martes, 24 de marzo de 2015

Demasiados caballos





Demasiados caballos

 

¿Cuántos caballos de fuerza tiene el motor del vehículo en el que te trasladas cotidianamente? Si te mueves en un autobús, es altamente probable que se justifique que tenga un caballaje elevado. Y si es en un tren urbano, quizá el motor sea de varios cientos de caballos de fuerza. Pero si te mueves en un automóvil particular convendría que te dieras cuenta de que en realidad te sobran casi todos.

Si los vaqueros de las películas del oeste americano sólo necesitaban un caballo por persona, o a veces por pareja, ¿qué te parecería que en esas películas saliera cada vaquero con cuatro caballos adicionales en cada uno de sus traslados?

                En la lógica de nuestra movilidad urbana, es frecuente observar que cada vehículo va ocupado únicamente por el chofer. Y no es que acaben de desembarcar los cuatro pasajeros. En realidad, esos cuatro pasajeros casi nunca se suben al vehículo “particular” y personal del chofer. Es decir, cada chofer se traslada como si el vaquero de las películas llevara tras de sí cuatro caballos adicionales y rara vez los utilizara. En el caso de los vehículos particulares, ni siquiera es posible cambiarse de asiento para realizar los viajes de regreso, lo que sí podría hacerse si lleváramos caballos a pasear para tenerlos disponibles en caso de necesidad. Así, el 80% de la capacidad del vehículo en cuanto a pasajeros suele desperdiciarse.

                El motor con menor caballaje de entre los que se utilizan en México ronda los 100 caballos de fuerza. Y los motores grandes andan en cerca de 600 caballos. ¿Cuántos de esos necesitas en la ciudad, si es raro que lleves pasajeros, carga, subas o bajes cuestas o que puedas acelerar para rebasar a un vehículo que va a alta velocidad delante del tuyo? ¿Desperdicias también el 80% de la potencia de tu vehículo? En realidad, ¿necesitas rebasar en la ciudad al vehículo que está frente al tuyo? ¿Tiene algún sentido que lo rebases si ése y el tuyo no pueden superar los 20km/hora más que en muy contadas ocasiones?

                Alguna vez, la propietaria de varios caballos se quejaba de que los que utilizaban sus hijas en la escaramuza le salían muy caros. Todos los días había que darles de comer, mientras que a su otro caballo (un Mustang) podría dejarlo estacionado en la cochera y, al menos por unos días, no ponerle gasolina. Lo que no tomaba en cuenta la señora de la historia era que de todos modos el terreno en el que estaba el vehículo le costaba a ella y a su familia, además del costo del vehículo, de lo gastado en seguros, impuestos y servicios de mantenimiento. Quizá no consumía cada día parte de la energía del vehículo, pero el hecho es que cada día éste se le depreciaba, al igual que el tuyo en este momento, y también le representaba gastos que se repartían a lo largo del año.

                Efectivamente, no basta un caballo para ir enfrente del que lleva a tu vecino. Aunque son de colores y pelajes bellos, los habitantes delas ciudades hemos optado por no montarlos y, tras usarlos algunas décadas para jalar carretas y carruajes por los caminos carreteros, hemos convertido a esos caminos en superficies relativamente lisas y relativamente limpias de polvos y lodos para poder transitar sin saltos entre una ciudad y otra. Mientras que en las calles de nuestras ciudades hemos vuelto a descubrir que debajo del asfalto y del concreto hay tierra, polvo, lodos y desniveles por el desgaste que causan el trajín de los vehículos.

                Quizá ya no dejemos enormes polvaredas como en las películas de vaqueros cuando estos van tras el forajido que escapa del pueblo, pero cada día seguimos lanzando al aire toneladas de bióxido de carbono que no necesitaríamos arrojar si en verdad utilizáramos sólo los 10 o 20 caballos que son suficientes para movernos nosotros, nuestra familia, nuestros amigos y nuestros tiliches, trebejos y anchetas de una parte de la ciudad a otra.  

                ¿Por qué llevamos siempre un excedente de combustible, de fierros, de asientos, de espacio, de tiliches, si rara vez los usamos? Si ni siquiera sacamos a carretera el automóvil como para necesitar que todos los días saquemos a dar la vuelta, a pastar y a ocupar espacio a todos los caballos de nuestro establo o “parque vehicular” ¿Y si optáramos por caminar en vez de acelerar e ir sentados? Probablemente disminuiríamos el tiempo de nuestros traslados, aumentaríamos la cantidad de nuestros recursos monetarios (en vez de gastarlos en gasolina y en la adquisición del vehículo mismo), y tendríamos más espacio dentro y fuera de nuestras casas, calles y espacios públicos para áreas verdes, para áreas sombreadas y para bancas que nos permitan descansar de las caminatas o de la actividad de pedalear nuestras bicicletas o triciclos.
            


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