miércoles, 9 de septiembre de 2015

Separar todo de todo lo demás: los centros periféricos


Separar todo de todo lo demás: los centros periféricos

La idea original era separar los procesos industriales contaminantes de las áreas de vivienda. La separación y delimitación de áreas urbanas especializadas generó, por una parte y en el corto plazo, el saneamiento de ciudades que estaban tan contaminadas que se convirtieron en importantes puntos de referencia, como Londrs y Barcelona. Por otra, en el largo plazo llevó a  la dispersión de las ciudades.
Las manchas urbanas han seguido este proceso de expansión a pesar de que muchos d elos procesos industriales ya no arrojan tantos desechos ni humos ni partículas como en la época en que surgió la idea de separar la producción industrial de las funciones de reproducción biológica simple y ampliada de la fuerza de trabajo (es decir, descansar, comer y tener hijitos). Las ciudades estadounidenses conservaron esa inercia de separación por muchas más décadas que las ciudades europeas, en buena parte por la disponibilidad de espacios hacia donde expandirse. Las ciudades latinoamericanas, y en especial las mexicanas, copiaron ese modelo del vecino del norte y, de paso, compraron la idea de que para trasladarse entre un espacio especializado y otro (entre la vivienda y el trabajo, entre las escuelas y los lugares de consumo) podría hacerse con relativa eficiencia con automóviles dotados de motores de combustión interna. Y las economías locales, regionales y nacionales se volcaron a atender las necesidades de los conductores: carreteras, centros comerciales, amplios estacionamientos, amplias avenidas rectas, escuelas dotadas de áreas de estacionamiento. La especialización derivó, a lo largo de los años, en el abandono de los centros de las ciudades.
En las ciudades tradicionales, esos centros constituían los espacios de intercambio, de encuentro, de cultura, de espacios compartidos y poco especializados. Lo más probable es que existieran actividades económicas al lado de las religiosas, actividades culturales y educativas al lado de los espacios de vivienda. Muchas de las ciudades europeas han logrado conservar, a pesar de la idea de especializar espacios, centros y ciudades en donde se entreveran funciones y actividades, y en donde no es necesario utilizar el automóvil para llegar de un lugar a otro. La “plaza del mercado” se encuentra adyacente a templos y edificios de gobierno, a pocos metros de los lugares de vivienda de quienes son a la vez clientes, parroquianos y ciudadanos-contribuyentes.
En las ciudades estadounidenses y en algunas de las mexicanas, los centros se desintegraron, se demolieron (como sucedió en buena parte del centro histórico de Guadalajara) o se abandonaron ante las nuevas ofertas de espacios m aislados de losvivienda quedaron as de Guadalajarasuye a las otras funciones barriales (vivienda, comercio, alimentacis urbanasás amplios y baratos, aunque lejanos y accesibles únicamente con vehículos de motor. Los sistemas de tranvía fueron sustituidos por transportes motorizados. La industria automotriz estadounidense se convirtió en fuerza de presión para hacer esa sustitución de vehículos de tracción animal por vehículos que no dejaran residuos de sus procesos digestivos, como los caballos. Y también presionó, junto con los fabricantes de neumáticos, para que se construyeran más y mejores carreteras que comunicaran entre sí los distintos espacios especializados. Las autoridades mexicanas se encandilaron ante los trazos modernos de las ciudades del norte y copiaron el modelo. Al fin que en México también hay petróleo y mucho espacio por conquistar.
Así que las ciudades redujeron su densidad, se multiplicaron los accidentes en avenidas y carreteras, han sido cientos de miles los peatones que han muerto a causa de esta rauda población de vehículos motorizados que ahora domina nuestras ciudades.
Las universidades no han quedado fuera de ese afán de instalarse en espacios especiales ni del afán de que sus comunidades se conviertan en poseedores de símbolos de status como han sido los automóviles, así sean de los más económicos o de los más inseguros o de los más contaminantes y añosos. Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México es un ejemplo de esa tendencia, aun cuando ahora ya no se nota su afán de distanciarse de la ciudad de México, cuando la metrópoli se ha instalado a sus puertas. De algún modo refleja esa ciudad universitaria el deseo de muchos de no vivir cerca de sus trabajos, sino de que sus trabajos y escuelas estén cerca de donde viven.
En otras ciudades y universidades se ha imitado el modelo de las ciudades universitarias aisladas de las otras funciones urbanas. Ejemplos de esta tendencia se aprecian en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en la Universidad Autónoma de Zacatecas, en la Autónoma de Chihuahua, en la Autónoma de Nuevo León, por mencionar algunas. Las instituciones privadas de educación superior no han estado exentas de este afán de concentrar sus actividades en espacios que excluyen a las otras funciones barriales y urbanas (vivienda, comercio, alimentación, producción industrial o agrícola). Así, el Tec de Monterrey lo ha hecho con diversos centros en varias ciudades, mientras que el ITESO siguió el ejemplo en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Los suburbios dedicados a la vivienda quedaron así aislados de los barrios centrales en los que se cumplía una variedad de funciones. Y, al igual que las zonas industriales,  las universidades se convirtieron en otros suburbios, muy pocas veces accesibles a pie desde los espacios comerciales o de vivienda. Los espacios comerciales se convirtieron tambian contentos: el conductor y sus escasos pasajeros, el vendedor de autos, el .
La disponibilidad de calles, carreteras, avenidasén en espacios amplios y aislados de la ciudad. El caso de Plaza del Sol en las fronteras entre Zapopan y Guadalajara fue de los primeros ejemplos en la ciudad de Guadalajara.
El problema perenne fue el de la manera de llegar a estos suburbios: para pasar de uno a otro siempre se tuvieron en cuenta los intereses de las compañías fabricantes de automóviles y muy poco las necesidades de traslado de los usuarios de estos espacios. Así, ante la falta de oferta de transporte colectivo, de parte del estado o de los empresarios o de las universidades, la solución que se ofrecía a los clientes de las plaza comerciales, a los profesores, trabajadores y estudiantes en las universidades, a los que requerían volver a sus viviendas, fue la compra de vehículos de motor. Con ello se cubría la ilusión de un transporte oportuno, pues el vehículo suele estar a unos cuantos pasos del lugar en el que se duerme y come, a la vez que de un transporte eficaz y veloz, según las especificaciones de potencia y rendimiento que anuncian los fabricantes. La disponibilidad de calles, carreteras, avenidas y estacionamientos parecían augurar que todo iría “sobre ruedas”, de no ser porque muchos miles y millones de habitantes recurrirían a la misma solución, con lo que se multiplicarían los tiempos de traslado, los accidentes, los costos para los ocupantes de los vehículos y para quienes se siguieran trasladando por otros medios no motorizados.
La aspiración de muchos univrsitarios de tener vehículo propio se incorporó en la estrategia de generar ciudades universitarias en la periferia de las ciudades. Así: parecía que todos estarían contentos: el conductor y sus escasos pasajeros, el vendedor de autos, el empresario de la gasolinera, la empresa paraestatal dedicada a extraer petróleo y procesarlo, el constructor de calles, el constructor de estacionamientos, el proveedor de neumáticos y otros aditamentos para los vehículos de motor.
Así que la lógica de crear centros especializados en las periferias de las ciudades acabó en un resultado perverso: pérdida de tiempo en los traslados, más accidentes mortales o incapacitantes, saturación de las calles y de los estacionamientos y de las avenidas de llegada a los centros especializados, poca actividad física, poco tiempo para otras actividades, pues el traslado consumiría buena parte del tiempo y del dinero de los que se trasladan en vehículo de motor.
La propuesta de ciudades universitarias responde también a la lógica de más terreno por menos dinero, pero la creación de estos centros en las periferias no ha tomado en cuenta, más que en algunos, contados, casos, la necesidad de traslado y de cubrir otras funciones para los usuarios de esas ciudades universitarias. En vez de bibliotecas barriales, se concentran ahora los libros y revistas en enormes bibliotecas alejadas de los lugares de vivienda. Los estudiantes que necesitan consultar un material impreso deben trasladarse varios kilómetros y durante largos lapsos de tiempo para poder acceder a materiales antes accesibles en diversos puntos de los centros de las ciudades.
En el caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara, a pesar de que han transcurrido varias décadas de la implantación de estos modelos de especialización, y de que los nuevos planeadores urbanos han caído en la cuenta del valor de los barrios y de la necesidad de generar espacios menos excluyentes, que den cabida a otras funciones urbanas (alimentación, vivienda, comercio, cultura), los centros de las universidades apenas comienzan a integrarse a las vidas urbanas más ricas. Algunos casos, como el Tec de Monterrey (en Zapopan), han apoyado la creación de ciclovías y de formas alternativas de llegada a sus instalaciones, así como el ITESO. La Universidad de Guadalajara ha promovido, al ritmo que le es característico (pausado y voluble) y ha establecido centros fuera de la ciudad pero sin generar la infraestructura que los haga accesibles a pie, en bicicleta, en transporte colectivo y parece apostar a que los universitarios sigan contaminando el ambiente, lleguen en vehículos particulares y ocupen grandes extensiones de terreno en estacionar esos vehículos. Uno de los graves problemas que se le presenta a la principal institución pública de educación superior en el estado de Jalisco es el de cómo harán los estudiantes y profesores, además de los trabajadores administrativos y de servicios para llegar a esos centros que siguen desconectados de la ciudad y, una vez ahí, cómo asegurar que haya servicios de comida, traslado, servicios médicos, entre otros, para que la universidad no se convierta en un espacio de aislamiento.

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