domingo, 27 de mayo de 2012

Religiosidad popular e institucional, aproximaciones a una distinción

La presentación en PPT está aquí:
http://www.slideshare.net/rodolfomoran/una-sutil-distincin-religin-popular-e-institucional


2do. Coloquio Internacional Dr. Manuel Rodríguez Lapuente 'Cultura, región y sociedad' División de Estudios de la Cultura y División de Estudios Jurídicos, U. de G.
Del 22 al 25 de mayo. Auditorio Valentín Gómez Farías, SEMS

Una sutil distinción: religión popular y religión institucional.
El problema de la demarcación trasplantado

Dr. Luis Rodolfo Morán Quiroz rmoranq@gmail.com
Departamento de Sociología, Universidad de Guadalajara.

Prolegómeno.-
Los traductores del filósofo de la ciencia Karl Popper (1902-1994) han insistido en el término “demarcación” (señalar los límites o confines) y en elproblema de la demarcación” para definir los límites o fronteras entre ciencia y pseudociencia, entre ciencia y religión y entre lo que es conocimiento científico y el no científico[1]. Algunos interpretan este problema de límites también como uno que plantea la necesidad de definir cuál de entre un par o conjunto de teorías es “la más científica”. En las líneas que siguen, planteo nuevamente este problema de límites, aunque dentro de un campo que, sin pretenderse científico, sí se enmarca dentro de los alcances de la racionalidad y del conocimiento. La discusión popperiana incluye, de hecho, vertientes en cuanto a la posibilidad de que haya conocimientos “científicos” y conocimientos “religiosos”. Es decir, esta discusión de la demarcación entre lo que es y lo que no es ciencia reconoce la posibilidad de la “iluminación religiosa” o de una intuición instantánea que no requiere del método científico para llegar al conocimiento.
El problema que nos ocupa aquí, entonces, es uno aparentemente muy sencillo: el problema, transplantado al campo de la religión, de la demarcación entre lo que es religiosidad popular y lo que es religión institucional. En realidad, la sencillez del problema es sólo aparente, pues la religión, como campo en el que se reconoce la posibilidad de fenómenos que se dan a partir de poderes que sobrepasan la lógica de las leyes físicas y biológicas, tiene componentes fuertemente racionales (argumentativos del tipo: “si este fenómeno sobrenatural es posible, entonces lo es esto otro, que es resultado de lo primero”), y fuertes componentes emotivos. Ello no excluye la posibilidad de que haya “demostraciones científicas” de relaciones entre hechos sociales y actuaciones infrecuentes como las que se relatan en los pasajes bíblicos que hablan de milagros, tema al que paso en el siguiente apartado.

Una primera aproximación: los poderes divinos ya no requieren mostrarse.-
Las instituciones religiosas, en especial la iglesia católica, han insistido en que han sido las manifestaciones de lo divino, y no las interpretaciones sociales del hecho religioso, las que han cambiado en el tiempo. En esa tradición, entonces, dios requirió en momentos del pasado, manifestarse a través de milagros, fenómenos relativamente inexplicables a no ser por la intervención divina, y llegó un momento en que ya no se requirieron los milagros. De tal modo, habría algún momento en que dios había sido ya tan convincente (de su existencia, de sus poderes, de sus alcances) que deja de obrar milagros…según la interpretación de algunos líderes religiosos, lo que hace que desde la iglesia se cuestionen las afirmaciones de los creyentes (demasiado crédulos) acerca de las manifestaciones divinas. Según esta aproximación, serían los pastores/sacerdotes los encargados de definir lo que es “institucional” en el sentido de distinguir entre lo que es una “verdadera manifestación” divina y una mera “superstición popular”. De tal modo, la definición de las manifestaciones del “único” dios se convierte en materia de los agentes de una institución, lo que parece no reconocer la posibilidad de que ese único dios se comunique/manifieste directamente con los creyentes que no han pasado por los rituales de formación que dicta la institución. Lo que me lleva a plantear una segunda aproximación, la de una doctrina o catecismo.

Una segunda aproximación: la religión incluye a quienes se han formado en ella.- Pero no incluye de entrada a los simples legos (laicos), sino hasta que se educan en la fe. Lo que implicaría que la religión institucional se limita a la acción ritual y a la instrucción formal en ella, pero los creyentes-ignorantes de los mecanismos de comunicación con los poderes divinos, no pueden sino expresar su fe de manera balbuceante e incierta. De tal modo, esta segunda aproximación a la demarcación entre religión oficial y religiosidad popular señala: todo aquello que implique estudio de las escrituras y de los rituales con los que se reviven los hechos históricos sociales de manifestación de lo divino debe ser sancionado institucionalmente (o, al menos haber sido tan sistemático y siguiendo una secuencia, que se considere que sigue las “formas”) y las manifestaciones populares carecen de esta formalidad ritual y del vínculo entre el estudio racional y la hermenéutica que subyace al acto ritual. De tal modo, la religiosidad popular, a pesar de que a los laicos pudiera parecerles llena de certezas, estaría en el terreno de lo impreciso, indeterminado, incierto, en buena parte por carecer del “sentido” que vincula al ritual con el hecho histórico y simbólico religioso con el que está ligado, lo que sí es claro, por contraste, en la visión de los clérigos y estudiosos de las escrituras y las manifestaciones divinas.

Una tercera aproximación: lo público y lo privado.-
En esta aproximación, las expresiones populares se darían en el ámbito de lo que se expresa fuera del templo pero a la vez tenderían a llevar a la esfera de lo íntimo las creencias y prácticas que no han sido sancionadas por los pastores y los sabios expertos de la iglesia. Esta aproximación se acerca a la noción de lo escrito (y las escrituras y palabra sagradas) contra la noción de lo tradicional en el sentido de que la religión oficial se encuentra dentro de determinados límites de la expresión pública que van desde lo social y la creencia compartida en pequeños círculos de iglesia-comunidad hasta las grandes colectividades de creyentes. Lo popular quedaría comprendido hacia ambos márgenes de esta delimitación social: las creencias sancionadas por la doctrina se expresarían en rituales y textos cuyos márgenes estarían acotados, mientras que lo popular tendería a sobrepasar estos límites y exceder los alcances de lo oficial. No todo lo popular queda, en esta aproximación, fuera de los márgenes de lo oficial, pero sí tendería a extraviarse en la intimidad de la interpretación y el cuestionamiento individuales o en la multitudinaria expresión devocional poco conciente de los márgenes internos-externos de la ortodoxia.

Una cuarta aproximación: lo social y normal histórico.-
La cosa sería muy fácil si a los fenómenos que designamos con nuestras categorías y conceptos no les diera por cambiar. Una importante dualidad de procesos complica aun más la demarcación que ha ocupado tanto tiempo y ha requerido tanto espacio de las bibliotecas especializadas. Esta dualidad incluye un proceso de “institucionalización” de las devociones, las imágenes, los rituales, las historias, los documentos, los testimonios. En este proceso, en el caso específico del catolicismo, se inscribe también la canonización de los santos y beatos, que implica el reconocimiento oficial – institucional – de las vidas de ejemplar santidad. El otro proceso de esta dualidad es el de “popularización”, que incluye el que los creyentes saquen a las calles y sitios de devoción lo que estaba únicamente en los textos y en la parte de adentro de las cabezas de los pastores y teólogos.
Esta doble “puesta al día” de las prácticas populares de parte de la iglesia y de las teorías teológicas de parte del vulgo, conlleva la necesidad de reconocer que la distinción entre lo popular y lo institucional es histórica: lo que en un determinado momento no ha sido reconocido por la iglesia puede llegar a serlo, y lo que en determinadas épocas no ha sido practicado por los fieles de a pie descalzo, puede comenzar a forma parte de sus expresiones de fe. Inversamente, lo que en algunos momentos ha sido aceptado por las instituciones y sus consejos de pastores puede llegar a ser rechazado como contrario a la doctrina, así como algunas de las devociones pueden llegar a arrumbarse en las naves de los templos, en sacristías y bibliotecas después de haber pasado por el lucimiento de sus esplendores en las calles y plazas.

Una quinta aproximación: lo social normativo fuera del tiempo.-
Sin importar en qué momento histórico, señala esta aproximación, la distinción entre la religiosidad popular y la religión institucional se basa en criterios que no dependen de la época, sino de los límites de la institución. Según esta aproximación, cada una de las instituciones religiosas establecería, de una manera que no depende de los vaivenes del Zeitgeist, los límites entre el espíritu popular y el alma de la doctrina oficial. Las expresiones populares serían sensibles y contiguas a las oscilaciones de la moda pero el límite con lo oficial quedaría trazado en una ortodoxia y en una doctrina invariable por haber sido dictada por el logos divino. Esta noción de una ortodoxia invariable se ve cuestionada en algunos momentos históricos como cuando aparecen las “nuevas ediciones”, corregidas y aumentadas de la Biblia, que nos hacen dudar de que la gramática y los términos de los textos divinos hayan sido adecuadamente recogidos y traducidos en el pasado.
La visión según la cual lo religioso popular implica la expresión afectiva-emotiva-plañidera-cantadora mientras que lo religioso oficial abarca la formulación intelectual-formal-analítica del conocimiento del más allá, sería un ejemplo de esta quita aproximación. Para ella, las leyes de lo divino, de lo natural y de lo humano serían inmutables y serían simples datos inamovibles que harían más fácil distinguir entre lo oficial y lo popular y, de paso, entre lo herético y heterodoxo y lo ortodoxo y sancionado por dios (o por los dioses).

Algunos ejemplos de religiosidad popular y de religión institucional.-
Las cinco aproximaciones mencionadas en las líneas precedentes podrían quizá plantearse sin mayor recurso a los hechos empíricos y a la historia. De hecho, son aproximaciones tan abstractas que alguien podría formularlas sin necesidad de ver lo que ha sucedido en la historia y en distintas sociedades. Sin embargo, mi exposición en realidad parte de mi (limitada) observación de la realidad empírica, aderezada con los contrastes entre algunas visiones de instituciones realmente existentes.
Valdría la pena mencionar algunos ejemplos, que se desprenden principalmente del ámbito del catolicismo, pero que definitivamente pueden contrastarse con las expresiones populares en otras iglesias cristianas y quizá con las expresiones permitidas o prohibidas en otros ámbitos religiosos, institucionales y no. Una de los primeras instancias de delimitación entre lo popular y lo institucional es el de los santos como mediadores entre lo divino y lo humano. Para algunas iglesias, en especial las iglesias evangélicas y la insistencia en la comunicación directa con dios controla relativamente los afanes “popularizadores” de las vidas de santos milagrosos y conminan a la “vida santa” de los creyentes en Cristo. No obstante, el hecho de que exista un registro o canon de los santos en la iglesia católica conlleva la posibilidad de que las imágenes de santidad sean vistas por los creyentes como “especialmente milagrosas” no necesariamente vinculadas con la vida del santo cuya efigie se representa en santuarios y templos, sino que son las representaciones específicas las que se dotan de “milagrosidad” especializada.

Otro ejemplo, reciente si consideramos que data apenas de la época del Papa Karol Józef Wojtyła (1920-2005), lo constituye la manera en que prácticas previamente prohibidas, que se daban sólo en el ámbito de lo popular como el culto a la misericordia divina, devienen institucionales y son admitidas e incluso recomendadas cuando se reconoce a la promotora de este tipo de devoción, a María Faustina Kowalska (1905-1938), originaria de Cracovia al igual que Juan Pablo II, como santa digna de entrar en el canon. Las similitudes con otras prácticas populares no reconocidas por la iglesia (o las iglesias), como el culto a la santa muerte o a imágenes con mayor verosimilitud histórica como Jesús Malverde, hacen pensar en la posibilidad de que los límites entre lo popular y lo institucional sean violentados precisamente desde dentro de las iglesias para incluir devociones antes consideradas “absurdas”.

Las prácticas de automutilación son un ejemplo de esta ambigüedad: es permitido el silicio para los miembros oficialmente formados dentro de la institución católica, pero el sufrimiento auto-inflingido es visto como una práctica popular no aceptada por la iglesia cuando se expresa en peregrinaciones, mandas y otras formas penitenciales no impuestas por los “expertos de la iglesia”.


Epílogo.-
La mediación de santos, pastores, guías, libros o confesiones, no es la más ortodoxa de las prácticas vinculada con la religiosidad popular. De hecho, la religiosidad popular es precisamente el punto de partida para que la heterodoxia comience a colarse en la institución y en la religión institucionalizada. La doctrina oficial se ve vulnerada gracias a la creatividad y la terquedad popular, al tiempo que los arrestos, arrebatos y entusiasmos populares deben pasar por el tamiz de la reflexión pausada y el análisis de los expertos de las instituciones antes de pasar a formar parte de la religión institucional.
El transplantado problema de la demarcación que aquí planteo está todavía lejos de ser resuelto en cuanto a los criterios para distinguir, dentro del campo de lo religioso, lo que es popular frente a lo que es oficial. Me inclino incluso a pensar que este aparente problema es en realidad una aporía pues parece problema resoluble, pero a todas luces las soluciones que se le han dado son parciales y jamás serán definitivas dada la tensión entre las modas devocionales y las intenciones de control de lo que se debe o puede creer, la manera en que se de ha de constituir el ritual para expresarlo y los textos que los sancionan; estas intenciones, generadas desde dentro de las formas cristalizadas de la religión, se contraponen a la constante rebeldía del que cree en la hierofanía que se inserta en la vida cotidiana.

Notas.-


[1] De hecho, Popper utiliza las expresiones Abgrenzungsproblem y Demarkationsproblem. La primera expresión, emparentada con el término Grenz (frontera) resulta relativamente clara y directa. La traducción de la segunda al español, más cercana y literal, en realidad está emparentada además con el verbo merken (notar) que remite además a una noción epistemológica en el idioma del vienés Popper, la de “etwas zur Kenntnis nehmen” (tomar algo en cuenta o, menos literalmente, hacerlo parte del conocimiento).

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