la Zona Metroplotana de Guadalajara y de que éste se pueda complementar con adecuados espacios para los traslados peatonales y en bicicleta. Mucho se ha planeado esta metrópoli, al menos desde los años ochenta, argumentando que debe evitarse la contaminación del aire y del agua, la dispersión de la ciudad, la corrupción entre empresas inmobiliarias y constructoras y funcionarios municipales, estatales y hasta agrarios. Millones de automóviles y muchos centenares de miles de pesos han pasado por nuestra ciudad para realizar obras….que poco espacio y recursos han dejado al transporte colectivo, a las zonas peatonales y los transportes no motorizados.
            Cualquiera diría que los planeadores que hemos tenido en los recientes 35 años de existencia de esta metrópoli han sido geniales. Lo malo es que los funcionarios y los encargados de distribuir y aplicar los dineros han sido mucho más necios. Mientras que unos han sido tercos y tenzaces en insistir en que el automóvil no es la solución a los problemas viales, sino que de hecho, es la base de éstos, los otros han pensado a la industria automotriz y los gastos en infraestructura vial como la salvación de sus bolsillos personales y de su camarilla.
            Los lemas recientes en torno a las rezagadas obras de un tren en Guadalajara resulta irónicos: “después de veinte años, al fin un tren en Guadalajara”. En realidad, son quizá unos cincuenta años de retraso, pues desde los años sesenta y setenta, en que se privilegió al automóvil en la zona metropolitana de Guadalajara, y tan sólo  pequeños periodos excepcionales en que se construyó la primera y luego la segunda líneas del tren ligero, el transporte colectivo es visto, tanto por funcionarios como por usuariosoncesionar y empresarios del transporte en “camión”, como un servicio para pobres. Y por ello se adquieren unidades de reciclaje, e incluso al inicio de las obras del trenligiero utilizamos trolebuses que ya habían cubierto varios cientos de miles de millas en la airosa Chicago.
            Quienes no han salido airosos han sido los tapatíos: trransportarse en el tren ligero o en el autobús es percibido como una opción para pobres. Si no tienes dinero ni para automóvil particular ni para taxi, quizá no tengas más remedio que ir a esperar durante horas a que pase una unidad de la ruta que te puede acercar a tu destino, amontonarse y restregarse contra otros pasajeros que también forman parte del infelizaje tapatío (y a veces algún inocente turista que proviene de alguna ciudad en donde el transporte colectivo es también para la gente con posibilidades económicas). Sólo es peor que el transporte colectivo el transportarse en bicicleta o en triciclo: son los albañiles, los jardineros, los que se dedican a reciclar cartón, papel periódico y plásticos quienes se ven obligados a recurrir a estos vehículos de pedal a falta de opciones o de rutas de transporte consideradas para pobres.
            Y mientras que en otras ciudades de otros países los universitarios, incluidos trabajadores aministrativos, de servicios, estudiantes y profesores, utilizan el transporte colectivo, caminan o pedalean a sus planteles, en Guadalajara las mismas instituciones de educación se dedican a promover la aspiración de comprar y utilizar diariamente un automóvil personal. No sólo resulta vergonzoso llegar a pie o apearse en una de las muy mal diseñadas paradas (que ni a estaciones llegan) de camión en esta metrópoli, sino que nadie quisiera repetir la experiencia, si no fuera porque hay que ir a la escuela o a trabajar y luego de regreso a casa.
            Ni las instituciones de educación superior, públicas o privadas, ni la secretaría de educación en Jalisco, cuentan en sus planteles, de manera sistemática, con estaciones de autobuses, ciclopuertos, espacios para desembarco de pasajeros desde el transporte colctivo. En esa lógica, no es de extrañar que las escuelas, la propia secretaría de educación, las universidades (que son decenas en la zona metropolitana) no cuenten con estaciones de tren ni de autobús frente a sus instalaciones, mucho menos dentro de ellas. Y lo que sí se promuve es que haya “estacionamientos exclusivos” para maestros o directivos cerca o incluso dentro de los terrenos de las escuelas, de todos los niveles. Miles de automóviles ocupan miles de metros cuadrados en los terrenos de las escuelas, desde pre-escolar hasta posgrados, como si en vez de formar estudiantes y promover el diálogo crítico y el conocimiento, esas instituciones se dedicaran a formar conductores de automóviles, promover la venta, lavado, reparación y gastos de dinero y espacio (dentro y en las calles de los alrededores de los planteles) en el transporte individual.
            Dilapidar el dinero en unidades de transporte motorizadas particulares, combustibles, obras viales, estacionamientos y además desperdiciar espacios que podrían servir para construir bibliotecas, áreas verdes, gimnasios, estaciones para transporte colectivo, es la marca de esta fatigada y dispersa metrópoli tapatía.
            El hecho de que se solicite, gestione, EXIJA una línea de tren y unas rutas de autobús, además de protecciones para peatones y ciclistas que se trasladan a las escuelas se ve como un capricho de quienes son pobres y “no quieren” comprarse un carro o son flojos para manejar. Se ve como indigno que los actuales y los futuros profesionistas se trasladen apiñados en un transporte que está dotado de unidades inseguras, obsoletas, ruidosas, contaminantes… precisamente porque están pensadas para transportar pobres que no pueden pagar para adquirir mjores y más dignas formas de transporte, individual o colectivo.
            ¿Han exigido los directivos de las universidades que haya transporte colectivo digno hacia estas instituciones? ¿Qué grupos de estudiantes y de profesores estarían en posibilidad  de hacerse oir y de exigir que existen estaciones y líneas de tren para uso de los universitarios? ¿Por qué la Universidad de Guadalajara, por medio de sus funcionarios y sus representantes sindicales y estudiantiles no ha hecho gestiones para que existan estaciones de tren y de otros transporte colectivos cerca o frente a sus instalaciones? ¿Qué se ha hecho, por citar un ejemplo entre varios posibles en esta metrópoli, en torno a los centros universitarios de Los Belenes, Zapopan, para que se extiendan las líneas 1 y 3 del tren ligero para atender a sus estudiantes, trabajadores académicos, administrativos y de servicios? ¿Dónde están los líderes sindicals y estudiantiles? ¿Estarán ocupados en los estacionamientos, dedicados a ser los “viene-viene” de otros? ¿O quizá estarán en las distribuidoras de automóviles particulares comprando el sueño que al fin cristaliza sus aspiraciones de ser parte de los conductores atascados en el contaminante, ruidoso y extenuante tráfico cotidiano de esta ciudad?

¿Qué pasa con la capacidad de gestión de las universidades y de la secretaría de educación en Jalisco que no han sido capaces de asegurar que existan líneas y estaciones que sirvan a los planteles de todos los niveles de educación? Quizá los estudihambres y los pobresores no merezcan una serie de estaciones y el acceso a diversas líneas de tren ligero, porque son demasiado baratas en el largo plazo. Y lo que la industria automotriz, Petróleos Mexicanos y los funcionarios de Jalisco necesitan es que los actuales y los futuros profesionistas gasten su dinero ahora y aspiren a gastarlo más adelante, durante décadas por venir, en algo que será más caro para la metrópoli y que representará más ganancias para quien se dedica a promover los embotellamientos y la contaminación ambiental.