viernes, 8 de enero de 2016

El problema del calzado

Todo dependerá del terreno por el que vayas a transitar, de tu peso, del tamaño de tus pies, de la duración de tus traslados a pie. Y de tus gustos y disgustos. Unos cuantos factores a tomar en cuenta para la hora de adquirir un determinado par de zapatos. Una vez adquirido, hay que considerar que, si el bolsillo lo permite, conviene tener distintos tipos de calzada, según sea la ocasión.
Hay quienes privilegian el calzado para lucir en situaciones sociales, otros privilegian el que sea cómodo para caminar, otros el que les permita airear o cobijar los pies. Aun cuando hay muchas personas que no tienen calzado o que cuentan apenas con un par de zapatos, lo más común es que los habitantes de las ciudades tengamos más de un par y de más de un estilo.
Los corredores lo saben desde hace mucho: conviene alternar el calzado para que la humedad, las temperaturas del ambiente y de los pies, las condiciones del terreno y de cada viaje no los deterioren tanto. Alternar entre dos pares de zapatos redunda en que cada par dure más del doble, pues el “descanso” en su uso permite que se sequen mejor, que se aireen y que recuperen su forma. Y eso significa, en especial para los corredores, trotadores o quienes practican la caminata urbana o en montaña, que ese calzado sirva para recorrer más kilómetros sin problemas de roturas en el calzado y sin lastimaduras en los pies, rodillas, piernas y caderas.
Hay quienes no se preocupan gran cosa por la cantidad de kilómetros a recorrer  con un determinado par de calzado. Quienes usan pantuflas en su hogar lo saben bien: no recorrerán grandes distancias pero no se atreverían a salir muy lejos de su casa y a la vista de sus vecinos y colegas del trabajo con ellas puestas. Especialmente si son pantuflas con rostros de animalitos o de personajes de películas, por más populares que sean.
Existen otras personas que se preocupan porque el calzado complemente la elegancia del resto de su vestimenta. Algunos usan calcetines o medias que resalten o combinen con el color y la forma del zapato y que además den continuidad estética a sus ajuares. Quienes usan zapatos del tipo “formal” suelen caminar poco, como no sea en la oficina o en el antro. Y por eso no se preocupan gran cosa por el kilometraje que pudieran ofrecerles en una sola sesión en sucesivas sesiones de traslados. Es claro que mientras más formales o estéticos sean los zapatos, menos rendimiento por kilómetro podemos esperar de ellos. Así que hay quienes utilizan un determinado tipo de calzado para sus traslados de su casa al trabajo, la escuela o el antro, para cambiarlos por el calzado formal pero menos cómodo de su preferencia.
Algunos de nosotros estamos mucho más preocupados por el kilometraje y la duración de los viajes. Y por eso procuramos utilizar calzado que amortigue nuestros pasos y resista nuestros pesos. En especial cuando viajamos a otra ciudad en donde no conocemos muy bien las formas de trasladarse de un lugar a otro y consideramos que será necesario caminar bastante para llegar a la parada del tren, del autobús, del taxi o entre distintos puntos en esa ciudad.
El meollo del asunto es: ¿en qué condiciones están los caminos de la ciudad por los que tre trasladas? Si se trata de uan ciudad con banquetas irregulares, incompletas, interrumpidas como en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), hay quienes prefieren cargar en un bolso o en una mochila el par de zapatos “formales” y trasladarse con unos más mullidos aunque feíllos.
Algunas personas prefieren que sus zapatos sean tan formales que no llamen la atención y que no contrasten con el resto de su atavío. Y algunos preferimos que los zapatos que usamos, en especial si vamos a lugares en donde necesitamos que nos vean para que no nos atropellen, como en las avenidas de la ZMG, sean especial llamativos y luminosos. Los buscamos con reflejantes, de colores chillantes, mullidos, resistentes a largas distancias y que además combinen con otras ropas reflejantes y vistosas.
Desafortunadamente, hay reglas sociales que se han convertido en convenciones que generan mucho dinero a quienes viven de los productos de la estética deivados de ellas. Así, las mujeres en nuestras sociedades occidentales, más vulnerables, se sienten constreñidas a verstirse de manera formal y de acuerdo a la moda (del antro, de la oficina, de la casa), a usar maquillaje en la cara y tacones en los pies. Las ganancias para los fabricantes de cosméticos, de vestidos, de calzado, son mucho mayores cuando orientan sus productos al sector femenino del mercado.
Con que un producto esté enfocado a las mujeres, aunque sea igual en sus componentes y usos y sólo varíe en sus colores o empaques, será mucho más caro que los enfocados a ser usados por los hombres. Y en muchas ocasiones serán también más incómodos. Como los zapatos. Mientras los hombres tienen cierto margen de libertad para usar ropa y calzado más cómodos, las mujeres suelen ser blanco de mayor publicidad y de una cantidad mayor de reglas de vestir y de calzar. Usar tacones altos es casi una obligación para las mujeres, en especial en el trabajo y en los antros, mientras que los hombres serán objeto de críticas mucho menos mordaces y tenaces que aquellas dirigidas a las mujeres en caso de ropmer algún cánon de la moda.
Esto tiene como consecuencia que el simple hecho de trasladarse en la ciudad sea mucho menos engorroso para los hombres. No sólo es más fácil caminar para los hombres, incluso si escogen mal el calzado y tienen que caminar más de lo que es relativamente cómodo con un par de zapatos formales; las mujeres suelen usar calzado más constreñido por la moda y por las reglas de vestir en sus lugares de trabajo, estudio y hasta de esparcimiento. Trasladarse en las banquetas de una ciudad es una acción casi prohibitiva no sólo por lo incómodo del calzado sino también porque la moda que les exige a las mujeres maquillarse, vestirse y calzarse según las reglas de la moda, las convierte, en especial en nuestras sociedades tan poco igualitarias y tan mucho patriarcales, en blanco de críticas si no se arreglan y en blanco de acosos si lo hacen.
Por otra parte, aunque el calzado abierto puede ser usado por hombres y por mujeres, es mucho más frecuente que los zapatos para mujer sean diseñados para que éstas muestren el pie desnudo, ya sea que se vean los dedos, los tobillos o ambos. Los zapatos terminados en picos pronunciados suelen ser parte de las restricciones de las que son objeto los dedos femeninos, y mucho menos los dedos masculinos.
“Las enfermedades entran por los pies”, advierten algunas señoras de mayor edad, liberadas relativamente de las restricciones y reglas del uso del calzado femenino, pero no por eso los zapatos femeninos se vuelven más abrigados en algunas épocas. A las mujeres se les adjudica la función de arreglarse las uñas de los pies y de las manos y de exponerlas a la vista de hombres y de mujeres.
A los cansados pies femeninos, que se les exige verse frescos, limpios y sanos, se les imponen más reglas y más restricciones. Al caminar en la ciudad, en el campo, en las calles o al abordar medios de transporte como autobuses, trenes, automóviles o bicicletas, se les ofrece menor protección que a los pies masculinos. De cualquier modo, ¿en qué medida tienes en cuenta factores como la comodiad, el kilómetraje, la protección, al adquirir o escoger tu calzado para el uso cotidiano en el trabajo o la escuela? ¿En qué medida consideras esos factores para el calzado ocasiones especiales como viajes, fiestas, reuniones, traslados dentro del lugar de trabajo?


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