martes, 28 de octubre de 2014

Indicadores inexactos

No quieren asustarte. Quieren animarte para que compres un vehículo de motor. Y estos distribuidores pegan el precio de contado en las puertas de sus vehículos en exhibición.

Pero el monto en pesos no es tan exacto: hace falta añadir algunos otros gastos. Entre ellos:

    1. el costo del seguro. Mientras más equipado esté el vehículo, mayor es la prima a pagar. Mientras más joven sea el conductor habitual, mayor será el costo de la póliza y probablemente del deducible en caso de siniestro;

     2. el costo de placas, impuestos locales, estatales y federales;

   3. el costo del combustible. Mientras más fino es el vehículo, también es mayor el octanaje y el precio de la gasolina. Mientras más pesado y equipado el vehículo, menor el rendimiento por litro. También la cantidad de cilindros y potencia influyen en el gasto; 

     4. el costo por estacionamiento;

  5. el costo de mantenimiento, lo que implica revisiones mecánicas, reemplazo de consumibles como aceites, llantas, ajustes en los sistemas de operación;

   6. el costo en caso de accidentes, pues no todo lo cubre el seguro y si quiebras una maceta, un vidrio de un edificio no necesariamente puedes pedir a tu agente de seguros que venga a hacer los ajustes necesarios.


Habrá que inventar indicadores que avancen igual que los odómetros y puedan informar de cuánto has gastado en tu vehículo. Bien podría añadirse un indicador paralelo, similar al que informa del contenido del tanque de combustible, para saber cuánto le queda de vida al motor...

martes, 21 de octubre de 2014

La molicie urbana


Puede ser que le permitamos a alguno de nuestros amigos que nos lo diga en broma, aunque hacemos lo posible porque crea que no es verdad. Podemos dejar que nos lo digan respecto a actividades o labores específicas. La verdad es que en las ciudades solemos ser holgazanes para trasladarnos de un lugar a otro.  A quien nos califique o siquiera insinúe que somos haraganes, flojos, perezosos, o que tendemos a la comodidad y al menor esfuerzo, lo miramos con desprecio y lo calificamos de injusto, odioso, mentiroso y hasta sospechamos que aspira a ser nuestro eterno enemigo.

                Pero es la verdad: en las ciudades sobredimensionamos las distancias porque nos hemos acostumbrado a movernos poco y a trasladarnos con escaso esfuerzo. Llega a tal grado nuestra falta de voluntad que ni siquiera invertimos energía en plantearnos qué tan lejos están nuestros destinos cotidianos. Si vamos a alguna parte, solemos acudir a algún motor que consume gasolina o algún derivado del petróleo, en vez de acudir primero al mapa y consultar qué tan lejos están los dos puntos entre los que nos trasladaremos. Cuando pedimos u ofrecemos orientación para llegar de un lugar a otro, las instrucciones suelen tomar en cuenta el sentido del tránsito en vehículos de motor y no las condiciones de las aceras o de los lugares por los que pasaríamos en caso de trasladarnos a pie.

                En una ciudad como Guadalajara nos hemos olvidado de realizar actividad física como parte de nuestros viajes cotidianos. Es frecuente que los habitantes de esta metrópoli tengamos un vehículo disponible a unos cuantos metros de la puerta de nuestra casa. Y por esa disponibilidad pagamos varios miles de pesos, no sólo para adquirirlo, sino también para asegurarlo, conservarlo en buen estado mecánico, para estacionarlo y para adquirir el combustible que impulsará su motor. La verdad es que, por una parte, utilizamos en exceso los vehículos con los que contamos en esta metrópoli y, por la otra, también subutilizamos esos mismos vehículos. Nos excedemos cuando, estando disponibles esos vehículos a unos cuantos pasos, vamos en ellos a la tienda, a visitar a nuestros parientes o amigos cercanos, al trabajo o a la escuela, cuando en realidad podríamos caminar un rato a esos destinos y ahorrar dinero y a la vez la molestia de estacionar el vehículo al llegar a nuestro destino. Nos quedamos cortos cuando en cada vehículo se traslada una sola persona y desperdicia el 80% de la capacidad restante en vehículos que por lo general podrían dar cabida a cinco personas.

                De ese modo, es común ver a personas manejando vehículos por la ciudad cuando esa misma distancia que recorren podrían andarla sin necesidad de contaminar ni de saturar las calles. Si pensamos que muchas de esas personas viajan solas en vez de aprovechar los viajes que, pocos minutos más tarde o más temprano, harán sus amigos, vecinos o parientes hacia esos mismos destinos o hacia rumbos cercanos, vemos lo absurdo que es planear individualmente los viajes en vez de hacerlo tomando en cuenta los traslados de algunos de nuestros conocidos.

                Ocupar unos minutos en un pequeño cálculo bien podrían ahorrarnos el tener que trabajar muchas horas, días, meses o años para pagar por nuestra falta de previsión. Propongo un ejemplo. Tomando en cuenta el costo de los vehículos nuevos, supongamos que adquirir un vehículo representa un desembolso de 200 mil pesos, incluyendo placas, trámites, seguros y tanque lleno. ¿Cuántos días tiene que trabajar un tapatío común para poder pagar ese desembolso? El salario mínimo general por día es de $67.29. Para pagar el costo de un vehículo de 200 mil pesos significaría trabajar casi tres mil días de salario mínimo (2972 días, para ser más exactos). ¿Cuántos días de salario mínimo se requieren para mantener ese vehículo andando esa misma cantidad de días? Dependerá, en buena parte, de los kilómetros recorridos. Suponiendo que ese vehículo deba recorrer tan sólo 30 kilómetros diarios, ello representa un costo adicional, suponiendo que rinda 10 kilómetros por litro de gasolina, de 40 pesos diarios. Si el vehículo recorre un promedio de 30 kilómetros diarios a lo largo de tres mil días, el orgulloso propietario deberá añadir 120 mil pesos a los costos de esos años de servicio de su vehículo. Lo que equivale a otros 1783 días de salario mínimo. Sin considerar el costo del mantenimiento, estacionamiento, lavado, posibles daños, un vehículo de 200 mil pesos representa en realidad un trabajo de casi CINCO MIL días de salario mínimo para mantenerlo trabajando tres mil días.

Pero la gente que utiliza vehículos de motor realmente no percibe el salario mínimo, podrán argumentar los lectores. Quizá su percepción diaria se acerque más $2,000 pesos. Así que para pagar los 200 mil originales tendría que trabajar cien días, es decir, cerca de tres meses y medio. Y para mantenerlo en circulación durante 90 mil kilómetros (tres mil veces 30 kilómetros), tendría que trabajar otros dos meses más. Después de esos ocho años que toma recorrer esa distancia, lo más probable es que el propietario de vehículo, desee cambiar por una unidad más reciente. O quizá pretenda cambiarlo cuando lleve apenas la mitad de esa distancia, para lo cual tendrá que volver a invertir buena parte de los pesos que devenga con medio año de sudor propio o ajeno.

Una forma alternativa de plantear estas cuentas consiste en reflexionar antes de comprar un vehículo cuántos viajes es posible realizar por otros medios con esa cantidad de pesos y de tiempo de trabajo. Una persona que trabaja cinco meses para adquirir determinado bien requiere al menos 600 horas de trabajo, considerando semanas de trabajo de 40 horas y jornadas de ocho horas diarias. ¿Cuántos minutos adicionales le toma trasladarse a trabajar?

Para buena parte de los habitantes de metrópolis como Guadalajara, los traslados diarios representan cerca de una hora en cada sentido: dos horas diarias que se añaden a las ocho de trabajo cotidiano. ¿Cuántos de los habitantes de esta ciudad se plantean distribuir ese tiempo de traslados en distintas actividades que los acerquen a sus trabajos? La cantidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud para dedicar a la actividad física es de apenas 150 minutos a la semana. Si una persona dedica 15 minutos a CAMINAR en el viaje de ida al trabajo o escuela y 15 minutos más en el viaje de regreso a su casa, cumple cabalmente con esa cantidad de minutos de actividad física en tan sólo cinco días laborales por semana. Desafortunadamente, muchos de los habitantes de esta ciudad pugnan por trasladarse en vehículo de motor hasta las puertas de sus destinos. Como no les gusta que los tilden de flojos, llegan en sus coches hasta el estacionamiento más cercano a su escuela o trabajo, en vez de reducir sus costos y aumentar su actividad física.

Para mejorar nuestra imagen de personas activas, convendría quizá llegar a pie o en bicicleta, y para hacer más efectiva la inversión que hacemos en transporte motorizado, podemos reducir la cantidad de kilómetros y de horas que pasamos en el coche o el autobús y aumentar ligeramente la distancia y el tiempo que realizamos actividad física. Visto de otro modo, mientras viajemos en un vehículo dotado de varias decenas de caballos de fuerza quizá estemos trabajando horas, días y años de más para pagar por nuestra flojera…